Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Al disolverse la nube después de la elección estadounidense quedamos de frente, nuevamente, ante las posibilidades de confrontación democrática y la fortaleza del sistema político más poderoso del planeta.
La interacción compleja y contradictoria de la población y el gobierno y los diversos segmentos de ambos constituyentes del Estado es funcional, básicamente eficiente y proveedora de confianza global en y desde los Estados Unidos.
Ni hecatombe ni fácil reconciliación. Donald Trump distando mucho de ser un personaje “ideal” o con experiencia de gobierno de la vida política estadounidense o simpático a los políticamente correctos, demostró el peso enorme del discurso anti establishment cuando éste halla un campeón como vocero. Contra toda la plataforma convencional del partido, de los medios de difusión y de los segmentos bien pesantes arrasó en la elección.
Se hizo visible el grado de miseria de la discusión política concentrada en los antecedentes de las personas y menormente en sus argumentos programáticos. Al mismo tiempo, permitieron dar salida a las voces claramente enfrentadas de amplísimos segmentos de la sociedad estadounidense.
Para México implica la prácticamente inevitable revisión y probable actualización regresiva del Tratado de Libre Comercio, insignia modernizadora y exhibidora de una comprensión política global durante la administración de Carlos Salinas, cuya claridad estratégica, por cierto, extrañan muchos en el PRI. También deberá revisar la ubicación estratégica del fenómeno migratorio y la revisión de la política diplomática mexicana.
Los votantes estadounidenses quedaron expuestos a una cantidad sin precedente de evidencias y mentiras, racismo, oculta y abierta xenofobia, fechorías y dobles discursos. Ahora es aún más evidente que la inclusión del menos apto es parte de las características de los sistemas contemporáneos.
La clase política no provee liderazgos apropiados. Ahora Andrés Manuel López Obrador está más cerca. Reaccionó oportunamente y con un discurso protectivo apropiado.
Más allá de la contienda, después de vencido el supuesto de que se trató de una entre los opositores al establishment y sus defensores más consistentes, el sistema triunfó al disolver la tensión radicalizada y convertirla en una avalancha de votantes cuyos números habrán de analizarse.
La confianza es un producto del Estado y la elección estadounidense lo demuestra contundentemente. Con independencia de la diferenciación polar registrada, “el sistema”, donde el Estado es el concepto aglutinador de gobierno y población por excelencia, triunfó.
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