Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Las grandes metrópolis y los reglamentos de tráfico
A lo largo de la historia del hombre (homo sapiens sapiens) nos hemos organizado en grupos como seres sociales, en cierta forma es intrínseco a nosotros, basta recordar a Aristóteles con su concepto del ζῷον πoλιτικόν (Zoon politikón o animál político) para describir al hombre como un animal social por naturaleza. En los albores del desarrollo de la humanidad, los grupos han crecido y decrecido por factores como nuestra capacidad de sobrevivencia, el clima, la disponibilidad de comida, las enfermedades y otros factores.
Lo cierto es que a lo largo de la história difícilmente se habían alcanzado zonas urbanas que aglomeraran tantos individuos como en la actualidad. Por ejemplo, en la edad de bronce (800 años A.C.), la ciudad de Tebas en Egipto logró contar con alrededor de 70,000 habitantes. Londres tendría en la Edad Media (1500 D.C.) entre 50,000 y 100,000 habitantes superada por Tenochtitlán en México y Cuzco en Perú con alrededor de 250,000 a 300, 000 habitantes cada una. Actualmente las ciudades de México, Săo Paulo, Tokio y Delhi son ejemplos de áreas metropolitanas con un rango de 15 a 28 millones de habitantes.
Hay muchos factores que han contribuido a que este fenómeno de concentración ocurra y uno de ellos es la falta de planeación. La población se aglomera en forma desordenada y no existen ni planes de desarrollo sustentable ni leyes derivadas de la necesidad de evitar depredar el único planeta que tenemos para vivir. Entonces, ante la necesidad de convivir con una mayor calidad de vida, surgen soluciones coyunturales que llevan al desgaste del tejido social, como es el caso del reciente reglamento de tránsito de la Ciudad de México.
Ante este escenario de soluciones que demuestran ser inadecuadas o incompletas surge una pregunta obligada para la Ciencia del país:
¿Podemos desde la Ciencia crear herramientas para ayudar a quien debe tomar las decisiones para generar políticas que ayuden a la humanidad a resolver este problema?. Por supuesto que sí, pero la salida científica no siempre sabe imponerse a las demás, quizá le falte ser un tanto más política para lograrlo.
En fin, regresando a donde estabamos, existe un Centro de Investigación en el Colegio Universitario de Londres (UCL) que se dedica exclusivamente a la generación de modelos para presentar propuestas de planeación entre otras cosas, sobre crecimiento urbano, al gobierno londinense.
En lo particular yo misma he trabajado en el tema. Durante una estancia en la Universidad Hümbolt en Berlín escribí en mi blog suemirodriguezromo.org una serie de reflexiones bajo el título general de Eine Kleine Odysse (una pequeña odisea) cuya V entrega se dedica al tema, incluyo dos videos generados en colaboración con el Dr. Roberto Murcio en Londres y una servidora desde la Ciudad de México. Estos videos describen la forma en que la ciudad de Londres hubiese evolucionado suponiendo dos lugares fundacionales diferentes al que históricamente pudo tener, de esta forma podemos estudiar el pasado, al comparar el resultado de la simulación de nuestro modelo con la realidad actual y descubrir dónde nació Londres bajo la lupa de la modelación y simulación matemática.
Este tipo de herramientas pueden ser invaluables para la generación de políticas públicas de alto impacto y sobre todo, para lograr beneficios que trasciendan los gobiernos e impacten de manera positiva a varias generaciones.
¿Qué hacemos generalmente cuando ya tenemos el problema encima para resolverlo? La tentación de parchar y tomar decisiones coyunturales es mucha pero hay que resistirla, no es que el reglamento esté intrínsecamente mal, es que no forma parte de un plan de desarrollo urbano congruente, único y basado en la Ciencia ni en el conocimiento acumulado de lo ya intentado y la evaluación de sus resultados. Para lograr esto tenemos que poner a la ciudadanía por encima de la política de corto alcance y fomentar una colaboración entre las distintas instancias para lograr el bien común con políticas que un buen amigo mio calificaría como de Estado, es decir, duraderas y visionarias basadas en el conocimiento. A final de cuantas de ésto se trata la sociedad del conocimiento que buscamos crear.
Así podríamos resolver problemas de una manera más efectiva, reduciríamos –por ejemplo- la densidad del tráfico con sistemas más eficientes, o podríamos fomentar el uso de captación pluvial para atender la demanda de agua en los sanitarios de los diversos edificios de la ciudad. Sin embargo, resolver este tipo de problemas de maneras más inteligentes resulta poco atractivo no sólo por su costo monetario, sino porque suele involucrar sistemas o instituciones que evolucionan o se adaptan poco a las nuevas condiciones, como puede ser el sistema educativo por mencionar alguno.
Dejo aquí la reflexión esperando el eco de su valiosa opinión siempre bienvenida en mis redes sociales. Hasta la próxima entrega y recuerden que pueden sugerir temas científicos a tratar o bien dudas que con gusto resolveré si están dentro de mis posibilidades.