Descomplicado
Poetas y locos
Híper sensibles, intensos o bipolares. Son los nuevos locos. Los que nunca estarán de moda. Los que sorprenden y asustan. Los que incomodan.
Son ellos quienes guardan luto a los muertos desconocidos de cualquier lugar del orbe, los que cantan felices ante la nueva luz del día, los que se enamoran sin reservas y celebran la genialidad de cualquiera con una sincera oda, una caravana y hasta suelen poner de alfombra su alma.
Es posible que ya conozcas a alguno. “Descerebrados” que pululamos en las aulas y el arte, pero también en los hospitales, empresas filantrópicas y calles. Lloran ante una desilusión y quedan arrobados ante un paisaje, vibran de indignación ante la inequidad y también, en un instante, ofrecen pasión a raudales.
Son expresivos. Lo anodino no está en su carácter. La inercia no los encuentra. Abrazan cada instante con piel, emociones y pensamientos. Su voz y gestos los delatan. Son vibrantes y rotundos, con una energía que se percibe desbordante, que rasga inclemente el aire.
Son los que celebran el paso de las horas con carcajadas, francas sonrisas, circunspección, odio, tristeza y arrebatos. Cada instante es jirón de vida que manifiestan a plenitud con todos los sentidos.
Son ellos, los nuevos locos, los que exigen entrega total en todo. Que dan todo y esperan lo mismo. Y cuando no ocurre, trituran en varios pedazos el corazón, cofre del subconsciente, y lo pegan después fragmento a fragmento, porque todo cree que debe vivirse sin cortapisas ni hipócritas cautelas.
No disimulan. Están abiertos al paso impetuoso y pleno de las emociones. Suelen incomodar ante un incordio o una malversación de ideas, pero es imposible que permanezcan impávidos ante la injusticia, el desamor o la humillación de ellos y los otros, porque cobijan con nuestra intensidad a cualquiera.
Les duele la indiferencia y silencio. Suelen captar en el aire la mordacidad escondida, la mentira que mata, la crítica no dicha. Pero también rescatan de la nada las convicciones profundas, el honor y la sinceridad.
Aman la transparencia y humildad. Para ellos, los nuevos locos, nada resulta invisible ni inefable. Pero tampoco dejan de admirar la belleza en una flor casi marchita, en un ocaso y las canas. Celebran la vida a cada instante, con el ímpetu de los tambores que marcan cada paso en su vida, las alegrías para ellos pululan en todas las oquedades de una roca, pero también la grandeza de una hoja desprende su sonrisa y pueden encontrar la trascendencia del juego y el amor en todas las horas.
Reconozco a esta “raza” de seres hipersensibles, de paranoicos que persiguen sin descanso la vida. Sé cuándo me encuentro con un loco de éstos. Soy uno de ellos.