El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Clara explicación de las casas
Luego de leer, bajo el sistema braille del doctor Güemez, detenida y conscientemente las sesenta mil fojas de la investigación del poeta Virgilio sobre las casas adquiridas dentro de la legalidad, ponemos humildemente a disposición del lector nuestros puntos de vista.
Es claro en su razonamiento jurídico. Seremos menos extensos para, en poco menos de 600 palabras, que no hojitas, darle la razón.
Sus argumentos coinciden plenamente con nosotros. Legalmente son prístinos. Porque el que sabe, sabe. El que no, es el jefe. Así de fácil.
O como dirían sus asesores: Cuando pica la hormiga, hay dos cosas por hacer: rascarse… y esperar la roncha.
Por supuesto que las bolsas de las mujeres, son como los conventos, tienen puras madres adentro. En política, si las cosas no cambian, es porque siguen igual. Exacta tesis profesional, digna de futuro ministro.
Cuánta profundidad en sus descubrimientos para crear jurisprudencia.
Díganos si no: Cuando el gallo canta en la madrugada, puede que llueva mucho, puede que llueva poco o puede que no llueva nada.
Se exonera a las tres personas, incluida la dama primera, porque el que anda de buenas, no puede andar de malas. O el árbol que crece torcido es que no le pusieron palito.
No se equivocaron los ciento once asesores jurisconsultos del eximio, al determinar en su resolución que favorece a los ex presuntos culpables de “no se sabe de cuántos delitos”, al resolver que Andamos cómo andamos, porque somos como somos.
Porque también es obvio, coincidieron con el joven secretario que: “Si dos perros siguen a una liebre y el de adelante no la alcanza, el de atrás menos….” O que es lo mismo, perdón por el exabrupto, que el que se chingó, se chingó. Ya que si no llueve pa’l día último del mes… ya no llovió este mes.
Las casas, no todas blancas, no servirían, expusieron en el alegato judicial para la ecología. Parecían a la de los tres cochinitos: de paja, heno y ladrillo.
Lo sustentan con el dicho popular en Jalisco: Cría cuervos y tendrás muchos. Ya que si el correcaminos no ganó, es porque perdió o empató.
Tampoco es justo, como explican al pueblo en sus alegatos de defensa, que los tienen como perros de rancho… los amarran en las fiestas y los sueltan en las broncas.
Coinciden en su argucia legal y ética, pero poco moral, que el que tenga marranos que los amarre. El que no. Que ni mecate compre.
La profundidad en sus convicciones, llegan al grado de advertir que si no llegó… es porque no vino. Y si sí, llegan como las vacas: tarde y bien mamadas. O lo que es igual: Cuando hay… hay; cuando no hay… pos no hay.
Tienen toda la razón jurídica estos afables abogados al concluir, en uno de sus capítulos que: Pa’ que el barco flote, a fuerza tiene que estar en el agua. Y que todo lo hondo es bien profundo. Todo lo que es de aquí pa’llá es subida… de allá pa’cá es bajada.
No tenemos duda alguna y coincidimos en sus argumentos que agua que no corre: es charco. Lo que pasa, pasa y lo que no. Se atora. O que curva que se endereza: es recta.
Aquí solo hay de dos sopas y la de fideo ya se acabó. Coinciden en todo los expertos del voluminoso expediente que, dicen, les llevó seis meses armarlo. Y se aplauden cuando advierten en un pequeño paréntesis que P’a morirse, ¡hay qu’estar vivo primero.
Se quejan en sus espacios para beber café que el defensor y secretario de esa oficina de Los Pinos, jovencito también, llega tarde, pero sin sueño. Pero que al final de las deliberaciones del día o de la noche, solos o bien acompañados, refrendan que lo que está bien, no puede estar mal.
Coinciden con el supremo de que esta carretera, ni va ni viene; pero que la victoria queda p’allá.
Y en sus conclusiones que todo el pueblo, vaya los ciudadanos, ya aplaudieron a rabiar en los medios genuflexos, reivindican que donde comen dos comen tres, y hasta cuatro ¡Pero no llenan! Porque jamás las gallinas de abajo podrán ensuciar a las de arriba.
Que les quede muy claro a todos, tirios y troyanos. Y también a los ciegos, que para eso hay braille.
Luego de tan bien documentado razonamiento absolutorio, preguntaron a los muchachos que llevan el “asunto”, como acto final: ¿Lloverá a la noche?… Mañana te digo.
Casi es seguro que algún ministro, el más nuevo, tomará las sesenta mil hojas para crear jurisprudencia, por su claridad jurídica, ya que podrá justificarlo al decir que si las cosas no han cambiado, es porque siguen igual.
Luego de felicitar a la gente bonita de la pública función, o como se les llame, ofrecemos nuestra sencilla pero humilde conclusión:
Cuando veas un pelao con cara de buena gente, ¡es bueno!; Cuando veas uno con cara de tontejo, ¡es tontejo! Cuando veas uno con cara huérfano, ¡es un hijo sin madre! Y cuando veas uno con cara de sinvergüenza, ¡no le prestes!
Todos, sin excepción, son inocentes. Sí nos cumplen. Ya nos pidieron perdón, caramba.