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CIUDAD DE MÉXICO, 21 de agosto de 2016.- Cada 120 años ocurre un superávit o déficit solar que afecta la vida y el comportamiento humano, expuso Víctor Manuel Velasco Herrera, del Instituto de Geofísica de la UNAM.
De acuerdo con la máxima casa de estudios, el excedente referido propició el Renacimiento, la paz y el desarrollo de las ciencias y las artes. Sin embargo, aseguró el investigador, si el astro envía menos energía hay menos comida (en cantidad y calidad) y, en consecuencia, hambrunas y conflictos bélicos, como las guerras mundiales y las revoluciones sociales.
Todas las pandemias son causadas, entre otros factores, por una merma energética solar y una mala alimentación, agregó el responsable del proyecto.
Esta nueva etapa de baja actividad (empezó en 2004, como confirman datos satelitales, aunque la NASA postulaba un superávit) se prolongará a lo largo del siglo XXI y tendrá repercusiones globales. Para la FAO, estamos entrando a una crisis mundial de comestibles, pero esto no se pregona porque generaría caos. Hoy, quien controle el petróleo tendrá más posibilidades de prosperar en esta centuria.
Para Velasco Herrera, independientemente de lo que pase con el petróleo debemos pensar en cómo asegurar el abasto alimentario nacional y qué recurso garantizaría la calidad de vida en el planeta. “O apostamos por una gran reforma agraria o por el hidrocarburo, que se va a acabar y sobre el cual México no dicta la política internacional», dijo.
En la transición o inicio de baja actividad del Sol, su energía no es la adecuada para el avance industrial. Para consumo individual y agrario, es posible, pero para sobrevivir en la era glacial que viene “la candidata número uno es la nuclear”.
Recordó además que tres factores determinan el cambio climático global, no sólo en la Tierra sino en el Sistema Solar: la energía del astro alrededor del cual gira este conglomerado de planetas, las interacciones gravitacionales y la caída de meteoritos.
El humano contribuye al deterioro ambiental, pero no da la pauta climática natural en el orbe, según se desprende de los resultados preliminares del proyecto Cambio Climático Natural y Sistemas Solares de Bajos Costos.
Nuestro mundo tiene periodos interglaciares de 10 a 12 mil años (en promedio). El último terminó hace una docena de milenios y hoy estamos en una fase de transición para una era glacial de 100 mil años, según se desprende del estudio financiado por la UNAM y el Conacyt.
Otro hallazgo es que ya existe la tecnología requerida por el país para afrontar el siguiente déficit. Mientras el mundo estaba en caos, dos civilizaciones antiguas, la azteca y la inca, crearon estrategias que hoy servirían para afrontar el gran problema alimentario: la chinampa y el cultivo en terrazas.
El primer sistema es el más avanzado a nivel global para aprovechar las inundaciones. A diferencia de otras culturas establecidas a la orilla de ríos, los aztecas se asentaron en el Lago de Texcoco. Un kilómetro o hectárea cultivado con este método deja de siete a 10 veces más que una zona de riego de dimensión similar. Además, se puede trabajar varias veces al año.
Si México y Perú (con el cultivo en terrazas) intercambiaran información en el rubro, “garantizarían el abasto mundial de alimentos. Es tecnología antigua, pero no obsoleta”, consideró Velasco Herrera.
Efectos gravitacionales
Otro resultado de este proyecto es el planteamiento de que la interacción gravitacional de los planetas está asociada con cierta cantidad de meteoritos en la Tierra, comentó el experto.
Las variaciones son causadas principalmente por los efectos de Saturno, Júpiter y el Sol. Esto ha sido analizado en la caída de los bólidos observados y recuperados en los últimos cuatro siglos. Se encontró la variación posible natural de precipitación en dos periodos fundamentales: una decenal y una multidécada.
Anualmente, aerolitos de distintas dimensiones penetran en la atmósfera terrestre. Esto aún no ha sido catastrófico, pero en cualquier momento puede impactar uno similar al de Chicxulub, Yucatán, que causó una extinción masiva; es necesario mantener una observación constante y entender los efectos gravitacionales.