El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Poetas, magos y locos tratan de encontrar lo que guarda el corazón, metáfora del subconsciente. No lo hallarán. La llave es el soliloquio.
Todas las palabras que emitimos en los diálogos con nosotros mismos son la “masa” con la que formamos conceptos y creencias. La materia con la que se moldea nuestra percepción de la vida y con la que pensamos, sentimos y actuamos. No en vano, las palabras son el ingrediente principal de los sortilegios.
¿Cuál es tu mundo, que ideas rigen tu vida? Sólo escucha todo lo que te dices a ti mismo. Las palabras que eliges forman tus realidades, prejuicios y filias. Dicen que el cerebro no distingue bromas de verdades, tampoco recuerdos de vida presente. Es literal. Lo que emites lo considera un hecho. No se detiene a mirar si fue una exageración, un proverbio o deseo. Simplemente es. Y lo que es más: si asume gran parte de la información que le das como canciones, lecturas o diálogos con otros, pero sobre todo toma como real lo que te dices a ti mismo. Y eso es lo que preserva tu subconsciente. Lo que guardas en el corazón.
Lo que dices decretas. Lo que sientes es. Por ello enamorarse de uno mismo es una bendición. No se trata de acciones narcisistas, sino de simple y llama autoestima: La confianza de que podemos pensar y ser merecedores de felicidad.
La autoestima se compone de eficacia personal y respeto a uno mismo. La eficacia es sólo confiar en mi mente. El respeto puede traducirse como reafirmar nuestra valía personal. Así, frases como “tengo grandes ideas”, “puedo hacerlo”, “soy genial”, “soy creativo”, “acepto todo lo bueno de la vida” reafirman nuestro amor propio si resultan convincentes para nosotros mismos, si forma parte consuetudinaria de nuestros diálogos internos, de lo que cada uno piensa y asume de sí.
Sin importar las palabras que elijamos, el mensaje esencial es que somos competentes para hacer frente a los desafíos de la vida y que merecemos ser felices. ¿Está eso en tus diálogos internos? Y si no es así existen seis factores que pueden ayudarnos a construir soliloquios que nos remitan a estas ideas de amor propio. Vivir conscientemente. El instante que vives es lo que tienes. Tus sentidos se concentran en el momento presente, en el aquí y ahora.
A partir de este momento las palabras que te dices resultan relevantes. Todo deberás enfocarlo en tu propia autoestima y el amor a otros. Así guardarás en el corazón ideas de plenitud y vida que imaginarán otros pero no los experimentarán como tú.