Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Morir en Pemex
El 31 de enero de 2013, la pequeña Dafne Sherlyn Martínez, de nueve años de edad, había acudido al centro administrativo de Pemex, ubicado en la avenida Marina Nacional, en el Distrito Federal, a realizar un trabajo escolar. Tenía que presentar un breve escrito en donde describiría en qué consistía el trabajo de su papá, empleado de la paraestatal. Una tarea habitual, amable, sencilla que, sin embargo, le costó la vida.
Una mañana de principios de ese año, empleados del centro administrativo de Pemex en la ciudad de México comentaban sobre la seguridad que sentían al laborar en un sitio en donde era nulo el riesgo de un accidente, en una empresa con riesgos tan elevados. Que equivocados estaban, el día 31 de ese mes, una explosión provocó la muerte de 37 personas y lesiones a 126, en un inmueble de oficinas en donde no había instalaciones petroleras. Sencillamente, algo inaudito.
Las tragedias provocadas por explosiones, incendios y derrames de sustancias inflamables en plantas de Petróleos Mexicanos, desgraciadamente son una constante que se repite prácticamente desde que existe la aún paraestatal. Ahora, con el reciente accidente en la planta de clorados 3, del Complejo Petroquímico Pajaritos, de Coatzacoalcos, Veracruz, se escribe una nueva página en ese largo rosario de accidentes.
El medio día de este viernes llegó a 27 el número de personas que perdieron la vida en Pajaritos, mientras que 136 más resultaron lesionadas en la planta de Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV) en la que, de manera conjunta Pemex y la firma privada Mexichem producen cloruro de vinilo.
Lamentablemente, dicha cifra puede aumentar, debido a que muchos de los lesionados muestran heridas que ponen en riesgo su vida y a que aún no se han concluido las labores de retiro de escombro de la planta, en donde pueden encontrarse más cadáveres.
No se puede adelantar cuál fue la causa de la explosión en Pajaritos. Sin duda, no será rápido el peritaje final de las autoridades. Familiares de trabajadores de Mexichem ya hablan de que los mismos empleados de la planta denunciaron en varias ocasiones que faltaban medidas de seguridad, además de que prevalecía un deficiente mantenimiento.
La industria petrolera es de suyo de alto riesgo. Pemex cuenta con estrictas medidas para la operación de todas sus plantas. Sin embargo, en este tipo de catástrofes muchas veces ha sido el error humano y fallas en las estrategias de seguridad lo que ha provocado los accidentes.
Lo señalado por familiares de las víctimas no es asunto menor y debe ser tomado en cuenta, especialmente porque la denuncia provenía de trabajadores que de manera directa llegaron a detectar fallas, por algo sería.
Se habla incluso de que antes de producirse el accidente, alrededor de las 15:15 horas, del pasado día 20, los trabajadores habían detectado una fuga de cloruro de vinilo, sustancia altamente inflamable. La dirección de Mexichem ha negado rotundamente dicha versión y señaló que no pasó de ser un rumor en redes sociales, pero no ha informado nada acerca de las causas de la fatal explosión.
Cadena de accidentes
Los accidentes en instalaciones de Pemex suelen ser aparatosos y algunos casi insólitos. La pequeña Dafne Sherlyn y su papá, Irving Omar Martínez, se encontraban en el edificio B2 del centro administrativo, adyacente a la majestuosa torre ejecutiva de 50 pisos, ícono de Pemex, cuando fueron sorprendidos por una serie de explosiones en las que lamentablemente perdieron la vida, junto a casi una cuarentena de trabajadores administrativos. Algo impensable.
Después de una larga investigación, la Procuraduría General de la República señaló que, de acuerdo a los peritajes realizados, las explosiones fueron provocadas al inflamarse una nube de gas metano procedente de los drenajes que llenó el sótano y el primer piso del inmueble y por sedimentos de hidrocarburos, que se filtraron en tiempos en que en ese lugar hubo un planta de almacenamiento de Pemex, antes de ser centro administrativo.
¿Es que a ninguna autoridad de Pemex se le ocurrió realizar una adecuada remediación del lugar, antes de que fuera construido el centro administrativo?
Sin embargo, surgió la sombra de la duda. Fuera del centro administrativo, apenas pasando la calle se encontraba la planta de máquinas, desde la cual se suministraba energía a la impresionante red de aire acondicionado para la enorme torre, de 214 metros de altura y a los edificios aledaños en donde laboran alrededor de 10 mil personas.
En su momento, trabajadores disidentes del sindicato petrolero sospecharon que la falta de mantenimiento adecuado pudo ser la causa de la tragedia. Aún más grave, Pablo Moctezuma Barragán, hijo del arquitecto Pedro Moctezuma Díaz Infante, constructor de la Torre Ejecutiva de Pemex, denunció que el accidente había sido provocado por el potente explosivo C-4.
Para Moctezuma Barragán un accidente provocado por gas no produce los efectos devastadores que sufrió el edificio B-2. Llegó a señalar incluso que trabajadores de Pemex habían percibido un fuerte olor a pólvora después de producido el estallido, versión que fue desmentida por la PGR, la cual señaló que una explosión provocada por un algún detonante hubiese dejado prácticamente un cráter en el lugar, situación que no fue detectada.
Eran los tiempos en los cuales se generaban señalamientos en contra de la Reforma Energética. Para Moctezuma Barragán había sido un accidente sospechoso “en el momento que se quiere privatizar el petróleo”.
En otros accidentes en instalaciones de Pemex, como el más grave de todos, ocurrido en un centro de almacena miento y distribución de gas LP de la paraestatal en San Juan Ixhuatepec, Estado de México, la causa ha sido el pésimo estado de las instalaciones.
En aquel fatídico 19 de noviembre de 1984 fallecieron 503 personas y dos mil resultaron heridas, debido a una falla en el suministro de gas provocada por el deficiente estado en que se encontraban las tuberías.
Otras veces, la falta de capacitación adecuada del personal de Pemex a los trabajadores de empresas contratistas que dan servicio, ha sido la causa de los accidentes, como el ocurrido el 23 de octubre de 2007 en la Sonda de Campeche. Ahí fallecieron 22 trabajadores en la plataforma petrolera Usumacinta.
Ese día, trabajadores de Pemex y de una empresa contratista laboraban en la Usumacinta y en la plataforma ligera Sea Pony Kab 101, para perforar el pozo petrolero Kab 103. Un frente frío que azotaba el Golfo de México provocó que las dos plataformas chocaran entre sí contra el pozo y se produjo una fuga de gas sulfhídrico. Los trabajadores abordaron los botes de salvamento, mejor conocidos como “mandarinas”, no sólo por su color anaranjado, sino también por su sellado hermético que impide la entrada de agua de mar.
Las “mandarinas” están hechas para dar vueltas sobre el mar embravecido, prácticamente como una pelota que flota, de tal manera que sus ocupantes pueden permanecer sentados en su interior, asegurados con cinturones de seguridad sin que nada les pase.
En este caso, los empleados de la constructora privada no recibieron adiestramiento y no soportaron el fuerte movimiento que llevó a vomitar a muchos de ellos, situación que causó asco a algunos de sus compañeros y los forzó a abrir en plena tormenta la puerta hermética en su afán de recibir aire. Lo que entró fue el mar que materialmente los ahogó en las “mandarinas” y que provocó que algunos de ellos fueran arrojados a las frías y agitadas aguas del Golfo de México.
El entonces director de Pemex, Jesús Reyes Heroles, atribuyó las muertes de los trabajadores al mal tiempo imperante en el mar. “Nunca hubiéramos pensado que un frente frío generara olas tan grandes”, señaló a la prensa.
No acabaríamos de recordar todos los accidentes ocurridos en instalaciones de Petróleos Mexicanos, muchos de los cuales pudieron ser evitados. Aún así, las autoridades de la paraestatal se atreven a prometer después del accidente de Pajaritos que no volverá a ocurrir.