El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Cerrar círculos
Si dibujaras la ruta de tu vida aparecería el trazo de una espiral ascendente. Felicidades. Cada día evolucionas.
Pero si pudieras ver más detenidamente el sendero que sigues día a día, encontrarías que dejaste atrás varios eslabones sueltos, personas que ya no están pero aún no logras despedir, situaciones hirientes con una peligrosa reminiscencia, cuestiones inconclusas, hechos fracturados, medias verdades, anclas para el progreso.
Esos “círculos no cerrados” permanecen así por inercia o dolor. A veces vale más fingir que existen posibilidades de recomenzar que de decir adiós. ¿Y las situaciones semi abiertas? Es posible que el tiempo las apague, nosotros no queremos hacerlo. Nos duelen las despedidas, rehuimos los finales, somos proclives a la inercia.
Sin embargo, cuando dejamos la puerta “entre abierta” no podremos vislumbrar la luz que aparece en inmensos ventanales, porque miraremos de soslayo aquello que no termina por concluirse. Y en la vida debemos dejar ir situaciones, personas, rutina, ideas caducas, anquilosamiento.
No todo lo que debemos abandonar es “malo”. Y resulta más fácil despedir con gratitud, al reconocer todo lo positivo que un hecho cualquiera tuvo en nuestra vida. Es parte de nuestra historia, de lo que somos, pero también de aquello en que lograremos transformarnos.
Despedimos a los fragmentos de nuestra realidad cuando percibimos que sus aportaciones y significados ya no representan nada para nosotros. Hay veces que inclusive marcan un retroceso a nuestras nuevas perspectivas y sueños. Lo que en un momento resultó positivo, es posible que ya no lo sea más, que no nos permita abrazar experiencias más ricas y significativas de acuerdo a nuestra nueva percepción de vida.
¿A qué decir adiós? A lo que ya no importa. Al brillo que se opacó, a realidades donde ya no convence una aportación, a los nombres anodinos que ya no apasionan.
En ese momento vale una despedida con el ritual que elijas: quemar una carta de promesas incumplidas o un símbolo, desechar recuerdos, elevar al cielo una plegaria, enterrar una llave, borrar un nombre de tus redes sociales…todo se apaga. Se clausura una puerta. Se cierra el círculo.
Y cuando esto ocurre, también se vislumbra un nuevo brillo y futuras oportunidades. Aparece la espiral, ruta nueva, un avance para catapultar tu Contrato Sagrado, la gran misión que tienes en la vida.