Juego de ojos
Guarda el CEHM las fuentes originales sobre la conquista de México
Un momento notable en la historia de la humanidad, como se considera la conquista de México-Tenochtitlán, fue narrado de forma erudita y amena por la doctora Ana Rita Valero de García Lascuráin en una conferencia sobre el tema, dentro del ciclo 50 años recuperando historias, organizado por Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim, como parte de la celebración de su medio siglo de vida.
La también directora del archivo histórico del Colegio de San Ignacio de Loyola, conocido como de las Vizcaínas, reconoció la labor del CEHM para salvar los documentos, los libros, las letras antiguas de México, preservarlas, protegerlas, repatriar las que estaban fuera y luego ponerlas a disposición de los investigadores con el propósito de tratar de comprender mejor a este país.
Valero de García Lascuráin refirió que en cuanto a material sobre la Conquista, el CEHM tiene guardados documentos excepcionales como una carta de Isabel la Católica, una ordenanza de Cristóbal Colón y el testamento de Nuño Beltrán de Guzmán, pero “lo que verdaderamente me impresiona de los tesoros que están en el Centro son las Cartas de Relación de Hernán Cortés y la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, que tienen aquí en su primera edición”.
Y es que Cortés y Díaz del Castillo nos abren la ventanas de la historia de par en par para asomarnos a uno de los momentos más críticos que se hayan sufrido en estas tierras, como fue la Conquista, dijo.
Como el tema de su conferencia fue ‘Una visión de la conquista de la Ciudad de México’, la doctora en antropología por la UNAM invitó a los asistentes a oír las impresiones, recuentos, angustias -que las tuvieron y muchas-, miedos -que sufrieron constantemente- y al escuchar a ambos acercase un poco más a la intensa complejidad de la historia de México.
Hay que recordar, dijo, que Cortés escribió las Cartas de Relación en el momento mismo de los hechos, cuando aún estaba en funciones Tenochtitlán, la ciudad más importante del continente americano, la más poblada, con sus palacios, su templo mayor pintado de mil colores, con sus alfardas, con sus gradas todavía manchadas de sangre de los sacrificados.
En su relato el conquistador español describía por primera vez las maravillas del México antiguo, permitiendo así a los azorados ojos del intelecto europeo enterarse de que aquí existía una cultura brillante, próspera, milenaria, de la que ellos no habían tenido ninguna noticia; además explica los pormenores de la ocupación misma, pero cuando todavía estaban sangrantes las heridas de la guerra, cuando todavía no acababan de enterrar a sus muertos e indica los detalles de los combates y la estrategia que diseñó para doblegar al Estado más poderoso de la América media.
Esta hazaña la consiguió manejando una diplomacia finísima, muy bien pensada, con la que logró una serie de alianzas con los enemigos de Tenochtitlán, apoyado en su brillantez diplomática, y aplicó una táctica militar diseñada de manera expresa para conquistar a México. Cortés fue un estratega realmente vanguardista, que con la combinación de ambas estrategias obtuvo para el imperio español más de dos millones de kilómetros cuadrados de nuevos territorios y más de 20 millones de nuevos tributarios: los indios de México.
Valero de García Lascuráin –quien también es maestra en etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia- comentó que Díaz del Castillo, a quien han llamado “el historiador de la Conquista”, lo es porque al haber participado en absolutamente todas las campañas pudo ir entretejiendo cada uno de los episodios, las peripecias y las andanzas de aquella gesta, cuya trascendencia transformó radicalmente al mundo indígena.
La académica hizo un recuento minucioso desde el desembarco de Cortés en 1519 frente a las costas de Veracruz, a la altura de San Juan de Ulúa, la noche del jueves santo, en navíos en los cuales venían más de 500 soldados, unos 100 marineros y 300 indios del Caribe para el servicio; también traían una docena de mujeres españolas acompañándolos, así como caballos, piezas de artillería y una gran cantidad de armas entre ballestas y fusiles, hasta la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, que marcó el fin de una era, el ocaso total de una cultura la mexica-tenochca, porque lo que no se destruyó en ese momento se mandó demoler deliberadamente meses después, de manera que no quedó piedra sobre piedra.
Después de su charla con descripciones precisas sobre la belleza del complejo lacustre y boscoso del Valle de México que contempló Cortés -cuyos caballos dejaron azorados a los nativos-, así como de los fastuosos atuendos de los tlatoanis mexicas y del devastador sitio de Tenochtitlan, que dejó sus calles sembradas de cadáveres, la doctora Valero de García Lascuráin convocó a los presentes a consultar directamente las fuentes en el archivo sobre la Conquista que guarda el Centro de Estudios de Historia de México.