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Sí, invoquemos de nuevo a Manzanero, para proseguir con la historia de los mayas. Como preámbulo repasemos dos estrofas, al inicio y al final, de su repertorio, muy de acuerdo: Parece que fue ayer…
“Parece que fue ayer, cuando te vi aquella tarde en primavera
Parece que fue ayer, cuando las manos te tomé por vez primera.
Soy tan feliz por haber vivido junto a ti por tantos años
Soy tan feliz de disfrutar algunas veces tus regaños.”
El romanticismo de hoy pudiera contrastar, según los sabios, con la violencia de aquél entonces. Leamos el porqué de nuestra aseveración, legal.
Los primeros estudios afirmaban que eran un pueblo pacífico, sin embargo, investigaciones de los últimos 8 y 10 años con glifos, pinturas y escritos señalan que sí eran «sangrientos».
Se decía que no porque no había pruebas, pero ahora las hay; sus sacrificios eran para pedir o agradecer por cosechas, lluvia, salud, como muchas otras culturas.
También se sacrificaban, con tatuajes y perforaciones en el cuerpo. Algunos sacrificios terminaban en los templos, pero eran muy específicos, en ciertos rituales con prisioneros de guerra y personas designadas para sacrificarse.
Contrario a la creencia que señala que los mayas se extinguieron, la población no «desapareció». Miles de sus descendientes aún viven en la región, y muchos aún hablan alguno de los idiomas de la familia maya.
Lo que sí desapareció fue el esplendor de la civilización siglos antes de la llegada de los españoles.
Las teorías más aceptadas del por qué dejaron de ser un gran pueblo señalan a la sobrepoblación, la explotación de recursos naturales y la sequía.
Por la concentración de población y el uso excesivo de los recursos naturales se dio un desequilibrio económico, enfermedades, epidemias y se fueron de las ciudades» Lo demás fue simple: Llegaron los españoles y encontraron grupos divididos y hostiles entre sí, sencillos de someter.
Platiquemos sobre las impresionantes ciudades de la civilización maya. Su descubrimiento provoca fuerte sacudida en la visión euro centrista de la Historia, que pone en cuestión la presunta superioridad de la herencia clásica greco-latina.
Por caminos paralelos e independientes, los pueblos indígenas del continente americano conformaron desde la antigüedad culturas muy complejas, avanzadas y distintas entre sí.
Entre estos pueblos, fueron los mayas de Mesoamérica los que llegaron más lejos en el desarrollo de formas organizativas.
Permitieron el florecimiento de una sofisticada civilización, llevada a puntos culminantes del urbanismo, la arquitectura, las artes plásticas, las matemáticas, la astronomía, la escritura y la ingeniería agrícola.
Que se desvaneció en poco tiempo por causas aún no bien explicadas.
Los mayas o los hombres de maíz se ubicaron en estas tierras hace más de 13,000 años. Es aquí en donde aprendieron a elevar sus espíritus a las estrellas, bañarse en su luz y comprender sus deseos e influencias.
Para esculpir sus estelas y documentar su historia construyeron sus templos en honor a sus dioses. Vestigios que aún quedan y siguen en descubrimientos.
Con el aroma de las orquídeas y las bugambilias, entre volcanes, ríos, lagos, océanos, cuevas y cenotes construyeron más de tres mil sitios, practicaron sus rituales, se bañaban en vapor y crearon una gran civilización.
Y como escribió frente a su piano don Armando, mi amigo, nos despedimos de Yucatán y su hospitalaria gente, con los últimos versos del poema:
“Parece que fue ayer, eras mi novia y te llevaba de mi brazo.
Parece que fue ayer, cuando dormido yo soñaba en tu regazo
Soy tan feliz pues eres y sigues en mi vida la fragancia,
En nuestro amor nunca ha existido la distancia.
Que Dios te guarde por hacerme tan feliz.”
Esos son los mayas. Esplendor de una raza que sobrevive, pese a la que se apropió el calificativo de “Casta Divina”.