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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de septiembre de 2016.- El fotógrafo chileno Marco Ugarte recuerda dos de las tantas fotos que le tomó al dictador Augusto Pinochet: una imagen donde se ve al general, que encabezó el sangriento golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 contra Salvador Allende, con una máscara de plomero, y después, ya sólo la sostiene sobre su mano, sonriente.
En aquellos tiempos de control mediático de la dictadura en la nación andina, Ugarte sabía las reglas: después de haber sido visto por un militar tomando las impresiones, le requisarían el rollo, por lo que hábilmente lo cambió, se lo escondió en el cuerpo y pudo preservarlo.
Al llegar a su redacción le contó a su jefe, aunque sin mostrarle las imágenes. “Esas fotos no las hubiéramos podido publicar y quizá le hubieran costado la vida”, le dijo su jefe, que se acercó a su escritorio y sacó de un cajón un informe que revelaba que el sitio al que había acudido el dictador era un horno donde se decía que quemaban a los opositores políticos al régimen pinochetista.
Ugarte recuerda la historia de la fotografía, la cual forma parte de la exposición que se abrirá al público a partir de este 11 de septiembre a las 12 horas en el Museo Casa de la Memoria Indómita, en Regina 66, en el Centro Histórico.
Entrevistado por Quadratín México sobre la exposición, que es la segunda vez que la monta y está también en forma de libro, expresa que a 43 años del violento asalto militar al Palacio de la Moneda, que se convirtió en una de las dictaduras más sangrientas del Cono Sur, debe recordarse lo ocurrido durante 17 años.
“Estas imágenes están latentes, son parte de la memoria histórica de Chile. Un pueblo sin memoria no tiene historia”, dice, de manera seria.
“Siempre recordaremos 17 años de dictadura donde desaparecieron miles de personas, otras fueron desaparecidos en campos militares de concentración.
“Pinochet se fue sin aclarar muchas cosas y hasta hoy siguen los familiares buscando a sus desaparecidos”.
Reconstruye dictadura
A través de las fotos de Ugarte, se puede reconstruir parte de la dictadura de 17 años. Es cierto que él tenía 15 años cuando fue el golpe, y comenzó a publicarlas en 1980. Pero las imágenes son contundentes.
Una de ellas, es la que se llama La Bendición del Guanaco, por la cual ganó el premio nacional de periodismo. Es la de una manifestación, donde se ve a personas rociadas con agua. Sólo parece eso hasta que el chileno recuerda que el agua era de drenaje, aderezada con químicos para que quienes fueran bañados con ella se enfermaran de diarrea u otras cosas.
El líquido también contenía pintura, cuya finalidad era marcar a los manifestantes para que cuando abandonaran el centro fueran fácilmente reconocibles y entonces poder ser apresados.
Ugarte recuerda que aquella marcha fue de un grupo de religiosos que se llama Movimiento Sebastián de Acevedo, en honor a un campesino cuyos hijos estaban protestando al sur de Chile y los servicios policiales se los llevaron a un centro de detención.
“Su padre decide buscarlos y va a hablar con el gobernador de Concepción donde habían sido detenidos, fue a pedirle a las autoridades que liberaran a sus hijos de 18 y 20 años, va a la iglesia, pero nadie le hace caso, entonces, el señor compra dos botes de gasolina, una tiza frente a la catedral y la plaza de gobierno”, recuerda, antes de hacer una pausa, debido a que se le quiebra la voz.
“El señor se quema y la escena fue impactante y al final la esposa del gobernador interviene para que liberen a los hijos, el señor estaba con grandes quemaduras, no veía, tocaba las manos de sus hijos y preguntó si realmente eran ellos, cómo les decía de niños y cuando le responden, entonces Sebastián fallece, por eso este movimiento se llama así”.
Fue tanta la emoción que sintió aquellos años al ver que por primera vez religiosos y gente de la sociedad salieran a manifestarse, que él mismo se sintió partícipe.
La foto fue tomada en noviembre de 1983 y en febrero de 1984 ganó el premio de periodismo.
Para la historia en blanco y negro
El fotógrafo –quien trabajó para la agencia France Press– tomó distintas imágenes de aquellos años de opresión militar: manifestaciones, soldados que someten a civiles, personas heridas, e incluso amigos reporteros que luego desaparecieron.
Todas en blanco y negro, entre el material de aquella época destaca la que tomó al Papa Juan Pablo II en su visita a Chile, ocurrida en 1987.
El entonces máximo jerarca católico aparece asomado en un balcón de La Moneda. El dictador, inusitadamente, aparece de traje mientras el Papa saluda a una multitud. Es una imagen donde su Santidad está en el mismo balcón que fue baleado por los militares para asestar el golpe de Estado a Salvador Allende.
“Era un símbolo de que el Papa había reconocido lo que él –Pinochet– hizo”, fue la lectura de la fotografía.
Otra imagen muestra a Pinochet que recibe la hostia –que para los católicos simboliza el cuerpo de Cristo– de manos del Papa. La decisión del dictador de no quitarse su gorra en uno de los momentos de mayor significado para los católicos causó el repudio de católicos chilenos que lo abuchearon.
En México, presiente muerte de Pinochet
La dictadura concluyó en 1990, luego de un plebiscito; pese a la salida del poder y las pruebas de las violaciones de los derechos humanos durante su régimen, Pinochet no fue castigado, aunque el juez español Baltasar Garzón lo intentó y el caso se convirtió en un escándalo internacional.
Años después, en 2006, Ugarte estaba en México en la cobertura del conflicto social protagonizado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en Oaxaca.
Cuando supo que Pinochet enfermó, pidió autorización para viajar a Chile; sin evidencia de que pronto moriría, su intuición le dijo que el temible y siniestro general estaba cerca de su muerte.
Viajó y quienes lo recibieron se mostraron sorprendidos. Pero la noticia por la que había esperado años llegó un sábado. Apenas podía creerlo. Su pesadilla murió y también la oportunidad de cerrar un ciclo fotográfico.
Había soñado con ese momento y había visualizado que tomaría la imagen de su féretro en carroza, como la había tomado en vida.
Cuando acudió a la capilla vio un tragaluz y observó la luz. Entonces ideó una foto distinta. Sería en el cambio de guardia. Clic. El ataúd con el rostro muerto del dictador, al lado un guardia que se retiraba. Ahí estaba: el militar, el general, el dictador que se iba.
Es también la única foto tomada con formato digital, ya que el resto son de negativo.
Perseguido por dictadura
Estos Testimonios son la recopilación de prácticamente 10 de los 17 años de la dictadura, aunque para Ugarte la dictadura representa un tema que persiguió –y lo persiguió– toda su vida, afirma.
“La dictadura fue una de las más sangrientas, atroces y más fascistas y espero que la historia no se repita y en parte es para eso, para que un pueblo conozca su historia y no se repita porque a veces no tenemos memoria y tendemos a repetir la historia”, concluye.