Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Omisiones y deficiencias en la desaparición de jóvenes
Qué clase de nación somos si no podemos darles educación y trabajo seguro a nuestros jóvenes. Y ahora a quienes estudian y laboran no podemos brindarles seguridad y son objeto de secuestros. En algo hemos fallado todos, tanto la iniciativa privada como las diversas instancias públicas y poco y nada aprendemos de nuestros errores y verdades históricas.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en voz de su presidente Raúl González Pérez, señala omisiones y deficiencias en la desaparición de nuestros jóvenes, agregaría corrupción e impunidad, además de un valemadrismo generalizado.
El tema de los desparecidos en diversas partes del país es aterrador, detrás de cada uno hay decenas de miles de tragedias. La tortura y el terror que viven al ser levantados o secuestrados y fieramente torturados. Madres adoloridas, padres atormentados, hermanos mortificados, y toda una familia destruida, devastada por la falta de uno de sus integrantes, quien saliera un día de su casa al trabajo o la escuela y nunca más retornó.
Una herida que nunca cerrará, pues ni siquiera hay cadáveres para llorarles y sepultar en santa paz.
Inicia entonces la búsqueda por hospitales, servicios de emergencia, corporaciones policíacas y nada del paradero del desaparecido. Entonces el tormento y los pensamientos funestos: ¿fue levantado, secuestrado, sufrió algún accidente, habrá perecido? Y más de aquellos pensamientos o presentimientos que llevan al insomnio, al ayuno, a la desesperación, a las decisiones equívocas. A todo aquello que mal aconseja la desesperanza y el dolor. Un dolor profundo que no cesa.
En los cuerpos policíacos los desesperados no tienen ayuda, ni respaldo, pues como se ha comprobado en muchos casos, están coludidos con las narcobandas y operan los mismos levantones.
Así vemos que en Veracruz no son sólo los cinco jóvenes secuestrados por policías estatales y posteriormente entregados al crimen organizado, sino que son cerca de un centenar, los cuales -dijeron los familiares- no han denunciado su desaparición porque las mismas autoridades judiciales los han intimidado para no hacerlo.
Desde Chihuahua y Sinaloa, las autoridades judiciales declaran con desparpajo que los desaparecidos son en su mayoría gente relacionada con la guerra entre las bandas del crimen organizado, pero no todos lo son pues muchos han sido víctimas que nada tienen que ver en esas cruentas batallas y conflictos.
Quizás como lo reporta desde Chihuahua, Juan Pablo Becerra Acosta, el caso más extremo es el que acontece allá. Informa sobre 309 desaparecidos documentados en Ciudad Cuauhtémoc del 2008 al 2015, es decir: 20 por ciento de los extraviados por aquellas tierras. La causa principal es la guerra entre narco bandas, fundamentalmente la que escenifican los cárteles de Juárez y Sinaloa.
Y así, ante la indiferencia o colusión de los cuerpos policiacos municipales y estatales, los levantones están al orden del día.
Empero, entre los desaparecidos también se cuentan mujeres jóvenes levantadas para servir sexualmente a los sicarios que luego las desechan como basura o son sacrificadas violentamente. También en la larga lista hay gente productiva desaparecida por no querer pagar derecho de piso o jóvenes campesinos que son llevados a lugares apartados para la siembra y cosecha de enervantes.
Y por supuesto no podemos olvidar a los 43 jóvenes desaparecidos en la triste y lamentable Noche de Iguala: los estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, plagiados por policías municipales y entregados a una de las bandas criminales que en aquella entidad operan. Sus padres aseguraran que las pesquisas en la investigación sobre el paradero de sus hijos son lentas. En tanto que la comisión independiente ha tenido que luchar contra corriente. El hecho contundente es que hace 457 días que no se sabe el paradero de estos jóvenes y la verdad histórica ha sido hecha añicos.
Los casos se multiplican a lo largo y ancho de país, las denuncias no siempre son presentadas ante las autoridades ya sea por miedo o desconfianza en las mismas. La tragedia no sólo continua sino se extiende y la omisión, las deficiencias en las investigaciones son la constante.
A la Noche de Iguala y sus 43 normalistas desaparecidos se suma ahora, la noche de Tierra Blanca, Veracruz y sus cinco jóvenes secuestrados. Y si los padres se organizaran y denunciaran, la lista sería interminable.
Mientras tanto ahí están ellos, secuestrados, sin rastro.