Descomplicado
Hay una pregunta que en algún momento surge a lo largo de nuestra vida y es imposible rehuir o enmascarar: ¿para qué estoy aquí?, ¿cuál es el propósito de mi vida? Y cualquiera que sea nuestro marco referencial, expectativas y vivencias la respuesta estará en servir a los demás.
Encontrar verdades, curas, esperanzas, belleza o certidumbre, en permitirles desplegar sus propios dones, en dotarlos de herramientas para construir sus propias verdades…dar es la clave del sentido de la vida. Paradójicamente la sociedad nos plantea en el día a día una respuesta más simplista e irreal: ser feliz, con una felicidad dibujada por un sistema y sus publicistas, por consumismo exacerbado e ideas sin sustento. La “felicidad” se plantea como disfrute perenne, sensorial, limitado. Nunca abarca el mundo interminable de la construcción e ideas, no toca las emociones que emergen bajo la piel, sino que limita el concepto al estereotipo de juventud, belleza y gozo efímero. El ser, con su preciosa unicidad y talento, se constriñe a un “ideal” prefabricado.
En ese mundo idealizado, donde se borra la personalidad e individualidad, donde se ignora que cada uno de nosotros cumple una misión única para cada ser en este plano de vida, la misma simpleza aniquila la felicidad. No es posible el disfrute con libretos robados a la esencia. No es posible sonreír verdaderamente cuando los motivos para hacerlo tú, como ser único, no los elegiste.
Pero en medio de tanta vacuidad y sueños impuestos, siempre existe una pequeña rendija donde logras vislumbrar quién eres y que anhelas. Reconoces un talento único que pones al servicio de otros y descubres que tus habilidades siempre son para realizar lo que verdaderamente amas. Y eso, siempre, beneficia a los demás, a los “otros” que de alguna manera eres tu mismo.
Si te quitas las telarañas de lo ideal y dejas de perseguir los señuelos falsos de felicidad que te plantean intereses de un sistema, encontrarás que la vida idílica no está en la moda del momento ni en cantidades estratosféricas en el banco, mucho menos bajo el bisturí de un cirujano plástico, sino en el glorioso instante en que respiras, das un paso y emerge una idea.
La felicidad está en la cotidianeidad, en una sonrisa verdadera, en el feliz descubrimiento de quién eres y que deseas de la vida. En dar algo de ti a otro. Y ese “algo” muchas veces, la mayoría de las veces, es parte de ti mismo., porque al dar revelas tu esencia, redescubres para ti la misión y sentido de tu valiosa vida.