Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Sólido ejemplo
Cada vez que me meto a redentor salgo, valga la expresión bíblica, crucificado. Por supuesto que jóvenes y viejos, más los primeros que los segundos, pueden viajar en aviones de lujo. Tomarse unos días de vacaciones con el dinero del pueblo. Y dejar pendientes en manos de otros, que tampoco deciden
Hoy nos metemos en otro berenjenal al platicarles una historia verdadera, como sólido ejemplo para todas nuestras autoridades. De menos o más de cincuenta años. Los muy viejos ya no cuentan. Para qué. Ya se lo gastaron todo. Lo deben o creen haberlo asegurado en Panamá. En Suiza ya no. Pregunten a Raúl, si no tenemos razón.
Al grano colega y amigo nos exige don Octavio Razziel García, desde su cama del hospital militar. El es mayor. También de edad.
Nos comentan que encontrándose al borde de la muerte Alejandro Magno, convocó a sus generales para comunicarles sus tres últimos deseos. Que no órdenes. Y las enumeró:
La primera fue que su ataúd fuera llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.
La segunda que los tesoros que había conquistado plata, oro, piedras preciosas, fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
Y la tercera que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólita orden o deseo, se atrevió a preguntar –lo que hoy nadie se atreve—cuáles eran sus razone.
Alejandro, sin más, explicó al grupo esta decisión:
“Quiero que los eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen ante la muerte, el poder de curar.
“Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí obtenidos, o conquistados, aquí permanecen.
“Y quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan comprobar, al verlas, que vinimos con las manos vacías y con las manos vacías debemos partir. O partimos”.
Sólido ejemplo para todos, no solamente a los cumplidos funcionarios con las leyes fiscales. Sino también para los que aún no llegan y menos cumplen con la ley. Les sobra a unos tiempo y a otros les falta. Pero ambos deberán tomarlo en cuenta.
Es cierto que el tiempo es el regalo más preciado que tenemos, porque es limitado. Y la razón nos advierte que podemos producir más dinero, pero nunca más tiempo.
Nadie duda, ni oficialmente, sobre todo ahora con los cambios diplomáticos y en otras áreas del estado, que no cesan, cuando le dedicamos tiempo a una persona le entregamos una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar.
No olvidamos lo que nos dijo alguna vez en traumatología del CMN del IMSS su director Fernando Calderón RMZ: “Nuestro tiempo, es nuestra vida”. Filosofía pura. Diría con modestia.
Y por supuesto que no hay que tomar en cuenta una máxima muy en boga en la clase política: “Cuando el pasado te llame, no lo atiendas. No tiene nada nuevo que decirte. Todos somos lo mismo”.
Nada que agregar. Amén.