Poder y dinero
Hablemos de poesía
También, por qué no, de la segunda lectura de la Santa Misa de hoy. Es breve. Ilustrativa. Y para reflexión de algunos. O de muchos.
El apóstol Pablo, en su segunda carta, advierte a sus hermanos: “Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que cuando estuve entre ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para comer. Antes bien, de día y de noche trabajé hasta agotarme para no serles gravoso. Y no porque no tuviera yo derecho a pedirles el sustento. Sino para darles un ejemplo a imitar.
“Así, cuando estaba entre ustedes, les decía una y otra vez: el que no quiera trabajar, que no coma.
“Ahora vengo saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada. Y además entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos tales y les ordenamos que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida”
Y agradecer a don Raúl y a su esposa Maru las peras de su granja de Tlaxcala, riquísimas. Les platico que acabamos de repasar nuestro libro “Introducción a la gramática periodística. El despiporre intelectual”, editado por el Club Primera Plana.
En ocho capítulos, hoy incursionamos en tres hablamos, escribimos, de la sicología de los mexicanos. Saturada de elementos humorísticos.
Vaya, a nosotros la felicidad, el infortunio, la religión, la política, el matrimonio, la amistad, la carestía y el propio sexo, nos mueve a risa.
El fenómeno culminante de la muerte se reviste, a nuestro placer, con una máscara alegre. Las calaveras, en una palabra, nos pelan los dientes.
Bromistas irredentos. Decidores incansables. Albureros de inagotables recursos y expertos en el manejo de vocablos de grueso calibre, nos reímos del prójimo con facilidad asombrosa. Y poco nos importa servir, a nuestra vez, de víctimas propiciatorias del regocijo ajeno
El que se lleva, se aguanta. Y el que se enoja, pierde. Dos preceptos inviolables para todo mexicano que se precie y que no desee convertirse en isla arrancada de un continente humano. Donde todo se resuelve con la panacea infalible de la risa.
En este tenor nos permitimos incursionar en algunos textos. Con una pequeña advertencia. No es para gazmoños. Y sí para los de amplio criterio.
Empecemos con el poeta Renato Leduc. Una calle o avenida de Tlalpan, lleva su nombre. Después de muerto, por supuesto.
“Una mujer me destrozó la vida y me tornó en servicial esclavo, Otra mujer me restañó la herida. Un clavo, hasta en amor, saca otro clavo.
“Una mañana llegará la muerte, a mi casa paupérrima y sombría. Chinga a tu madre, me complace verte, le diré con mi fina cortesía. Brazo con brazo partiré con ella, como si fuera la mujer amada. A una lejana, muy lejana estrella. Oscura y sorda. Donde no haya nada”.
Coincidimos también que la poesía, no fue madre, ni amante. Sino tía.
Y en su procaz lenguaje, así título algún libro, también diría, en una prosa, no equivalente a poesía. Más bien a majadería.
“Mientras los huevos se alargan. Mientras se acorta la pinga, esta largura te embarga. Y esta cortedad te chinga. Y se te pican los dientes y el cráneo luce pelón. Ay, reata, no te revientes, que es el último jalón. Y se presenta la muerte, un día tiene que llegar. Y como ya no eres tan fuerte, al ¡carajo, a descansar!”
Abordemos hoy a otro genio.
Luis G. Ledezma, poeta zacatecano, nació en 1838 y murió en 1923, es el autor de centenares de epigramas. Retruécanos y toda clase de ingeniosas alteraciones idiomáticas, que aún nos hacen regocijar.
El arte de Ledezma consistía en vertebrar frases alternadas que aparentemente era de una inocencia infantil. Pero escuchadas por oídos malos significaban dicterios que hacían desternillar de risa. O sublevaban como un fuetazo.
Aquí algunos:
“Un conocido yesero dos cupidillos vació. Y a dos chicas los vendió, para adornar su ropero.
“El papá negó el dinero, porque en el recibo dice: pagan las niñas Eunice y Guadalupe Mata, un par de pesos de plata, por dos niños que les hice”.
Y este.
“El ducho arpista Llorente muy joven sordo quedó. Y el arpa después tocó, tan solo intuitivamente.
“Pero Luz, muchacha ardiente y arpista de gran talento, viendo que el sordo irredento ya el arpa no afinaría. Cuando el caso se ofrecía, le templaba el instrumento”.
Su conocimiento del idioma, adquirido mediante un reiterado ejercicio poético, lo llevó a convertirse en un formidable calamburista. En un desenfrenado artífice del impudor literario.
Escribió también:
“Aurora tiene un gorrión y de él se preocupa tanto. Que casi derrama llanto, si lo sacan al balcón.
“Si lo meten, su aflicción es más desconsoladora.
“Y con su pájaro Aurora diariamente nos irrita. Pues si se lo meten grita. Y si se lo sacan llora”.
Nuestro libro tiene muchos más, como dijimos. Más adelante, otro día, seguiremos con la poesía. Contenida en nuestro “Despiporre intelectual”. Y, por qué no, también de otros.