Oran por la paz en el Centro de Chilpancingo
XALAPA, Ver., 15 de enero de 2016.- No quieren ser un Javier Sicilia de Veracruz, no se integrarán a ningún movimiento social, es más, prefieren que les digan, “sus hijos han muerto”, porque lo único que desean es que se acabe este infierno que lleva más de un mes.
Los padres de los cinco jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca sólo quieren una cosa: volver a sus casas, volver a sus negocios y recuperar lo que les queda de vida. El 11 de enero, Bernardo Benítez Arróniz, junto con cuatro compañeros, fue levantado por policías estatales y entregados a la delincuencia organizada.
Hoy, 35 días después, los responsables de los hechos están tras las rejas, el jefe de la plaza y autor intelectual de la desaparición de los jóvenes está recluido en el Cefereso de Guanajuato, pero los jóvenes aún no son encontrados.
Hace siete días en el rancho El Limón, en el municipio de Tlalixcoyan, que perteneció al capo de la región, Francisco Navarrete Serna, encontraron indicios de dos jóvenes, pero sólo elementos contundentes, de acuerdo con los análisis de las autoridades, en un caso: el hijo de don Bernardo Benítez, de 24 años: se halló un pedazo de hueso de tres centímetros que perteneció a la pierna de su primogénito.
Tiene la voz dura, el discurso ensayado de tanto decir, de tanto contestar y repasar la tragedia, de tanto explicar el dolor y repasar los avances en las investigaciones, que a veces miden centímetros, tres centímetros.
Su lucha, como le dice don Bernardo, todos sus desvelos, lágrimas e incertidumbre, es por los cinco jóvenes, por sus hijos. Eso es todo.
“No queremos dedicarnos a esto, queremos acabar, irnos a nuestras casas, hacer nuestra vida normal, no queremos más que terminar esto, y ojalá que esto sirva de algo para cambiar esta situación en el país, hoy fuimos nosotros pero al rato no sabemos quién, no hay dolor más grande que el que estamos padeciendo en este momento”.
Señala, y es algo que comparte con los padres de José Benítez de la O de 24 años, Susana Tapia Garibo de 16 años, Mario Arturo Orozco Sánchez de 27 y Alfredo González Díaz de 25 años: pese a haber abandonado casa y negocios, lo único que desean es certeza, “si se pierde todo que se pierda, lo importante es encontrar a nuestros familiares”.
Es duro cuando lo dice, “pero la verdad, si al final resulta ser cierto, en cierta forma nos daría alivio, por tanta incertidumbre, por cada día que pasa uno en esta situación, por lo que uno se imagina, lo que puede estar pasándole a nuestro hijo, y a lo mejor voy a pecar al decirlo, pero preferiría que me dijeran que ya está descansando, a pensar que lo están martirizando”.
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