
Malinche y el mestizaje: nuevo enfoque desde el Año de la Mujer Indígena
GUANAJUATO, Gto., 25 de agosto de 2016.- A casi dos meses una semana del Día de Todos los Santos, celebración de tradición cristiana que nace principalmente celebrando ‘la continuación de la vida’, el parador turístico Sangre de Cristo, ubicado en la cima del Cerro del Cubilete, en Guanajuato, se prepara para abrir la posibilidad de que los muertos se reencuentren con sus seres queridos en esta vida.
El 1 de noviembre de cada año, «la espera y la ausencia encuentran regocijo en el festejo dedicado a la memoria de los que ya no están con nosotros”, recibe una leyenda a miles de turistas en la entrada del Museo de Catrinas y Fiesta de las Ánimas.
Conservando las tradiciones, como lo es la celebración del Día de los Muertos, Guanajuato ofrece esta oportunidad de reencontrarse con el pasado y conocer la historia de quienes nos antecedieron.
Las creencias, su concepción sobre los ciclos de la tierra, de la naturaleza y el respeto a lo sagrado, son esencia de la colección de 36 restos humanos de las llamadas momias viajeras desenterradas del panteón Santa Paula, camposanto histórico de Guanajuato de donde exhumaron, en 1865, un total de 118 cuerpos que no alcanzaron a convertirse en polvo.
Quadratín México realizó un recorrido para conocer los altares dedicados a “los otros”, los que regresan una vez al año. Después de viajar desde la Ciudad de México a bordo de un autobús ETN TuriStar Lujo, apreció las costumbres, historia y cultura, que llenan de orgullo a los guanajuatenses, mismos que representan a los mexicanos en todo el mundo.
Los visitantes nacionales o extranjeros podrán apreciar un Altar de Muertos de 75 metros cuadrados, elaborados por artesanos con elementos y símbolos tradicionales. Un lugar donde la vida convive con la muerte, donde lo que alguna vez fue tristeza se convierte en esperanza y donde la nostalgia se deja a un lado cuando por una noche, las almas vuelven para recordarnos la fragilidad de lo terrenal.
Además, se encuentra una exposición dedicada a Las Catrinas, llamada en un principio Calavera Garbancera, plasmada originalmente por el ilustrador José Guadalupe Posadas, en un grabado sobre metal para representar a quienes eran conocidos precisamente como “garbanceros”, aquellas personas que tenían sangre indígena, pero pretendían ser europeos renegando de sus raíces y cultura.
La zona dedicada a la considerada como una de las representaciones más populares del folklore mexicano, La Catrina, exhibe una colección de 43 esculturas artesanales de barro y cartonería, a manera de jactarse de la muerte.