El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Una clase de periodismo
Mientras la situación económica mundial seguía, la jornada del miércoles, rumbo al desbarrancadero y los mercados financieros y cambiarios se debatían en un tobogán de absurda incertidumbre, e idiota volatilidad, el colega, compañero, amigo y maestro, Ángel Trinidad Ferreira, de aquel Excélsior que marcó la diferencia en el periodismo de habla hispana en el mundo hasta la mitad de la década de los 70, ilustró a un pequeño comité de veteranos reporteros en torno a la historia del periodismo de las últimas seis décadas.
Mi querido Angelito, como le digo de cariño desde que compartíamos la redacción en el tercer piso de Reforma 18, recordó aquel periodismo de watchdogs tundemáquinas que los reporteros de aquellos gloriosos tiempos practicábamos en las calles y oficinas públicas y privadas de la gente que hacía historia: líderes obreros, campesinos, dirigentes empresariales, religiosos, sociales, movimientos populares y “subversivos”, culturales, educativos y la clase política y económica.
Uy. Yo tenía seis años de edad (1951) cuando Ángel Trinidad se iniciaba en este oficio de hurgar, abrir muy bien los ojos y parar las orejas para ganar la nota importante, de ocho columnas, cuando no había, ni nadie lo soñaba, las maravillosas ventajas tecnológicas de que goza actualmente buena parte de la humanidad y, en el caso, los noveles reporteros de los medios de información. Había que desnudar la realidad, denunciar injusticias como la terrible disparidad entre los ricos y las legiones de pobres, destapar las cloacas de la política.
Dice Luis Vidiegaray, el quién sabe por qué secretario de Hacienda y Crédito Público, que la economía nacional está muy bien pertrechada para hacer frente a las infames turbulencias de estos días en los mercados mundiales. No lo sé de cierto, como dice el poeta tuxtlense, el gran poeta chiapaneco, pero la economía real lleva por lo menos 30 años en crisis permanente, crisis que no puede afectar a privilegiados como Videgaray, porque nunca meten los zapatos en los lodazales de la pobreza, y mucho menos de la miseria e indigencia. No saben que es amar a dios en tierra de indios, donde ni dios acude a socorrer a los hambrientos. El Coneval acaba de confirmarlo. Que la situación social no ha cambiado en México desde hace mucho tiempo.
El aquellos años, cuando Angelito Trinidad fungía como voz de quienes no tenía voz desde las planas de aquel Excélsior, al cual todo reportero aspiraba a ingresar y ser de primera plana si no de ocho columnas, los economistas no tenían problemas para resolver los problemas de la economía. Pero en realidad quienes resolvían eran los políticos y en concreto el presidente de la república, sin cuyo permiso no operaban las leyes de la oferta y la demanda.
Entonces, por supuesto, el producto interno bruto era muy pequeño. Y periodistas como Ferreira se convertían en consejeros y confidentes de presidentes, secretarios de estado y gobernadores. Actualmente, sólo que agrandado el fenómeno, la ciencia económica, las leyes de la oferta y la demanda sólo operan en beneficio de las clases dominantes, porque los políticos, de todos los niveles, y de todos los signos ideológicos, incluidos los que se autocalifican de izquierda (también Morena) responden a intereses de grupo, de facción.
En los tiempos de Ferreira, nadie y menos los capitanes de la empresa privada se quebraba la cabeza averiguando por qué el peso se había devaluado. Muchos, muchos años, la moneda estadounidense valió 12.50 pesos por unidad. Hasta que el presidente Echeverría endeudó al país estratosféricamente (20 mil millones de dólares), aquella pequeña economía, no dio para más, tuvo que devaluar, un noviembre de 1976, cuando ya se disponía a entregarle la presidencia a su amigo, hermano, José López Portillo.
En ese contexto se hacía periodismo en México, yendo a las fuentes, directamente, sin grabadora, con unas cuartillas y un lápiz o un bolígrafo. Y por supuesto la memoria. La sagrada memoria. Que por lo que veo ya no se usa más en estos tiempos en los que Google le resuelve la vida al más perspicaz periodista. Ah. Más la memoria que los garabatos que uno escribía en el papel.
Emocionado, muy emocionado el querido Ángel Trinidad de contar un brevísimo párrafo de su fructífera vida reporteril. Después de Excélsior, el compañero incursionó como director de El Sol de México y destacó también como director de la televisión estatal.
Grandes periodistas de antaño que aún quedan vivos en este mundo. Ángel Trinidad Ferreira llevó a la primera plana de Excélsior ahora venida a menos columna Frentes Políticos. Desde aquí un homenaje al periodista, reportero, compañero, amigo, hermano.
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