Mujeres mexicanas memorables (6)
Los altos niveles de violencia vividos éste fin de semana en Oaxaca son totalmente condenables, reprobables e injustificables. Oaxaca arde y la nación en su conjunto demanda diálogo, como la mejor vía para destrabar el conflicto. La mesa se ha instalado y veremos la voluntad de las partes en conflicto.
Mientras tanto y al amparo de la legítima protesta del magisterio oaxaqueño en contra de la reforma educativa del actual gobierno federal, cientos, tal vez miles de vándalos, anarcos y gente extrema ha escenificado escenas propias de una película de guerra, de aquellas guerras que sumergieron en el atraso y la pobreza a algunas naciones centroamericanas.
Cierto es que en aquellas tierras oaxaqueñas, con altos índices de analfabetismo, pobreza y atraso, es donde también se han incubado el mayor número de grupos radicales y hasta guerrilleros (bastaría con nombrar tan sólo al Ejército Popular Revolucionario, EPR, pero la lista es larga, larguísima).
También allá los usos y costumbres son la ley imperante y la violencia encuentra, así, enormes pastizales para incendiar. Y eso no de ahora, sino desde muchos años atrás.
Hoy presenciamos a hombres embozados surgir de distintos lados para repeler el desbloqueo de diversas carreteras en aquella entidad, puntos de comunicación vitales y por dónde transitan a diario centenares de tráileres cargados de alimentos y energéticos.
Los vimos bajar de los cerros y enfrentar fieramente a los cuerpos policiacos. La autoridad documenta que en el trayecto de repliegue de Nochixtlán hacia la ciudad de Oaxaca, los policías federales y estatales fueron objeto de al menos diez enfrentamientos y emboscadas.
Vimos y oímos en fotografías y videos como los cuerpos policiacos hicieron activar armas de fuego. Ráfagas de metralleta que por largo tiempo atronaron el espacio. También observamos a civiles detonando toda clase de artefactos explosivos y lanzando rocas y palos. Las acusaciones sobre quién inició el fuego son mutuas; las versiones son encontradas y hasta contradictorias y ello sirve en abono para la incertidumbre, la duda y la polarización.
Ante las diversas versiones encontradas, Enrique Peña Nieto instruyó a la Procuraduría General de la República (PGR) a apoyar a la Fiscalía General de Oaxaca para investigar los hechos de violencia del pasado domingo en Nochixtlán, en donde perdieron la vida ocho personas y más de un centenar resultaron heridas. Eso porque a más de cuatreo días de los sucesos nada está claro.
Las autoridades federales y estatales han señalo a grupos radicales y ultras de provocar el caos y la violencia, se han cuidado de hablar de guerrilla o grupos armados.
Se sabe que hubo siete civiles muertos por armas de fuego -ninguno era maestro- y uno más fallecido al manipular un explosivo; además, se detuvieron a 23 personas, de las cuales sólo cuatro pertenecen al magisterio y hay contabilizados 53 heridos. El Estado tiene el derecho del uso de la fuerza, y toca a él el cómo graduarlo, así iniciaron los operativos para desbloquear una carretera con siente días cerrada.
Pero el domingo no se enfrentaron maestros contra policías. Los choques y repliegues fueron bien orquestados y medidos. Los encapuchados sabían cómo y dónde golpear para luego retirarse. Una táctica propia de las guerrillas centroamericanas.
Y de ser así, el conflicto va para largo y tenderá a agudizarse y extenderse por diversos puntos del país, donde la irritación social y el hartazgo han empezado a pasar facturas caras, muy caras. Estoy cierto que lo de Oaxaca rebasa ya lo educativo y lo policiaco, y es un tema urgente en la agenda de la seguridad nacional. Un tema prioritario a atender junto con la inseguridad generalizada y el aumento de la presencia del crimen organizado.
Nadie sabe a ciencia cierta quien patrocina a la CNTE, de dónde saca los recursos para tantas y variadas movilizaciones. Ni siquiera sabemos quién los dirige realmente y quienes están detrás de ellos. Lo cierto es que en lugares como Oaxaca infunden miedo y terror, además de contar con un apoyo creciente al interior de las comunidades.
Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación confía en que la Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos podrán indagar al respecto y decirnos con claridad que pasó durante el domingo negro de Nochixtlán. Lo dudo. Al menos en el corto y mediano plazo no sabremos la verdad. Por lo pronto, toda la sociedad pide el cese de la violencia y abrir espacios reales de diálogo.
Un diálogo que no sea condicionado, sino tendiente a distender la región.
Una vez pacificado el estado oaxaqueño, debería darse el paso a un gran diálogo nacional sobre la educación que demanda el país y sus educandos. Y no como señala el secretario de Educación, Aurelio Nuño, quien poco aporta a la pacificación de Oaxaca al decir que el diálogo será meramente político y no sobre temas educativos.
México es amplio y diverso, y en esa amplitud debe dársele voz a todos aquellos que tengan algo que aportar en torno a una gran reforma educativa, tendiente a elevar la calidad de la enseñanza.
Hoy dimos un salto para atrás, nos debatimos entre violentos enfrentamientos que pasaron de los toletazos y golpeados a los balazos y los muertos. Hoy discutimos sobre quién soltó el primer balazo. Hoy nos confrontamos y polarizamos por saber a quién le asiste la razón. Hoy estamos más jodidos que ayer.
Desde aquí exijo justicia para el compañero foto-reportero, Elidio Ramos, asesinado a balazos, en Juchitán, luego de captar escenas de vandalismo y rapiña escenificados por hombres embozados, ligados a la CNTE, en el contexto de movilización y enfrentamientos, acaecidos en Oaxaca el pasado domingo y a lo largo de diversos puntos.