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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de mayo de 2016.- En México, la maternidad adolescente es un problema de salud pública. Poco menos del 20 por ciento de los nacimientos que suceden cada año en el país –cuando menos 400 mil– provienen de madres menores de 18 años. Ello determinará el destino de esas chicas, sostuvieron académicos de la UNAM.
En el marco del Día de las Madres, Carlos Welti, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), dijo que aunque el embarazo adolescente se relaciona con grupos en condiciones socioeconómicas desventajosas y con bajos niveles educativos, ésta ya no es una situación exclusiva de ellos. En otros sectores, especialmente en áreas urbanas, la maternidad crece entre jovencitas con educación media o media superior, informó la Máxima Casa de Estudios a través de un comunicado.
Tal fenómeno se explica por la falta de oportunidades de desarrollo en otros ámbitos. Es decir, “se dan cuenta que estudiar o terminar una carrera no garantiza el reconocimiento social a través de un trabajo acorde con sus aspiraciones”. En cambio, la maternidad es un papel avalado socialmente y les brinda un estatus que no tienen ante la situación de carencias en otras esferas, consideró el experto.
Al respecto, Angelina Rivera, de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO), explicó que se ha reportado que las mujeres que se embarazan antes de los 16 años tienen una probabilidad de morir cuatro veces mayor que quienes lo hacen después de los 20. Las principales causas de enfermedad y muerte son la preeclampsia y la hemorragia posparto.
En la etapa gestacional, los bebés presentan restricción en el crecimiento intrauterino; además, están propensos a ser prematuros y de bajo peso. El problema no termina ahí, pues los pequeños tienen un riesgo alto de fallecer, y quienes llegan a sobrevivir se ven afectados en su crecimiento y desarrollo durante los primeros años.
El organismo de una adolescente es aún inmaduro para un embarazo, porque se están terminando de establecer los diferentes ciclos relacionados con el proceso reproductivo: ovárico, menstrual, endometrial e hipotálamo-hipófisis. Si hay un óvulo maduro hay posibilidad de embarazo, pero eso no significa que las chicas, incluso niñas, estén biológica, psicológica, social o económicamente preparadas para ser madres, sostuvo.
Además, 15 por ciento de las mujeres en esa situación van a buscar un aborto en las condiciones menos favorables para su salud, destacó la especialista.
El rol de la maternidad, invariable
Welti refirió que a pesar del descenso significativo del nivel de fecundidad en décadas recientes –donde pasamos de tasas superiores a seis hijos por mujer en los años 70, a sólo dos en la actualidad–, el menor cambio se registra entre las más jóvenes.
El investigador indicó que la población femenina ha incrementado su nivel de escolaridad y su participación en las actividades económicas y políticas. No obstante, lo que no se ha modificado es el rol que juega la maternidad entre ellas.
Para una abrumadora mayoría de las mexicanas, su papel central sigue siendo el de madres. En otras sociedades, 30 por ciento, o incluso más, decide no tener hijos por considerar que otros roles, como el profesional, son más importantes para su propio desarrollo.
En México, debido al cambio positivo en el estatus social femenino, se esperaría que al igual que sucede en otras naciones, especialmente las más avanzadas, el porcentaje de quienes deciden no tener descendencia fuera a la alza. No obstante, “podemos documentar que las cifras no se modifican, pase lo que pase”.
Así, para nueve de cada 10 mujeres el rol central es la maternidad, y en esa misma proporción tienen hijos. Además, de ese 10 por ciento que al final de su vida reproductiva no procreó, una parte importante no tuvo hijos porque biológicamente no pudo, no porque no los deseara.
Rivera opinó que las causas de la maternidad temprana son el inicio precoz a la vida sexual activa; la falta de oportunidades (pobreza y nula educación); el desconocimiento y poco acceso a los servicios de salud; el miedo y creencias falsas sobre los anticonceptivos (como que son abortivos), y las barreras de género, por ejemplo, cuando la pareja se niega a utilizar condón.
Se calcula que del total de embarazos adolescentes, 55 por ciento son no deseados, y la mayoría se da en la primera relación sexual. Otros más son producto del abuso sexual.
Un rol con reconocimiento social
En nuestro territorio, todos los mecanismos sociales se han enfocado en reforzar el papel de ser madres. En el pasado esto fue importante por los elevados niveles de mortalidad: había que garantizar la supervivencia de la especie. Además, la Iglesia Católica ha fomentado la fecundidad.
De ese modo, abundó Welti, la chica que se embaraza probablemente recibirá apoyo en el núcleo familiar de origen, y la madre o la abuela se harán cargo de los nietos. En ese entorno “la reconocen, porque ha cumplido con un papel trascendente”.
Por eso, sin importar lo que se haga en términos de políticas públicas, de campañas para el uso de anticonceptivos y relaciones sexuales seguras, si no se logra transformar ese rol de manera puntual y se brinda desarrollo a las mujeres en ámbitos diferentes al de la maternidad, continuaremos con el problema del embarazo adolescente, sentenció.
El especialista en el comportamiento reproductivo de la población señaló que quien inicia su historia reproductiva en la adolescencia tiene un número mayor de hijos que quienes lo hacen en la edad adulta. Las primeras tienen, en promedio, al final de su vida reproductiva dos hijos más que las segundas.
Se deben tomar acciones que permitan que la población permanezca más tiempo en la escuela, que incremente su nivel de escolaridad, y garantizar que tenga una mayor probabilidad de insertarse en alguna actividad productiva, acorde a sus necesidades, precisó Carlos Welti.
Angelina Rivera concluyó que los jóvenes obtienen información sobre los métodos anticonceptivos de los profesores; de libros y folletos; del personal de salud y, al último, de madres y padres. Entre las estrategias preventivas que deben aplicarse están la emisión de mensajes precisos y concisos, como “si no usas condón te embarazas”, y la consejería en salud reproductiva de joven a joven.