Escenario político
Deporte Olímpico mexicano abandonado y saqueado
Los resultados hasta ahora mostrados por nuestros atletas en diversas disciplinas participantes en la Olimpiada de Río de Janeiro 2016, y que para muchos analistas y críticos de redes sociales, son decepcionantes, tristes y patéticos, muestran claramente el desinterés de los tres niveles de gobierno y varios sectores políticos y empresariales por fomentarlos y apoyarlos. Muestran, también, la rapacidad de los directivos de las federaciones y de los llamados Comités que hacen suyos los recursos económicos. Muestran además la incompetencia de quien rige las riendas del deporte nacional, el ex comisionado para Michoacán, amigo personal del jefe del Ejecutivo y hoy titular de la Conade, Alfredo Castillo, quien al no poder enderezar los entuertos y darle vialidad al deporte mexicano, optó por vacacionar y romancear en Río de Janeiro.
Si bien el país cuenta con una infraestructura física para la generación de deportistas de alto rendimiento, –que, aunque vetustas ahí están y serían funcionales si se les remozara y diera mantenimiento–, no cuentan con el apoyo de sus gobernantes y políticos para la formación de niños y jóvenes futuros atletas de mentes ganadoras y cuerpos preparados para las exigencias del alto rendimiento. Los pocos y muy escasos deportistas, de gran valía, que han dado medallas y honor en justas internacionales son producto del esfuerzo personal e individual, del propio carácter de los jóvenes, apoyados siempre por sus padres y escasos patrocinios comerciales. No son fruto de un plan o proyecto.
No hay una escuela del deporte, por ende, adolecemos de una cultura deportiva; carecemos de las estructuras políticas y de planificación necesarias para impulsar a todas y cada una de las disciplinas deportivas. Bastaría con mencionar que ni siquiera tenemos una liga semiprofesional de basquetbol o volibol, mucho menos un circuito nacional de nivel competitivo en el tenis, en atletismo o en la natación. Hay sí, un todo un mundo en torno al futbol soccer –confieso que es lo que menos que quiero ver en una Olimpiada, habiendo tantas disciplinas tan variadas como hermosas–, desde fuerzas básicas hasta diversas ligas, dos de ellas profesionales; y es ahí donde están cifradas las esperanzas de obtener una presea pues se ostenta con ser los campeones actuales.
Pero que hay con los clavados, el tiro con arco, la caminata, el box, donde en alguna ocasión se llegaron a tener logros internacionales. Pues nada, ya que nuestros principales exponentes han sido eliminados y regresados a casa. Los mexicanos tuvieron una jornada desastrosa en Brasil, al quedar eliminados la pesista Patricia Domínguez, el boxeador Joselito Velázquez, la arquera Aída Román y los clavadistas Germán Sánchez e Iván García, de quienes se esperaba subieran al podio.
Y en verdad no es culpa de ellos el haber quedado fuera, puesto que se prepararon lo mejor que pudieron, pese a los obstáculos impuestos por los mismos federativos y los dos comités existentes. Lucharon y batallaron al límite de sus capacidades y fuerzas, contra oponentes bien adiestrados y, sobre todo, apoyados en su desarrollo en el alto rendimiento atlético.
Un deportista de alto rendimiento con un alto nivel atlético superior no nace, se construye desde temprana edad con base a dietas, adiestramiento, capacitación, entrenamientos, competencias y más entrenamientos. Apoyos económicos para desarrollar su deporte y carrera universitaria. Un atleta como los que nos asombran en estas justas Olímpicas, invierte diariamente de cuatro a seis horas en el acondicionamiento físico y dominio de las técnicas; tres horas más en el conocimiento de estrategias y estudio de sus oponentes. Implica sacrificio y dolor. Es sacrificar tiempo de estudios, de novia y de sociabilizar. Su vida la consagran al deporte, pese a lesiones y caídas.
De esta manera necesita de estímulos y apoyos económicos, ya sean estos privados o públicos. Mismos que el gobierno, en sus tres niveles, les han escamotean o los federativos les condicionan y hasta niegan con excusas políticas. De ahí que resultan deplorable los cuestionamientos y críticas malas leches vertidas en redes sociales, por dizque analistas deportivos, contra nuestros atletas que acudieron a Río con tan poco respaldo. La pregunta es obligada ¿qué se hizo con los 25 mil millones de pesos que se destinan a la formación de deportistas?
Su ejemplo es loable en un país donde los jóvenes de entre 12 y 29 años ascienden a 37. 5 millones, es decir una tercera parte de la población. Lo que significa que más de 70 por ciento de los hogares mexicanos tienen al menos a un joven como integrante de la familia y de estos pocos sobresalen en cualquier actividad de la vida. En un país donde siete millones de jóvenes son considerados ninis, porque ni estudian ni trabajan y no tienen ni sueños, ni esperanzas. En un país donde la mayoría de nuestros jóvenes no tiene más opción que integrarse a la economía informal, sumarse a las filas del desempleo o, en el peor de los cosos, formar parte de los ejércitos del crimen organizado como sicarios, halcones u orejas.
No los estigmaticemos, por el contrario, hay que apoyarlos y reconocer su esfuerzo. Suyo es el sueño, suya la utopía de hacer algo y poder cambiar la triste realidad de nuestro país. Ah y por cierto el próximo 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud.