El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La Riviera Maya: el paraíso que nuestros hijos no heredarán
Es maravilloso que después de un bien merecido periodo de asueto regresemos con “la pila cargada”. Seguramente varios de ustedes visitaron zonas bellísimas de México, pero debemos aceptar que innegablemente la Riviera Maya es espectacular.
Me parece una zona que goza de una sociedad civil y universidades muy propósitivas, a las cuales les haría una sincera propuesta ante los tiempos por venir. Mi propuesta es que tanto la sociedad civil como las universidades asentadas en la zona la trabajen en la creación de repositorios de especies, ecosistemas museográficos, y mucho material audiovisual de todo tipo (después podemos inclusive transformarlo en hologramas) para que los mexicanos del fin de este milenio (suponiendo que todavía no hayamos acabado entre nosotros con la esencia de nuestra sociedad y cultura para ese entonces u otros nos hayan hecho la maldad) conozcan los paraísos que alguna vez la naturaleza nos brindó.
Lo comento por algo que sucede en un lugar bastante alejado en apariencia de la Riviera Maya. En una época he estado haciendo modelos del paleoclima en el Ártico (Groenlandia para ser más específico) porque los modelos se prueban en el pasado para tener alguna posibilidad de que los resultados que arrojen hacia el futuro sean confiables. Muchos científicos nos dedicamos al Ártico porque a pesar de la escasez de datos históricos en esta zona son considerablemente más numerosos que los de la Antártida, los cuales se reducen a decenas de años.
De hecho es la Antártida la que casi seguramente nos pondrá en serios problemas, de seguir con el rumbo actual de calentamiento global (innegable experimentalmente, discutible en cuanto a los factores que lo provocan y la importancia de cada uno de ellos) pues resulta que es inestable.
La Antártida, también conocida como “el sexto continente”, es el más elevado de la Tierra, con una altitud promedio de 2000 metros sobre el nivel del mar. Lo más impresionante es que alberga el 80% del agua dulce del planeta (si, exactamente la única que nosotros podemos beber). Como es de esperar la humedad del aire es muy pequeña, además su casquete glaciar constituye aproximadamente el 90 % de la criósfera del planeta Tierra.
Por ello deberíamos temer a las inestabilidades estructurales en esta zona del planeta. Sus barreras (o plataformas) de hielo (como la de Ross, Filchner and Larsen), han variado en diversas épocas geológicas. Estas barreras de hielos han desaparecido y reaparecido naturalmente según los ciclos de Milankovitch (pequeñas variaciones del eje del planeta Tierra que ocurren cada 20 000, 40 000, y 100 000 años). Es aquí donde se han observado agujeros de ozono enormes, siendo el mayor en 2006.
Suena dramático, pero todo parece indicar que lo que ocurra durante este siglo (incluyendo nuestras decisiones como especie) definirá el futuro de la Antártida, el mundo y por supuesto de la humanidad. El orden de mi lista es para romper con el homocentrismo que tanto nos ha dañado a lo largo de la historia, la vida en el planeta puede seguir, pero sin nosotros los “homo politicus” (Platón) aun cuando no necesariamente “sapiens-sapiens” como lo explico a continuación.
El problema es que con el calentamiento global se alcance un punto en que colapse el hielo en la Antártida. Un fenómeno rápido, imparable y muy difícil de modelar y estudiar para buscar soluciones viables a la humanidad en el futuro. Se ha encontrado que, con respecto a la Antártida, la elevación de temperatura de las corrientes marinas puede fracturar la estructura del hielo y llevarlo a un colapso global.
Hay muchos modelos y aún más variables a tomar en cuenta, las predicciones pueden ser desde muy benignas hasta aterrorizantes. La elevación del nivel del mar puede ser desde 39 cm para el 2100 (año para el cual muchos de quienes leen esto no estarán con vida) hasta 3m para el 2300. Que quede bien claro; si ocurren colapsos de gran magnitud en los hielos de la Antártida (por supuesto se asume que algo similar sucederá, pero vía otros mecanismos, en el Ártico) ya no habría vuelta atrás; todo el planeta cambiaría y quizá, después de algunos miles de años Chichen Itzá y Tulum se asomarían en aguas someras.
Cualesquiera que sean nuestras ideas al respecto de los factores que subyacen al calentamiento global (experimentalmente verificable), tenemos que poner a funcionar la parte “sapiens” de nuestro “homo” para resolver, mitigar, controlar y adaptarnos a los posibles escenarios futuros por el bien de la subsistencia de nuestra especie y de las maravillas que, como la Riviera Maya, dejarían de existir de continuar por este camino.
Les agradezco a quienes han hecho llegar interesantes comentarios a mis redes sociales y como siempre quedo abierta a su opinión por ese medio.