Contexto
Tus decisiones
Qué triste: el debido proceso, aplicado a criterio de los jueces, deja en libertad a criminales confesos. Hombres o mujeres que han participado en secuestros, violaciones, homicidios, se ven ya en la calle, frente a sus víctimas, que estupefactos temen de nuevo su rapto. O la muerte de otro hijo. Lo acaba de exponer Nelson Vargas, padre de Silvia, a quien asesinaron. Tiene toda la razón:
El principal autor, confeso y sentenciado a poco menos de 40 años de prisión, ya salió “libre”, por esta modalidad jurídica que todos, jueces, magistrados y ministros, quieren defender a costa de lo que cueste. Desde diversas perspectivas y experiencias –la libertad inmediata de los pillos– se ha dicho que la aplicación de “ese derecho humano” –debido proceso– propicia impunidad y agravio a diversos sectores de la sociedad. Existen pruebas sólidas y concretas.
Un experto jurista, el ministro de la Suprema Corte de Justicia, José Ramón Cossío Díaz, expone que “en una sociedad tan lastimada como la nuestra, en la que el Estado es incapaz de proteger la vida y los bienes de los miembros de la sociedad, es por demás comprensible que se emitan duros juicios en contra de quienes tienen como tarea —los jueces— la procuración y la impartición de justicia.
Es entendible, añade el también ministro de la Primera Sala de la Suprema Corte, que en la confusión reinante se extremen críticas en contra de quienes tienen a su cargo castigar a los que se les acusa de cometer un delito. Cuando esto no se logra prevalece o incrementa la impunidad.
Explica que el debido proceso no es una moda nacional. Es uno de los elementos más razonables de la modernidad jurídica: delimitar la actuación de autoridades: Impedir abusos.
Dar cierto orden a la convivencia social. Suponer lo contrario, un obstáculo al castigo efectivo de quien delinque, es, dice, acaso con razón, una confusión.
Para él, “el debido proceso impide abusos y da cierto orden a la convivencia social”, lo que para otros, las víctimas, es un exceso de los que dicen impartir justicia, dejan en libertad a culpables confesos, por fallas técnicas o de papeleo. De ninguna manera, nos dicen las víctimas, criticar el debido proceso sea una invitación hacia la ley de la selva, en la que por el crimen organizado se vive en todo México.
A ciencia y paciencia de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Mejor hablar de otro tema menos sangriento. Uno que emancipa. Tienen razón quienes advierten que para que la vida valga la pena no depende de las circunstancias, sino de tus decisiones.
En charla con nuestro amigo el médico Fernando Calderón Ramírez de Aguilar, tocamos el tema. Del cual se desprendió un cúmulo de ideas. Puestas en práctica, suponemos, permitirá sentirse la llegada de la primavera. Y con el paso de cada día, el arribo de nuevas vidas.
Con sabiduría alguien dijo: “decidí tomar los cantos de cortejo de las aves como metáfora de un mejor futuro al mostrar que la vida siempre logra continuar”.
Para cada uno de nosotros algún día, estemos listos o no, ya no tendremos más amaneceres, horas o días. Y todas las cosas que hayas conseguido, guardadas u olvidadas, pasarán a otras personas.
Tu riqueza, fama y poder se harán irrelevantes. Es algo que ignoran quienes hoy detentan el poder, casi absoluto. Porque, aún, no son Dios. No importa lo que debas o lo que tengas. Tus resentimientos, celos, y frustraciones desaparecerán, junto con las ambiciones, planes y cosas por hacer.
Hay de quien olvide que las pérdidas y ganancias que parecían tan importantes, simplemente se irán. Ya no importará, escucha bien, de dónde venías o de qué lado de la cerca vivías. No importará si eras bello o brillante. Incluso tu género, el que sea, y tu color de piel, porque serán irrelevantes.
¿Qué será importante? ¿Cómo medir el valor de cada día?
Lo importante no será lo que hayas comprado, sino lo que construiste. No lo que conseguiste, sino lo que diste. Lo que va a importar no es tu éxito sino tu significancia.
Lo que va a importar no es lo que aprendiste, sino lo que enseñaste. Cada acto de integridad, compasión, coraje o sacrificio que haya enriquecido, empoderado o animado a otros a seguir tu ejemplo.
Por desgracia esto es cada vez más remoto con una educación que lejos de avanzar, retrocede en México. Dígase lo que se diga en contrario.
Lo importante no será tu competencia, sino tu carácter. Ni cuanta gente conozcas, sino cuántos sientan tu pérdida cuando no estés. No serán tus recuerdos, sino los recuerdos que queden en las personas que te quieren.
Lo que va a importar, tómalo en cuenta, es cuánto van a recordarte, y por qué. Reflexionemos como lo acabamos de hacer nosotros: “una vida que valga la pena no depende de las circunstancias, sino de tus decisiones”. Tómalo en cuenta.
craveloygalindo@gmail,com