El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La guerra contra la delincuencia organizada está perdida y urgen cambios de estrategias para enfrentarla.
Hasta ahora las respuestas de la autoridad federal parecen tibias, por no decir rebasadas. El titular de Gobernación, Miguel Osorio Chong promete: dar con los culpables, aplicar el peso de la ley, que ninguna autoridad local será lastimada o coptada, hacer justicia, trabajar coordinadamente, coadyuvar con los gobiernos locales. Frases trilladas y meros lugares comunes en un país flagelado por la violencia y en el epicentro de una guerra.
Sólo que ya van 79 alcaldes ajusticiados en lo que va de la década y más de mil están amenazados de muerte, de los dos mil 240 existentes en el mismo número de municipios. Y eso sólo por hablar de los presidentes municipales caídos. Pero hay más síntomas de descomposición en ésta guerra, no reconocida como tal.
Todos los días al leer los diarios y ver los noticieros televisivos, las cifras sobre los crímenes (asesinatos) cometidos parecen más un parte de guerra que un reporte policial. Las cifras son aterradoras y más aterrador es el hecho de que nos acostumbramos a nuestras masacres.
La semana inició con el abatimiento de dos alcaldes. Uno de Pungarabato, Guerrero, el otro en San Juan Chamula, Chiapas. En el primer caso el alcalde guerrerense fue objeto de una emboscada cuando circulaba –a altas horas de la noche y por una zona inconveniente, dice torpemente el gobernador de Guerrero–, pese a llevar escoltas de la Policía Federal y estatal, durante 15 minutos lo rociaron con más de 600 balas hasta matarlo, junto con su chofer. En el caso chiapaneco, el alcalde de origen tzoltzil fue balaceado en el transcurso de una protesta popular que demandaba recursos; un día después, las indagaciones señalaron que el trasfondo es político y obedece a la disputa por la presidencia municipal entre Verdes Ecologistas y tricolores priístas.
El martes, dos de los principales diarios del país destacaron las nuevas zonas en disputa por las bandas del crimen organizado que extienden sin freno sus tentáculos a estados considerados pacíficos y libres de violencia. Así, Reforma informa: “La violencia llegó ahora a Guanajuato. La entidad con una de las mejores economías del país, es ahora un campo de batalla entre cárteles que se disputan el narcomenudeo, la ordeña de combustibles y el robo a ferrocarriles.
“En un lapso 90 días se ha registrado la mayor violencia del año con 230 asesinatos ligados presuntamente al crimen organizado. Las ciudades más afectadas son Celaya, León, Guanajuato y Salamanca”. Las autoridades de aquella entidad apuntan a la llegada de bandas criminales procedentes de Michoacán y Jalisco que disputan el territorio con bandas ya presentes en el Bajío.
El Universal, a su vez, informa: “El corredor costero Lázaro Cárdenas-Zihuatanejo en Tierra Caliente, entre los estados de Michoacán y Guerrero, se ha convertido en lo que va del año en una ruta peligrosa para el turismo y el comercio de la región. En un tramo de 98 kilómetros que se recorren en una hora y 20 minutos en vehículo particular se han reportado 100 homicidios dolosos en los últimos seis meses, contra 62 asesinatos en el mismo lapso de 2015”.
Al mismo tiempo, la mayoría de los periódicos y noticieros reprodujeron el informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI): México registró en 2015 un total de 20 mil 525 homicidios, y la entidad que concentró la mayor tasa fue Guerrero, con 67 casos por cada 100 mil habitantes, cifra superior al promedio nacional, que ascendió a 17 asesinatos. De esta forma, Guerrero se coloca a la cabeza de asesinatos en el país por tercer año consecutivo. El reporte señala que a esa entidad le siguieron Chihuahua, con 42 casos por cada 100 mil habitantes; Sinaloa, con 36; Colima, con 31; así como Morelos y Baja California, con 24 asesinatos cada uno.
Así o más aterradores los hechos en meras cifras de los caídos y ajusticiados. Eso, claro, sin ponernos a pensar en los montos en daños materiales, las tragedias familiares y personales de cada caso de los más de 20 mil contabilizados por el INEGI y los que se sumen éste año. La violencia impera de norte a sur y de costa a costa en todo el país. Pocas son ya las entidades dónde no se haga presente en guiones escritos con sangre por el crimen organizado y sus testaferros.
El Estado de Derecho en jaque y me quisiera equivocar, pero los recientes asesinatos de los alcaldes se sumarán a la larga lista de crímenes sin resolver. Poco o nada podemos hacer los ciudadanos ante éste oleaje que no sea protestar y exigir justicia. ¿Qué más nos falta por ver y vivir en éste nuestro México lindo y dolido?
En qué momento en el camino, perdimos el rumbo y nos deshumanizamos, para llevarnos a actuar con una bestialidad propia de animales irracionales. Las funerarias están en auge. Verdaderamente lamentable.