Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Marihuana, Marihuana…
Marihuana, palabra que produce pánico en muchos espíritus moralistas que devienen en inmorales, pero que a muchos también proporciona un placer de iluminados por una gracia otorgada por alguna ignota divinidad, y a otros cura de muchas enfermedades y duras dolencias.
Hace muchos años, mucho más de medio siglo – lo recuerdo como si hubiese sido ayer -, la yerba maldita era muy familiar en las casas de familia.
Permanentemente había una botella de marihuana macerada en alcohol del 96, de ese que puede beberse porque es natural y no está degradado, y porque se puede tomar ya no lo expenden en el mercado farmacéutico, como si la prohibición fuera el mejor camino para imponer una moralidad que es más que nada una inmoralidad cometida por los que detentan el poder político y el gobierno bajo el pretexto de preservar la salud humana. ¡Pamplinas! ¡Cuánta hipocresía!
En aquellas épocas de los 40 y 50 los únicos comercializadores ilegales de la marihuana eran los miembros de la soldadesca. El negocio era de los generales y de los mandos medios, que invertían en la siembra, cultivo, cosecha y comercialización de esa hierba que ha sido ensalzada por las divinidades y condenada por los seres diabólicos del negocio sucio y del lavado de dinero.
Y gracias a la prohibición, a la penalización de su consumo, la yerba ha sido una de las mercancías más preciadas de los comerciantes de lo ilícito, que tienen un inmenso mercado en los Estados Unidos de América, mercado que poco a poco irá decayendo debido a que el consumo de la droga ha venido siendo despenalizado en muchos estados de la unión.
Eso pasa siempre con las drogas. Es una ley de la ciencia económica. Mientras más escasea un producto es mayor su precio al consumidor. Y como la yerba está prohibida pues los narcotraficantes siguen haciendo su agosto en dólares, miles de millones de dólares, con el contrabando. Otro tanto, y más ocurre con las drogas duras como la cocaína y los derivados de los precursores químicos.
Hace un tiempo, corría el sexenio del señor de la casaca guanga, un personaje de nacionalidad china, que creo se llama Yen Li Gon, causó un gran escándalo porque comerciaba con una sustancia muy buena para curar enfermedades y mitigar dolores agudos, La pseudoefedrina que era la base de tales medicinas.
En aquel entonces discutí con un funcionario del sector de procuración de justicia, reclamándole la prohibición de tal sustancia. Yo sufría de un intenso dolor de cabeza llamado Migraña y el medicamento que me calmaba el lábor ex cÁpite contenía como sustancia activa un gramaje de pseudoefedrina. El funcionario, importante en su momento, me regaló un medicamento libre de la pseudoefedrina, pero le hizo lo que el viento a Juárez a mi dolor de cabeza.
Ahora, pareciera que las cosas están cambiando. Los dioses del teocalli mexicano me escuchen. Si se despenaliza la marihuana tanto para uso médico como para uso de ese que se llama lúdico, vamos a matar dos pájaros de un tiro. Se va a respetar la libertad humana, ese libre albedrío con el que cada ser humano viene a este mundo, y que gracias a una buena educación, no la de la reforma de Peña, le permite tomar decisiones informadas, muy bien informadas, sobre su vida, su salud y su muerte.
Vamos a ver si es cierto. Por lo pronto los ministros de la Suprema ya están a punto de coger al toro por los cachos. El gobierno del Distrito Federal, en voz de Miguel Ángel Mancera Espinosa, jefe de gobierno, se dice estar ya listo para el uso médico de la marihuana, que ya es un gran avance. Los representantes de la partidocracia discrepan, pero ya no se oponen. Ni el PRI ni el PAN, que son los de la derecha.
Los ministros de la Suprema Corte ya se comprometieron a debatir el caso. Inscribieron en listas el tema para la semana que viene, entre el lunes 2 y el 6 de noviembre. Pero seguro que quienes se oponen a la despenalización de la marihuana emprenderán una endemoniada campaña de medios para desprestigiar a quienes están a favor del debate.
Veremos de qué cuero salen más correas. Debo dejar asentado que este escribidor está a favor de la despenalización. Cuando el alcohol estaba prohibido en Estados Unidos, las bandas de la delincuencia organizada bañaron de sangre a las grandes ciudades donde debatían con las armas las bandas de traficantes. Apenas el consumo de alcohol fue despenalizado se acabó el negocio sucio, el crimen, el derramamiento de sangre y las ejecuciones.
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