El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Las medidas públicas emergentes tendientes a bajar los índices de contaminación por ozono, hasta el momento, han fracasado y el enojo se transforma en desesperación. Así:
Hoy todos pagamos el costo de medidas públicas erróneas. El problema data desde 1989 cuando se implementó el programa un Día sin auto para evitar lo que padecemos en la actualidad: que la contaminación nos mate. Desde Entonces se privilegió el uso del automóvil hasta llegar a reverenciar su compra como sinónimo de estatus social. Se construyeron dobles pisos, pero se restringió su circulación. Desde Manuel Camacho Solís, también con ínfulas de presidenciable, pasando por Marcelo Ebrard, otro que se creía escogido para la grande y el mismo Manuel López Obrador, todos apostaron por una infraestructura que sirviera al automóvil y no al ciudadano de a pie.
El único que no pensó en reverenciar al auto, como forma idónea y primordial de movilidad en la Ciudad de México, fue Oscar Espinoza, quien incluso legó un plan maestro para el crecimiento del Metro, mismo que fue desoído y desechado. Las grandes y modernas ciudades poseen un transporte público-colectivo que satisface las demandas de millones de usuarios, como lo son Londres, Nueva York, Tokio, Paris, entre otras.
El tan reverenciado automóvil es hoy en día un mal necesario. Y aunque sale ya más caro poseer uno que moverse en transporte público, todos aspiran a tener uno nuevo. Claro, dirán, es más cómodo pues mientras yo me muevo en él, sólo por supuesto, veo como se atiborran las estaciones del Metrobús. Hoy en un auto se transportan a 1.2 personas por unidad, mientras que en el Metro se mueven diariamente cinco millones de usuarios.
Es tiempo de demandar, no exigir, demandar a nuestras autoridades que además de solucionar la coyuntura, tengan un plan de mediano y largo plazo para dotar de movilidad a los millones de capitalinos, con un transporte suficiente, eficiente y seguro para sus traslados. Que se dejen de grillas y demagogias al anunciar con sus cartulinas rosadas -rosadas tenían que ser- que darán aventón en sus flamantes autos, que circulan todos los días, sin hacerlo.
También, es tiempo que la ciudadanía haga lo propio y se maneje con más civilidad; que las autoridades regulen el tránsito de camiones de carga pesada y lo hagan por las noches; que las unidades recolectoras de basura, grúas, ambulancias, patrullas y demás vehículos oficiales estén bien verificadas; poner en orden al desastroso transporte terrestre concesionado (microbuses y camiones) que hace base en doble y triple fila y circula en total desorden; que además de quitar topes, los semáforos estén bien coordinados y se pueda agilizar el tráfico a velocidades constantes. En fin, que hay mucho por hacer y en todos nosotros está la solución.
Mucho se ha dicho sobre el tema, mucho más se habrá de decir en estos y los próximos días.
Dice Fernando Savater: “como el poder siempre conlleva responsabilidades, debemos exigirles mucho a las personas que lo ejercen y tienen autoridad. Ya que, en democracia, les hemos concedido el poder de hacer cosas que no podemos hacer los demás. Por eso, nos indigna cuando una persona que ocupa un puesto destacado actúa de manera nefasta, porque está abusando de nuestra confianza”.