Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Aprendamos a pensar
Cuánta razón tiene quien afirmó que «el cinco por ciento de la gente piensa, otro diez por ciento de la gente piensa que ellos piensan, y el 85 por ciento preferiría morir antes que pensar”. Esto sucede en nuestro México actual. Quién lo duda, preguntamos.
Se deja a la computadora pensar por nosotros. No hacemos el menor esfuerzo por, al menos, recordar quién es, cómo se llama o dónde vive alguien que nos interesa.
Vamos a invocar diversos ejemplos que servirán para modelar nuestra existencia. Coincidimos con la mejor voluntad del mundo con Thomas Edison, cuando advirtió:
“La ignorancia de los hechos, la ignorancia de las matemáticas, la ignorancia de la historia, la ignorancia de la realidad y la ignorancia de los ignorantes en que nos hemos convertido como nación, nos han preparado para una caída épica y, en cierto modo nos merecemos todo lo que nos ocurre”.
Es casi como si nos encantara revolcarnos en nuestra ignorancia como una cerda gorda perezosa en un agujero de barro. Los políticos son capaces de retener su poder, el control y enormes riquezas mal halladas, porque los siervos educados por el Gobierno somos demasiado ignorantes para reconocer las contradicciones evidentes en la propaganda que están inundado diariamente por los medios controlados por el Estado.
«Cualquier ataque formal sobre la ignorancia está condenado al fracaso porque las masas están siempre dispuestos a defender su posesión más preciada: su ignorancia”, diría sabiamente Hendrik Willem van Loon.
Por ello los niveles de ignorancia son multidimensionales y diversos. Cruzan toda la educación. El ingreso y filas profesionales. El hedor de la ignorancia se ha asentado como una niebla tóxica sobre nuestro país.
Los miembros que constituyen la clase dominante de este país ignoran a propósito los hechos y la verdad para la conservación y la mejora de su riqueza y poder. Aunque son dependientes de éstos por lo que está claro que no tienen los conocimientos necesarios para entender lo que les está pasando.
La clase baja se revuelca en su ignorancia con sus opciones de vida. La falta de preocupación por el matrimonio o la crianza de los hijos.
Falta de interés en la educación de ellos mismos, y escondiéndose detrás de la cruz de victimismo, culpan a otros de sus propios fracasos.
Todo el mundo nace ignorante y el camino hacia la conciencia y el conocimiento se encuentra en los libros de lectura. Ricos y pobres por igual son libres de leer e instruirse.
El Gobierno, sindicatos de maestros, y un pueblo no son necesarios para alcanzar el conocimiento. Se requiere mucho trabajo, pero es preferible aferrarse a su ignorancia voluntaria y permanecer estúpido. Así lo requieren políticamente.
La juventud del país se consume en la trivialidad tecno-narcisista. Apenas levantan la vista de sus teléfonos el tiempo suficiente para hacer contacto visual con los demás seres humanos.
La combinación tóxica de la educación pública otorgada por el Estado. Impartido por el manipulado intelectual profesorado sin inspiración y sin motivación, los niños cuyas madres trabajan, se han convertido en una generación de jóvenes ignorantes de la historia. De los conceptos matemáticos básicos, y han perdido (de hecho nunca la han ganado) la capacidad o el interés de leer y escribir.
Se les ha enseñado a sentir en lugar de pensar críticamente. Han sido programados para creer en lugar de preguntar y explorar. Lemas y memes han sustituido a los conocimientos y la comprensión.
Inevitablemente han elegido la ignorancia infligida a sus cerebros por miles de horas dedicadas a canto, mensajes de texto, búsqueda de vídeos de un adorable gato en Internet.
Escuchan a imbéciles cantantes de rap racistas, y sentados como zombis durante días controlan la voladura de las ciudades, matan prostitutas, y asesinan a policías con su nueva televisión de alta definición de 65 pulgadas.
En lugar de obtener una verdadera comprensión del mundo mediante la lectura de Azuela, Castellanos, Spota, Cervantes, García Márquez, Ramírez de Aguilar o Steinbeck, Huxley y Orwell. La tecnología ha reducido nuestra capacidad de pensar y el aumento de nuestra ignorancia.
Durante mis ochenta y seis años, hemos sido testigo de toda una sucesión de revoluciones tecnológicas. Pero ninguna de ellas ha eliminado la necesidad en el individuo o la capacidad de pensar. También diríamos como Bernard M. Baruch.
Pensar, se los recordamos, no cuesta nada. Haz la prueba.
¿Quién creó el Mundo?