Abanico
El gato y el ratón
(Es cierto: primero Dios hizo al hombre. Después tuvo una idea mejor: la mujer.)
Los marinos capturan a don Joaquín Loera, el Chapo Guzmán. Y el gobierno lo anuncia con tal bombo y platillo que parece la renovación del país.
Bueno hasta nuestro joven mandatario, que estrena nuevo avión para sus viajes se viste lujosamente –no nos fijamos si traía la Banda Tricolor— para hacer el anuncio. Como si tal vulgar delincuente que se ha burlado en múltiples ocasiones de nuestras autoridades, — ¿nuestras? Volvemos a preguntar—, fuera tan importante.
Que los hizo ver su suerte, ni hablar. Que se burló de ellas, ni modo. Pero la sospecha de repartir mucho dinero entre ellas, para hacer su túnel, sigue vigente.
Qué barbaridad. Parece la llegada de un nuevo rey mago, al que reclama con vehemencia nuestro vecino país del norte, para, dicen, sí castigarlo. Y usarlo de “soplón” a cambio de un trato “digno, correcto y lleno de amabilidad”, como en las películas
Tele, radio, prensa, en fin, todos los medios tuvieron —tienen— tal desenfreno con la vuelta del famoso “Chapo”, que despliegan las felicitaciones, habidas y por haber, de todos los países del mundo por tal proeza policiaca.
Para qué, insistimos, tanta publicidad a la detención en su tierra, Sinaloa. Específicamente Los Mochis, para quienes llegaron del mar para salvar a los de tierra. Como si toda la lacra oficial concluyera con la aplicación de la ley.
El señor Joaquín Guzmán Loera es nada más y nada menos que un narcotraficante que envenena al pueblo. De ninguna manera algún personaje enaltecedor. Que conste. Pero distrae la atención del Jefe de la Nación para anunciar su regreso a prisión.
Ya cumplimos”, pueblo querido y respetado.
Luego de esta pequeña y respetuosa digresión regresamos al pan nuestro de cada día.
Si ya lo entendiste, qué bueno. Porque ahora te platicaremos algo terrenal. No del Olimpo: Diariamente lo contemplamos, lo vivimos, pero como muchos o casi todos, ya nos acostumbramos. Mejor repetirlo. Veamos, con tranquilidad y calma.
El pobre trabaja. El rico lo explota. El soldado defiende a los dos. El contribuyente paga a los tres.
El vago descansa, por los cuatro. El borracho bebe por los cinco.
El banquero estafa a los seis. El abogado engaña a los siete. El médico mata a los ocho. El sepulturero entierra a los nueve.
Mientras tanto el político vive de los diez.
Parece broma, ¿verdad?
Pero medítalo, estúdialo y si no le entiendes, te platicamos otra vez, la anécdota del gato y el ratón. Y de pilón del capo, para no decir chapo.