Juego de ojos
Cassius Clay: Mariposa y abeja
Por muchos años fue nuestro ídolo. El grande. El rey del boxeo. El campeón con tres coronas. Tenía a todo mundo atento a la radio o a la televisión para conocer sus hazañas en el ring y luego sus ocurrencias interminables. Era irreverente al mismo tiempo que invencible; un hombre consciente de su responsabilidad pública y política. Sus enemigos le decían “bocazas” por su propensión a declararse en su propia tinta y porque no guardaba silencio si algo no le gustaba.
A partir de los sesentas, ocupó un lugar importante en la vida de quienes en México teníamos por costumbre seguir paso a paso a nuestros ídolos del box, sus triunfos, sus aventuras, sus descalabros y sus dichos históricos, como cuando el Raúl –“Ratón”—Macías luego de un asalto casi mortal y con el rostro a punto del desfiguro declaro orondo: “Todo se lo debo a mi manager y a la Virgencita de Guadalupe” …
Los sábados por la noche era la reunión alrededor de la radio para escuchar las narraciones de Jorge Sony Alarcón que con su voz fotografiaba lo que ocurría en el ring con el “pajarito” Moreno, con “mantequilla” Nápoles, Eutiminio Ramos y muchos más; y naturalmente lo que se retransmitía desde Estados Unidos: las peleas de Cassius Clay y cómo hacía polvo a sus adversarios en el ring: ya con su lengua, porque previo a las peleas los llenaba de oprobios intimidantes y porque en el ring era implacable. Lo dijo así: “Vuelo como mariposa, pero pico como abeja” …
A muchos les gustaba su estilo de boxeo, asimismo impetuoso como aparentemente desaliñado y sin técnica, aunque ya se sabía que era en extremo cuidadoso del estilo y la técnica de sus contrincantes así como de sus debilidades en las que centraba su propia estrategia. Y caía bien, porque lo que decía lo cumplía: era proverbial que antes de las peleas anunciara en qué ‘round’ haría caer en pedazos a sus contrincantes.
Todo comenzó con una bicicleta. A los doce años, en Lousville, Kentucky (n. 1942), alguien se la robó. Enfurecido le dijo al policía Joe Martin que le daría una paliza a la persona que lo había hecho y que recuperaría su bici a como diera lugar; Martin le dijo que lo mejor sería que entrenara el boxeo y él mismo se convirtió en su entrenador durante su etapa amateur hasta conseguir la medalla de oro del peso ligero en los juegos olímpicos de Roma en 1960. De ahí en adelante la carrera del hombre de 1.91 de estatura sería imparable hasta muchos años después.
Fue considerado el mejor de todos los tiempos, o uno de los más destacados. Pero también, con el paso del tiempo se descubrió a un hombre con un criterio muy propio sobre el papel del gobierno de los Estados Unidos en temas como lo racial y su intervención militar en otros países. Se convirtió entonces en una figura social de enorme influencia para su generación, en política y en las luchas sociales o humanitarias a favor de los afroamericanos y del islam.
En 1964 ganó su primer título como campeón de los pesos pesados tenía veintidós años; diez años después recobró el mismo título. En 1978, consiguió otro cetro de campeón, lo que le convirtió en el primer boxeador en ostentar en tres ocasiones un título mundial en dicha categoría.
Ángelo Dundee fue su entrenador durante su vida como profesional del boxeo; con él se preparó para conseguir combates memorables con los más grandes de su peso y de su tiempo: Sonny Liston, Joe Frazier, George Foreman y Ken Norton. Seis de sus peleas fueron consideradas como las mejores del año por la revista The Ring. Su pelea en los setenta en contra de George Foreman es histórica. “Odié cada minuto de entrenamiento, pero dije, No renuncies. Sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón.”
Ya desde los sesenta se había convertido en un vigoroso oponente a su reclutamiento militar durante la Guerra de Vietnam. Decidió que él no tenía por qué ir a hacer la guerra a un país que no tenía ninguna guerra con él; que ese país no le había hecho nada ni a él ni a los Estados Unidos y que por tanto no iría. Se declaró objetor de conciencia.
Luego de críticas nacionalistas que lo querían exterminar de la faz dela tierra y que durante tres años mantuvo un permanente litigio en defensa de su oposición a la guerra y a prácticas racistas en su país, formó parte de la organización religiosa de la Nación del Islam: se llamó entonces Muhammed Ali, quien antes se había llamado Cassius Marcellus Clay, Jr.
“Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre” (…) “¿Por qué me piden ponerme un uniforme e ir a 10,000 millas de casa y arrojar bombas y tirar balas a gente de piel oscura mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos más simples? No voy a ir a 10,000 millas de aquí y dar la cara para ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nación simplemente para continuar la dominación de los esclavistas blancos”
“Soy América. Soy la parte que ustedes no reconocen, pero acostúmbrense a mí. Negro, seguro de mí mismo. Engreído, es mi nombre, no el de ustedes; mi religión, no la de ustedes”.
Podríamos decir que su más grande pelea, la de los pesos pesados, fue en contra de su gobierno; él en solitario. Él en contra de un sistema no acostumbrado a la disidencia o al reclamo con razón, que también lo declaró oponente político. En adelante la sana distancia. No pudieron vencerlo…
Si lo dominó la enfermedad de Parkinson declarada cuando tenía 64 años de edad. Y poco a poco la sordera. Y poco a poco el deterioro físico del gran Cassius Clay-Mohammed Ali, que no sólo puso a sus pies al mundo, a los políticos, a los artistas, a los músicos, a los escritores… a su gobierno: pero también él se puso a los pies de sus ideas.
Ya murió. Hace apenas unas horas. El 3 de junio: el hombre que, ciertamente, volaba como mariposa, y que picaba como abeja.