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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chis, 1 de noviembre de 2015.- El sacerdote Alejandro Solalinde afirmó que “los derechos humanos son letra muerta. Estamos viendo que hay una regresión de los derechos humanos, estamos muy lejos de reconocer una cultura de estos derechos y para protegerlos, también estamos muy lejos”.
Al disertar la conferencia los “Derechos Humanos y Dios”, en Casa de la Enseñanza, afirmó que si el Estado no vela por estos derechos, la misma sociedad debe hacer valer estos derechos, pero no debemos estar dormidos, inertes, ante constantes violaciones a nuestros derechos humanos”.
El polémico sacerdote, defensor de los migrantes, indicó que en pleno siglo XXI, pareciera que apenas estamos saliendo de las cavernas, como en aquellas épocas en que no había libertad de conciencia, la Iglesia controlaba todo y a muchos libertadores hasta les costó la vida, por sus ideas libertadoras”, y agregó:
“Hasta los excomulgaban, la iglesia mangoneaba la conciencia, la iglesia era árbitro decidía que sí y que no”.
Al hacer un recorrido histórico de los derechos humanos, en el que resaltó los periodos de la Edad Media, la Revolución Francesa, parteaguas del reconocimiento de los derechos humanos en el mundo. Solalinde, destacó el papel que jugaron algunos libertadores en el país, entre estos Morelos y Miguel Hidalgo, reconocido este último como el padre de la independencia de México.
El Estado atenta contra estos derechos, no solo debe respetarlos, debe hacerlos cumplir y cuando el estado no vela por estos derechos, es cuando entran la sociedad civil, a través de la organización, a través de las organizaciones no gubernamentales, las ON´G, para denunciar estos atropellos, por eso el papel que juegan es fundamental, indicó.
Agregó que hoy vemos que los derechos humanos están plasmados pero sólo en papel y de nada sirve que se diga que haya derechos, si la misma sociedad no los defiende. En el acto se señaló que Ayotzinapa, Tlataya, Acteal, entre otros casos, son ejemplo, de que nuestros derechos están siendo violentados en su máxima expresión ante una sociedad apática para hacerlos valer ya sea por miedo o por indiferencia.
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