Con cédula digital avanza IMSS en la transformación de sus servicios
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de mayo de 2016.- Pobreza, desempleo, bajo nivel educacional, violencia, traumas, indigencia, discapacidad física, farmacodependencia, maternidad precoz o vejez son, entre otras, condiciones de proclividad a los trastornos mentales, expuso María del Carmen Montenegro Núñez, de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Al participar en el ciclo de conferencias Locura y Salud Mental en México, organizado por la Facultad de Psicología, la académica explicó que en este renglón las posturas suelen alinearse en dos ejes: el de la Clasificación internacional de enfermedades mentales, publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Con el tiempo, este escenario se ha hecho más complejo: la edición de la OMS consideró 106 tipos de estas afecciones en 1952; 182 en 1968; 256 en 1980; 292 en 1987, y se incrementó a 297 en 1994, informó la Universidad en un comunicado.
De acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud del año pasado, en México uno de cada cuatro habitantes de entre 18 y 65 años había padecido en algún momento de su vida un trastorno mental, pero sólo uno de cada cinco recibía tratamiento.
Alrededor del 15 por ciento de la población padecía algún trastorno mental; sin embargo, sólo 2.5 por ciento se encontraba bajo supervisión de algún especialista. Además, sólo dos por ciento del presupuesto para la salud se destinaba a estas afecciones.
“La locura es un desequilibrio manifestado en una percepción distorsionada de la realidad, pérdida de autocontrol, alucinaciones y comportamientos absurdos y sin motivo”, detalló la psicóloga.
En uno de sus libros más conocidos, el filósofo Michel Foucault definió dos modos de alienación: una asociada a la enfermedad y a la herencia, sin depender de una época particular, en la que el sujeto es señalado como irresponsable e incapaz por interdicción. La otra opera de manera distinta, pues hay una toma de conciencia por la cual el loco es reconocido por su sociedad como un extranjero en su patria, y aunque no se le libera de responsabilidad, es condenado éticamente.
“De ello se colige que hay comportamientos vinculados al padecimiento mismo y otros asociados al orden social; sin embargo, los profesionales tampoco han llegado a un acuerdo en esto”, refirió.