Visión financiera/Georgina Howard
Hemos mencionado tres veces al jesuita e ingeniero Jorge Bergoglio y su peregrinar dentro del Vaticano y parte del orbe. Ha logrado modificar, en bien del humano, muchos capítulos oprobiosos.
Rescatado otros que ensombrecían la vida. Y demostrado, en unos cuantos años, que la amabilidad tiene tal fuerza que hasta el más embravecido mar se apacigua y se convierte en un remanso de paz y silencio, en el que brilla fulgurante el sol de la amistad.
Concluyamos esta encomienda razonada con la bendición del Sucesor de San Pedro, el Obispo de Roma, Su Santidad Francisco.
En la segunda guerra mundial, fue la única Orden que abiertamente se opuso al nazismo y al holocausto judío. Muchos jesuitas fueron perseguidos por eso. Torturados y asesinados en campos de concentración como el Padre y Beato Rupert Mayer SJ.
En Francia, un colegio internado jesuita, exclusivo para chicos, escondió y salvó a más de 50 niños judíos de las garras de la Gestapo.
«Amén», película dirigida por Costa-Gavras (2002), basada en hechos reales descritos en el libro El vicario, de Rolf Hochhuth, muestra el rol clave que tuvo la Compañía de Jesús para la defensa de judíos ante el Vaticano.
De hecho la Compañía de Jesús es un referente de diálogo. Es «Justa entre las Naciones» dice Israel, por su labor en contra del holocausto. Algo que pocas o casi ninguna orden católica hizo.
En los años setenta del siglo XX, su posición progresista y de izquierda se hizo poco evidente. Unas décadas antes decidieron no dar misa en latín y la decían en el idioma del lugar. Por eso jesuitas la daban en bantú africano, quechua (aquí lo hacían desde el siglo XVI), vasco, árabe, guaraní, chino cantonés, hindi, etcétera.
Decidieron no usar sotana y menos camisa con cuello de clerma. Esa actitud progresista se capitalizó con el recelo de dictaduras de derecha (seis jesuitas fueron asesinados en El Salvador por eso).
No estuvieron exentos de vincularse con grupos de poder. Aunque sus relaciones se basaron más en la enseñanza. Fueron famosos y conocidos por ser tradicionalmente los «educadores de las élites». Mayormente hombres y no mujeres. Sobre todo en Europa y Latinoamérica.
Es evidente que por sus aulas pasaron destacados intelectuales, políticos, científicos, artistas, militares y religiosos. Eso les permitía llegar a familias y grupos relacionados con el dinero y el poder. Pero formaron hombres que, lejos de continuar con los vicios y resabios de estos grupos, fueron más allá.
Quizás por esta razón, es que los jesuitas son conocidos como «lava cerebros» o como una mafia donde quienes han sido educados por ellos, se reconocen por ciertos rasgos, lenguaje corporal y forma de hablar.
Una especie de «secta» con decíres y hacéres propios. Existen «muchachos» de 70 años que en el Club, no dudan e insisten en ponerse una añosa camiseta color azul con el escudo bordado del jesuita Colegio de La Inmaculada. Es una orden muy global y de constante diálogo no sólo inter religioso sino cultural.
Incluso desde su fundación, les quedó claro ese asunto que ahora se llama «globalización». Ese dinamismo es quizás lo que explica que, aunque llegaron «tarde» a la América Española, (incluso 60 o 70 años después que los dominicos o franciscanos, en una década de operación en las colonias) triplicaron el patrimonio de los primeros.
En pleno siglo XVI, no dudaron los Padres fundadores de la Orden en enviar a sus primeros discípulos a lugares tan lejanos como China, India o Japón porque Sudamérica. El mundo entero, les quedaba chico.
Según Chris Lowney ex seminarista jesuita y banquero de inversión del JP Morgan, autor del libro «El Liderazgo al estilo de los jesuitas», uno de los factores de éxito de la Orden fue su movilidad permanente y apertura de mente frente a otras culturas.
La historia del Padre Matteo Ricci SJ que viajó a China, revela este liderazgo y dinámica inter cultural. Llegado al oriente, de inmediato tomó contacto con el emperador.
No era cosa fácil. Antes en Asia, la experiencia jesuita había resultado tenebrosa y de total fracaso: decapitaron en Japón a 22 jesuitas y martirizaron y torturaron a otro tanto en la India.
Pero el Padre Ricci se ganó el respeto y admiración del emperador al dibujarle un mapamundi donde colocó a China, por primera vez, en la cartografía mundial.
Sobra decir que Ricci era matemático, geógrafo y cartógrafo. La mente abierta de este jesuita le permitió también, trasladar el confusionismo a la praxis cristiana. Debió haber sido todo un éxito porque el emperador de China lo nombró consejero. Fue el primer y último caso, donde un occidental fuese «tutor» de un regente chino.
Se consideran cuatro los pilares fundamentales del éxito y del enfoque empresarial de los jesuitas:
1.- Conocimiento de sí mismo: Saber reconocer muy bien cuáles son las fortalezas, debilidades y valores de uno mismo. Tener un claro conocimiento del mundo y hacia dónde se quiere ir.
2.- Ingenio: Siempre innovar y al mismo tiempo adaptarse a las circunstancias de un mundo cambiante. Explorar nuevas posibilidades e ideas. Aprender de las otras culturas y darles su valor;
3.- Amor: Querer a los demás y tratarlos a partir de esa realidad. Siempre mantener una actitud positiva. Ganar a la gente por el amor y no el temor. Los líderes tienen confianza en sí mismos y la proyectan a los demás;
4.-Heroísmo: Despertar en uno mismo, y en los demás, grandes deseos. Fortalecerse. Y en los demás, aspiraciones heroicas.
Los líderes imaginan grandes futuros e impulsan a alcanzarlos. «No esperan el mañana. Lo construyen».
George Lucas, en una entrevista, reveló que -en su juventud- al conocer a un grupo de jesuitas en la Universidad de Fortham quedó maravillado por su forma de ser. Por cómo se movían. Cómo te convencían al usar palabras cariñosas antes que imperativas.
Francisco, como el primer Papa latinoamericano, argentino de nacimiento, jesuita, asume este modelo, no sólo desde lo religioso, sino también en lo empresarial. Cotidianamente se comprueba, desde el instante que el Sínodo Vaticano lo ungió como el Obispo de Roma, sucesor de San Pedro.
Tiene el Papa Francisco el carisma de San Ignacio de Loyola. Y es, creemos, la gran adquisición de la Iglesia Católica.