El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La responsabilidad
Nuestra preocupación debe ser con la sociedad, la causa. Y no con la clase política, apenas el triste efecto. Esta reflexión infiere, entre otras muchas cosas, que la diferencia entre los países pobres y los ricos, no es su edad. Por ejemplo, naciones como India y Egipto, con más de dos mil años, son pobres. En cambio, Canadá, Australia y Nueva Zelandia, que hace 150 años eran inexpresivos, hoy son países desarrollados y ricos.
La diferencia entre países pobres y ricos tampoco reside en los recursos naturales disponibles. Sino en el tesón de autoridades y pueblo. Para decirlo claro: en la voluntad. Lo que no sucede en México.
Japón posee un territorio 80 montañoso, inadecuado para agricultura y ganado, pero es la segunda economía mundial. Es como una inmensa fábrica fluctuante, importa materia prima de todo el mundo y exporta productos manufacturados.
Otro ejemplo es Suiza: no cosecha cacao pero tiene el mejor chocolate del mundo. Cría animales y cultiva el suelo durante apenas cuatro meses del año. No obstante, fabrica los mejores lácteos. Es un país pequeño que da imagen de seguridad, orden y trabajo, y así se transformó en la Caja Fuerte del Mundo.
Ejecutivos de países ricos al relacionarse con sus pares de países pobres muestran que no hay diferencia intelectual significativa.
La raza o el color de la piel tampoco son importantes: inmigrantes que fueron peligrosos en sus países de origen son ahora la fuerza productiva de países europeos ricos.
¿Cuál es entonces la diferencia? Está en el nivel de conciencia del pueblo, de su espíritu. La evolución de la conciencia debe ser el objetivo mayor del Estado en todos sus niveles de poder.
La educación y la cultura deben plasmar conciencias colectivas, estructuradas en los valores eternos de la sociedad: moralidad, espiritualidad y ética.
En síntesis, debemos transformar la conciencia del latinoamericano. El proceso debe tener inicio en las comunidades donde vive y convive el ciudadano. Comunidades, cuando organizadas políticamente (asociaciones de colonos, clubes de madres, clubes de pensadores) se tornan en micro-estados.
Se debe erradicar de la conciencia y corregir el “erramos, pero ahí se va…” No preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos, diría en su época y aún prevalece, Martin Luther King.
Porque al analizar la conducta de las personas de países ricos, vemos que la mayoría adopta el paradigma cuántico: prevalencia del espíritu sobre la materia. Adoptan los siguientes principios de vida:
Sólo así cambiaremos nuestra América Latina. Sobre todo el México en el que vivimos. Y al que nos debemos.