Obispos de México: Un nuevo horizonte/Felipe de J. Monroy*
Sigue el tiempo
No deja de impresionarnos la escritora Rosa María Campos. Hoy platica sobre el tiempo. Y la historia del calendario: El Gregoriano. Antes el Juliano. Nos lo explica, con gran elocuencia. Razón por la cual utilizamos texto para compartirlo. Sugiere, además, que en este año, 2017, calendario Gregoriano “confunde nuestra mente”.
No debería, dice, existir este calendario porque no tiene unidades de medida. Las semanas no se correlacionan con los meses; septiembre, abril, junio y noviembre con 30 días, el resto tiene 31 y febrero de 28 o 29.
Razón por la cual, las semanas de 7 días, empiezan el año en días diferentes. Nada calza en el Gregoriano, sus medidas enturbian la cabeza, sin embargo lleva aplicándose más 400 años.
El Dr. José Argüelles, reconocido científico estableció la Fundación para la Ley del Tiempo, con base en el Calendario de 13 Lunas y el Movimiento de Paz por el Nuevo Tiempo.
“La primera vez que me indigné ante este problema con el Calendario Gregoriano, enfatiza el doctor Arguelles, fue por el año 1988 o 1989”.
Había escrito un libro llamado: “El Factor Maya” en el año 1987 basado en el calendario Maya.
Cuando trató de colocar el calendario Maya en el tiempo presente se dio cuenta de que tenía grandes problemas. Porque este calendario irregular, ilógico y combinado con el reloj de 60 minutos mecanizados, nos lleva a sobrevivir en una civilización irracional basada en la mecanización.
“Este calendario Gregoriano, que nos llegó de Roma, por obra y gracia de Julio Cesar, originalmente era conocido como el calendario Juliano.
En aquellos tiempos los romanos tenían un calendario de 10 meses, pero cuando el emperador Julio César propuso que Roma dejara de ser una República y se convirtiera en Imperio, para tener un nuevo instrumento de control, colocó 2 meses más al calendario vigente.
(Esto creó grandes estragos y Julio Cesar terminó asesinado).
“Cuando Julio Cesar impuso el nuevo calendario, su cuenta del tiempo estaba totalmente perdida, por ello al primer año, con 400 días, se le conoce como: “El Año de la Gran Confusión”. Imagínense: 40 días adheridos.
Por qué los nombres de los meses de este calendario.
La lógica es clara. Obvia. Evidente:
Enero es el nombre del Dios de los Portales.
Febrero es una obscura referencia a un tipo de conjuro adivinatorio.
Marzo es en honor a Marte, el Dios de la Guerra.
Abril y Mayo son colocados en honor a una divinidad de la primavera.
Junio era la esposa de Júpiter.
Julio es en honor de Julio Cesar.
Agosto por Cesar Augusto.
Al mes de agosto se le llamaba Sextil, que significa 6. Pero César Augusto protestó: “Si Julio César tiene un mes en su honor, yo quiero un mes en honor mío”.
Y cambió Sextil por agosto, que tenía sólo 30 días.
No conforme, le roba a Febrero un día y se lo coloca a Agosto, para que tuviera 31 días, tal y como lo hizo Julio Cesar.
Septiembre, que es el noveno mes, significa 7.
Octubre, que es el décimo significa 8.
Noviembre, el undécimo se traduce como 9 y
Diciembre, el decimosegundo mes, significa 10.
“Hemos aceptado un calendario confuso y además lo hemos dogmatizado, nos dice Arguelles.
Por lo tanto una civilización basada en el Calendario Gregoriano es desordenada y problemática.
Y concluye su plática la escritora Campos con una definición del mismo Arguelles: “Esta crítica no es personal. Un gran número de textos académicos coinciden conmigo y califican el Calendario Gregoriano como un anacronismo medieval, pero nos hemos acostumbrado a él” [email protected]
Y seguimos con el tiempo. Añadiríamos nosotros.