Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
La ciencia como una elección de la sociedad
Se acercan los juegos olímpicos en Río de Janeiro y aún no sabemos con certidumbre si se realizarán sin incidentes mayores; como la gran fiesta de amistad y competencia deportiva multidisciplinaria más grande del mundo que-casi siempre- ha sido, desde 1894.
La situación en Brasil es realmente angustiante. Dos aspectos son de especial relevancia; la propagación del virus Zika; y la situación social, política y económica de nuestros queridos amigos brasileños.
A lo largo del tiempo he conocido muchos colegas investigadores y estudiantes de posgrado de Brasil y siempre he considerado-al igual que muchos colegas mexicanos- que sus avances en ciencia, tecnología e innovación han sido impresionantes en las últimas décadas.
Siendo honesta, lo hago con un acento de envidia cuando nos superan en planeación, políticas, productividad y “rankings” internacionales de universidades en muchos de los aspectos ligados a la academia e investigación.
Es por esto que me duele más lo que ocurrió tras la suspensión de Dilma Rousseff como presidenta de este país hermano. El presidente interino de Brasil, Michel Temer, constituyó un controvertido gabinete y fusionó al ministerio de Ciencia y Tecnología con el de Comunicaciones.
Definitivamente no hay crisis económica que justifique una acción de este tipo. Solo la ignorancia, la falta de visión a largo plazo y los intereses de grupos que están imponiéndose al bienestar de la nación, pueden ser las vías por las que se gestan este tipo de acciones.
También tengo que reconocer que supe de los abusos que se fraguaron desde algunos grupos del sector académico y de investigación en este país, donde las becas eran grandiosas, los salarios injustificadamente altos, acciones de poca transparencia y desconexión con la sociedad.
El brasileño promedio no sabe para qué le sirve producir investigación de calidad internacional y que algunas de sus universidades sean las mejores “rankeadas” de Latinoamérica. Se convirtieron en un blanco fácil de ser derribado por su elitismo ya que hay pocas posibilidades de que la sociedad los defienda (en contraste con el caso cultural y artístico). Su presupuesto se derivará a otros sectores ajenos a los necesarios para el país.
A partir de aquí quiero derivar esta reflexión hacia un artículo publicado este mes en la revista Nature acerca de la presión para publicar y la calidad de lo que se publica, por Daniel Sarewitz.
Mi opinión, compartida por algunos colegas, ha sido siempre que las estadísticas relacionadas con la investigación pueden ser muy engañosas porque son susceptibles de ser manipuladas y son capaces de generar políticas que no nos llevan más que a simular que creamos conocimiento, arte, innovación; en una palabra, progreso, cuando no necesariamente es el caso.
Daniel Sarewitz nos cuenta lo que muchas editoriales y compañías dedicadas a crear perfiles de carrera hacen. Frecuentemente recibimos mensajes electrónicos donde de manera muy amable nos felicitan porque alguno de nuestros artículos ha sido consultado y citado muchas veces, siempre nos quedamos con el sentimiento de que si estos números fuesen más altos sería mejor.
Pero realmente “¿más sería mejor?” o es el reflejo solamente de que el perfil de carrera fue bien construido, excuyendo los casos de éxito totalmente claro y transparente. Probablemente las presiones por publicar bajo cierto modelo han bajado la calidad y pertinencia de lo que hacemos.
Lo de pertinencia es mi contribución a la idea de Sarewitz y entonces ocurre la catástrofe; ya no hacemos conexión con la sociedad que necesitamos que nos acepte como indispensables en su presente y futuro.
Si Daniel Sarewitz y yo estamos en lo incorrecto y más es definitivamente mejor, de todas maneras, estamos en problemas. El número de publicaciones crece exponencialmente (desde hace 250 años) y con éste el número de citas (si no son reales, al menos son las del grupo de interés o de perdida de los amigos).
Me pregunto si esta situación es sostenible y porque no se refleja en el bienestar de la humanidad y mucho más se lo preguntan quienes viven en situación de pobreza.
Retomo a Sarewitz quien aborda un ejemplo realmente delicado. Cuando se trata de hacer ciencia para curar el cáncer se usan muchas líneas de células para hacer la investigación que se contaminan después de haber sido usadas muchas veces, los resultados publicados de estos estudios ya no son confiables.
Peor aún se citan estos resultados-como válidos- en otros artículos que aun siendo una buena contribución tiene la base hecha de barro y ellos pueden no saberlo.
Derek de Solla Price, predijo la senilidad del modelo de producción de científica. ¿Ya lo habremos alcanzado? Si es así, ¿ahora qué sigue?
Esta reflexión es porque creo que en México todavía tenemos una ventana histórica y demográfica de oportunidad para hacer bien las cosas y evitar lo que está pasando en Brasil.
Tenemos la capacidad de innovar sobre el modelo actual y adaptarlo para que funcione en beneficio de todos, con calidad real y pertinencia, sin abusos ni simulaciones, para establecer una conexión entrañable desde el quehacer académico, científico, tecnológico y de innovación con la sociedad mexicana que nada pueda destruir.
Como siempre, espero ansiosa sus comentarios en [email protected]