Abanico
Anexión para el saqueo de Chiapas
Los políticos del viejo PRI le vendieron a los chiapanecos el cuento de que Chiapas se federalizó. Más los chiapanecos no se dieron cuenta del momento en que dejaron de ser chiapanecos y pasaron a depender de los gobiernos mexicanos. La verdad es que el estado sureño fue anexado por obra y gracia de los barones de aquel tiempo, de hace 191 años.
Este lunes 14 de septiembre los chiapenses, como castizamente se les debería de llamar, cumplieron 191 años de tener la nacionalidad mexicana. Muchos, al calor de la mediática, se sienten muy mexicanos, pero cuando los halla uno en cualquier país del mundo, se sienten muy chiapanecos. Beben pozol en jícara, cachito, carne tártara, chanfaina, olla podrida o tamalitos de jacuané o pictes de elote.
Antes de aquel 14 de septiembre de 1824, Chiapas era un estado independiente de España. Logró su emancipación el 28 de agosto de 1821 (también sin que se dieran cuenta los chiapanecos de abajo), casi un mes antes de que el llamado ejército trigarante entrara a ciudad de México el 27 de septiembre del mismo año.
Importante es aclarar que la decisión de anexarse al imperio mexicano no fue de los campesinos chiapanecos (la inmensa mayoría de la escasa población de los 75 mil kilómetros cuadrados que mide la entidad estaba integrada por indios campesinos ni idea tenía siquiera), sino de las exclusivísimas clases dominantes de la época: ministros católicos (obispo y curas de misa y olla), y caciques hacendados principalmente, que eran quienes decidían sobre la vidas (si es que podía llamárseles vida) y haciendas (que no poseían nada) de los paupérrimos indios mayas. Imagine: los señores gozaban casi por ley del derecho de pernada. Y los curas, del derecho a tener sobrinos y ahijados de catequistas y jovencitas incautas. Y no me lo pueden negar. Me consta.
Contra quienes afirman que lo que ellos llaman federalización le permitió a la entidad avances en materia económica y social, la verdad es que luego de la anexión vino el saqueo, que no ha parado ni parará en el tiempo.
Los recursos naturales del estado fueron – y siguen siendo – presa de la codicia de virreyes y encomenderos, entendiendo por virreyes a los gobernadores que han desgobernado la entidad y encomenderos toda la punta de facinerosos que se ha enriquecido a costa de la fuerza de trabajo de la naturaleza chiapaneca.
Los pueblos y comunidades indígenas, todos, fueron echados a las laderas de las montañas y, ya desde la colonia, los hombres blancos y barbados, y luego los políticos del PRI, y ahora los paniaguados oportunistas del partido verde, se agandallaron las tierras, las mejores tierras. Y las mejores tajadas del pastel de la economía chiapaneca.
La indiada, como le diría un auténtico coleto, es un mal que apesta y que sólo sirve para la explotación y la generación de votos para los partidos de este cacicazgo político, que se adueñó de una revolución que intentó ser justiciera, pero que se quedó en la mediática del periódico oficial. En Chiapas, encabezada por Los Mapaches (carrancistas), la punta de lanza de los hacendados y caciques. Una revolución al revés.
Los Veneros del Diablo han sido saqueados por la otrora empresa estatal, Petróleos Mexicanos, sin que resarciera ésta con atractivos beneficios, sobre todo de creación de fuentes de trabajo, para acabar con la pobreza, y pagar los espantosos daños ecológicos que ha causado la búsqueda y la explotación de tales veneros que han sido una maldición principalmente las zonas petroleras. Ya me vas a decir que estoy equivocado…
El desarrollo económico se ha centrado en una actividad eminentemente comercial, sin afanes de un lucro más productivo como lo es la instalación de grandes plantas industriales.
Campos paradisiacos, en donde crecía todo, alimentos extraños y ricos, ganadería, granos, aguas termales medicinales, tierras pródigas fueron destruidos por la acción irresponsable de los gobiernos federales para construir grandes presas, por una parte para evitar las espantosas inundaciones que sufre el vecino estado de Tabasco, y luego para aumentar la capacidad de generación de energía de la Comisión Federal de Electricidad, ahora al servicio de los poderosos inversionistas extranjeros.
Y desde hace algunos años, la maldición de las empresas mineras, sobre todo canadienses, que inmisericordemente destruyen los ecosistemas, con la anuencia de los gobiernos. Es indignante la destrucción que han perpetrado en la geografía chiapaneca tales empresas, engordando la cartera de políticos corruptos e impunes.
Gobiernos estatales van y vienen (con decirle que hace años decía que gobernar a Chiapas era un castigo. Imagine), entran pobres y salen multimillonarios. Camadas de nuevos ricos que se ensañaron y siguen ensañándose en contra de las mayorías pobres y miserables del campo y las montañas chiapanecas.
Y el futuro no es nada halagador. Todo lo miden los políticos de acuerdo con la ganancia. Y no verá usted un pleno desarrollo intelectual entre las mayorías. Sólo un mínimo porcentaje va a las dos principales universidades estatales. Pero el estado expulsa a sus mejores hombres y mujeres, porque las oportunidades locales sólo se dan para los potentados.
Y ahora. En estos tiempos de grandes infortunios. Se agrega uno más, del que no estoy seguro de que se den cuenta las mayorías chiapanecas: la apropiación del gobierno por jovenzuelos (yuniors) oportunistas, sin principios éticos, sostenidos por los tentáculos del PRI, del partido verde, negocio sucio y criminal de la familia González Torres.
Estas pinceladas, agrias pinceladas, pero verdaderas, son las que pintan la “federalización” de Chiapas, que fue celebrada este lunes por la élite política. Y en manos del verde ecologista, muy pronto, óiganlo bien, la geografía chiapaneca quedará sembrada de acahuales. Si pudieran pavimentar lo que queda de la selva, júrenlo que lo harían.
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