El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
De niño a viejo, tragedia en México
Hace unos días se supo que en el albergue “Amor para compartir”, en Huitzilac, Morelos, cerca de la Ciudad de México, había 75 niños para resguardo –versión oficial-; de pronto, el 25 de enero un adolescente escapó para denunciar maltrato ante la Fiscalía General del Estado. Se mandó a investigar y para sorpresa de todos se encontró con que el estado de la situación ahí era del todo inapropiado para que pudieran vivir ahí niños y jóvenes abandonados o bajo resguardo…
Sólo entonces intervino el DIF (Desarrollo Integral de la Familia) de Morelos y en febrero retiraron a 19 pequeños que habían sido ‘institucionalizados’ como se dice para identificar a los pequeños que el mismo DIF envía a albergues privados para su cuidado ya que la institución no cuenta –dice- con espacio para apoyar a niños abandonados o maltratados o producto de crimen organizado…
Y de ahí en adelante los dimes y diretes entre la autoridad fiscal, el DIF y los directivos de “Amor para compartir” porque de los 75 que contaron originalmente las autoridades, no se encuentra a por lo menos 12 pequeños y no se sabe su paradero y no se sabe si existen o no: todo depende: Esto es, para la autoridad puede ser que los directivos inflaron el número de niños para recibir más subvenciones y apoyos… Pero… ¿y no que los contaron en la primera visita?… La prensa internacional los ha denominado “Los niños invisibles de México’…
Pero junto a la tragedia de estos niños sin hogar propio está el descuido institucionalizado de gobiernos –federal, estatal o municipal– que en México van y vienen y no tienen en su agenda –porque no es ‘sexy’ políticamente– el tema de los albergues infantiles y cómo regular su funcionamiento, cuidados, atención, educación, alimentación, régimen legal y recursos, pero sobre todo, protección y cuidado de los niños.
… Casi siempre se conoce la problemática cuando estallan escándalos como es el de ahora en Morelos, como fue el caso del albergue de ‘Mamá Rosa’ en Zamora Michoacán y como ocurrió con la desaparición de niños de un albergue en Tijuana y el hacer y deshacer de autoridades o albergues públicos o privados que manosean la vida de niños que tienen el futuro incierto.
“Las autoridades arrancan a los niños del seno familiar, bajo la acusación de violencia intrafamiliar. Son llevados a albergues oficiales, de donde no se vuelve a saber de ellos, en muchos casos” detalla Antonieta Flores Astorga, autora del libro “Carriolas Vacías” [en Reporte Índigo, 26-II-16]
La UNICEF ‘ha reconocido que en México hacen falta mecanismos de revisión de los albergues. Ha dicho que es necesario llevar a cabo la revisión de los procesos de institucionalización y cuidados alternativos de niños privados de su medio familiar’. Sí. Pero no.
Según el DIF hay registro federal de 809 albergues privados y 119 bajo supervisión de organismos públicos y tan sólo el año pasado se enviaron a esos centros, para tutela temporal o permanente a unos 3,382 menores. No hay registro de niños desaparecidos… pero los hay.
Así que si no es por el escándalo suscitado por la denuncia del menor en el caso de Morelos, ni el DIF estatal ni ninguna autoridad federal o de las entidades hubieran intervenido para conocer de la situación ahí. La ‘institucionalización’ de los niños es, desde luego, un abandono más. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que vuelva a brincar otro problema y se den golpes de pecho todos ahí?…
Y junto al tema de los niños en abandono está el polo de la vida: la vejez abandonada. Los asilos de ancianos; las granjas; las casas de resguardo… Como quiera que les llamen, son lugares a los que llegan por voluntad o enviados, hombres y mujeres casi siempre mayores de setenta años.
El INAPAM (Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores) que tiene que atender la problemática de estos albergues casi siempre responde con datos improbables: “Para que un adulto mayor pueda ingresar al INAPAM requiere pasar el examen socioeconómico y una valoración médica y sicológica. La parte médica investiga qué tan funcional es. No podemos aceptar personas con demencia avanzada, porque no tenemos el personal suficiente. Tampoco aceptamos gente con enfermedades contagiosas o conductas agresivas, por la seguridad del resto” dice el director de Atención Geriátrica del INAPAM, Sergio Valdés Rojas…
Aun así, ‘la casa de reposo Ángeles de Ayuda’ –que muestra deficiencias de atención- en la colonia Romero de Terreros en Coyoacán, México, “no está registrada ante el INAPAM. Los invitamos a que se registren pero no hay mecanismos que los sancionen. Una casa de ancianos debe tener permiso de suelo, seguir la Ley de Accesibilidad, registrarse ante la Secretaría de Salud y Protección Civil, y contar con un responsable con conocimiento en la materia’ dice Valdés Rojas…
En México, con aproximadamente 120 millones de habitantes, el 7.2 por ciento son adultos mayores. Muchos de ellos envejecen y permanecen hasta su muerte en el hogar mexicano, pero cada vez son más los que son llevados a asilos de ancianos –casas de reposo, o centro gerontológicos, como eufemísticamente les llaman las autoridades- que, en la mayoría de los casos son de paga. Los refugios públicos son mínimos. De tal forma que envejecer, estar en el abandono y ser pobre no es un drama: es una tragedia en México.
Un país que no atiende a sus niños en situación extrema y no cuida de sus viejos, es un país desarticulado; un país así no tiene derecho a la justicia si no es que la exige y la aplica en esto.
El gobierno mexicano en todos sus niveles tiene la obligación de aportar de nuestros recursos para crear infraestructura, profesionalizar, humanizar y atender estos dos extremos trágicos. Y cada vez será más.
¿Lo hace? ¿Cómo, si la situación de todos ellos –como se ve- es grave? ¿En qué programa de gobierno o diseño de reformas estructurales está considerado todo esto? Pues si no está, debe estar y, en esto, todos aquí tenemos vela que cuidar.