Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
“¿Están listos?”, pregunta Mick Jagger en español.
Y ahí estábamos prestos, listos, ansiosos, exultantes, arrebatados, los más de 60 mil fieles: vestidos de jeans y playeras, chamarras u atuendos en negro. Orgullosos y felices con la bocaza de Mick en el pecho. Y todos al unísono al compás de las liras de Wood y Richard, las batacas de Watts y la voz de Jagger, coreamos, cantamos, bailamos y brincamos por más de dos horas de rock y blues. Noche invernal pero cálida. Noche plena de nostalgia, euforia y buena vibra. Noche de conciertazo, sin duda, y tal vez la última gira de sus satánicas majestades.
“Qué noche tan brutal”, sintetiza, también en español, Keith Richards.
Proveniente desde el sur de nuestra América Latina inició el tour rocanrolero de los Rolling Stones por el sur continente. Con escalas en Chile, Uruguay, Argentina, Perú, Brasil, Colombia y México. Hasta llegar a Cuba.
Cual tren inglés, la locomotora cargada de rock arrancó duró y contundente, justamente en punto de las 21 horas con Star me up, seguida de Its Only Rock and Roll. De ahí en adelante, y durante más de 120 minutos, nadie permaneció sentado y quieto. Todos de pie en un hervir constante de emociones y palpitaciones. En un balancear y sacudir los cuerpos energizados. Un vaivén incesante.
La bienvenida y entrega chilanga a la mejor banda de rock del mundo fue total y apoteósica. Los coros se iniciaban desde el primer rasgar de la guitarra y juntos nos fuimos con el “umumumum,umumum…” de Píntalo de negro o el “uuuy, uuuuy” de Simpatía por el Diablo o bien el turururruuu de Te extraño.
Todos coreamos, cantamos, bailamos y brincamos las 20 rolas ejecutadas magistral y enérgicamente por los Stones. Un viaje denominado América Latina, Olé que nos llevó por todo tipo de añoranzas; un periplo en el tiempo recordando a los amores idos, a los amigos desparecidos, a los momentos que no volverán y que podrían Pintarse de negro y dejarnos sin Satisfacción alguna por no dejarnos ir como como Caballos salvajes.
Con tan sólo tres frases pronunciadas en español, Jagger se ganó a la simpatía de los chilangos. Bastó con recordarnos que desde hacía diez años que no venía a la capital del país, “son unos chingones, es chido estar en México”; o bien bromear al señalar que “Sean Penn me buscó en el hotel para una entrevista, pero me escapé, me le escapé”. O bien aquella gracejada que hizo recordar que el tiempo está de mí lado, “pues ahora ya no tomamos tequila…, ahora tomamos mezcal”. Eufórico, el público se entregó por completo sin mayor resquemor.
El escenario en sí sencillo. Tres enormes pantallas, donde se proyecta una animación que da cuenta del periplo iniciado en Santiago de Chile y culmina en la ciudad de México. Una buena realización donde destacan los principales centros ceremoniales de nuestra cultura prehispánica y que juega con la iconografía de algunas de las principales portadas de los más de 25 Long plays grabados por los Stones a lo largo de su andar como piedras rodantes. Nada más 53 años y contando.
Y si bien es cierto que lucen como unos verdaderos abuelitos. Unos verdaderos ancianos de más de 70 años cada uno, arrugados, delgados, muy delgados y encanecidos, lo cuatro músicos despliegan aún mucha energía en el escenario.
Mike Jagger y su incansable danzar a lo largo y ancho del escenario, hace gala de una gran condición física y de una potente voz. Charlye Watts, con su impasible gesto no pierde nunca ritmo e imprime fuerza a cada puntual tarolazo y platillazo. Ron Wood y Keith Richards no cejan de jugar y hacer dialogar a sus respectivos requintos, su compenetración es absoluta y turnan magníficamente los ciclos de la primera y segunda guitarra.
Y es que los Rolling Stones no es la banda más longeva de rock, son el rock mismo, en su más pura esencia.
La última parada de su gira internacional, América Latina Olé, de la legendaria banda de rock and roll inglesa, The Rolling Stones inicia. Una extraña y cálida noche invernal, noche chilanga que conforme se prolongan los acordes de los requintos de Richard y Wood van generando una energía incontenible que enciende al recinto al compás de las batacas de Watts. Un Foro Sol colmado por más de 60 mil almas vibrantes y entregadas al culto del rock, pues el rock es cultura.
Sus satánicas majestades han prendido todo y a todos a lo largo de su periplo por América Latina y México no podía ser la excepción. El Foro Sol resulta insuficiente para albergar a todos sus adeptos. Adeptos de diversas generaciones, pues los hubo setentones, sesentones, cincuentones, cuarentones, treintañeros y hasta niños y adolescentes en compañía familiar, para una noche irrepetible. Y eso sí todos vestidos de negro, pues a así lo exige la rola de Pint it black.
Afuera la reventa y tráfico a tope. Los hubo quienes pagaron hasta 100 mil pesos por boletos en la zona VIP.
Y ahí en el enorme escenario están tres de los cinco originales que conformaron al grupo en los albores de los años sesentas del siglo pasado: Mick Jagger, Keith Richards y Charly Watts. Mención aparte merece Ron Wood, el incorporado más recientemente, un guitarrista inglés proveniente del grupo Faces y quien acompañó en diversas presentaciones a Rod Stwart, y que encajó en el grupo casi a la perfección.
Ausentes por diversos motivos y en más de 50 años de hacer blues, rythm and blues y rock, Brian Jones, fallecido por una fuerte dosis de barbitúricos y alcohol, y quien poseía un arsenal musical incomparable pues tocaba teclados, saxofón, clarinete y guitarra; Mick Taylor, quien pese a la fuerza de su requinto no encajó en el grupo por su aspecto jovial y Bill Wayman, ex bajista de rostro taciturno y casi invisible, poco afecto a los excesos en los que incurrían sus compañeros de música y roll. Otra gran ausente es Liza Fish, quien acompañó a Jagger con su potente voz en Gime Shelter.
El público estalla.
Sólo de verlos aparecer en el escenario, previo anuncio “Ladies and gentleman…, the Rolling Stones. El saber de sus virtudes y conocer las letras de las rolas interpretadas los prende en extremo. Y dice sí y se deja llevar por la fuerza y gran ritmo que imprime en la batería Watts: los pulmones y voces entrecortadas no alcanzan los para vitorear a los sempiternos amigos, cómplices y piedras torales del grupo: Richard y Jagger.
Mike lo confirma dándole cariñosa palmada a Keith “mi compadre”, le dice en español. Un dúo que ha hecho las delicias de millones de rocanroleros a lo largo y ancho del planeta con composiciones emblemáticas del rock y ejecuciones incomparables de un sinfín de conciertos. Un par de ases que se conociera en un vagón de ferrocarril, durante el trayecto de un viaje de Londres a Dartford, allá en las islas británicas.
Las comparaciones son ciertamente odiosas, más aún si se trata de los Beatles y los Stones. A los primeros los inspiró Elvis Presley a los segundos Chuck Berry, Little Richard, Muddy Waters, o sea el blues. Aunque es de destacarse la enorme amistad que unía a los integrantes de estas dos bandas, consideradas como las mejores agrupaciones rocanroleras del mundo. No obstante, a los de Liverpool se les consideraba como amables y pacíficos, en tanto que a los Stones se les veía agresivos y rudos.
De junio de 1963, cuando grabaron su primer sencillo los Stones, Come on, de Chuck Berry a la fecha han pasado muchos años, muchas cosas y hoy a 53 años de distancia los ingleses se significan como el rock mismo.
De ese gran caudal de rolas, los Stones escogen para ésta ocasión 20 canciones emblemáticas que abarcan diversos tiempos. Una lista que no desentona con el escenario austero, sin efectos especiales y sin más alardes que una lluvia de fuegos pirotécnicos. La idea es clara. Se trata de verlos ejecutar y escucharlos sin descanso, ni tregua alguna por más de dos horas incandescentes, hirvientes, emotivas.
Dos horas plenas de rock y blues.
A las rolas mencionadas se agregan Tumbling dice, Out of control, Street fighting man, Wild horses, Paint it black, Honky tonk Women, You got the silver, Before they make me run, Midinight rambler, Miss you, Gimme shelter, Jumping jack flash, Sympathy for the devil, Brown sugar, Can´t always get y Satisfaccion. Ciertamente no todas, pero si algunas de las rolas emblemáticas.
La misa concluye con las pulsaciones a más de cien y los recuerdos a flor de boca. Estábamos todos menos tu: I miss you. I cant get satisfacción.
Por un momento nos sentimos libres, contestatarios y hasta rebeldes. Out of control.