Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
“Ya se los llevó la chingada por no pagar lo acordado”
De todos es sabido que Quintana Roo es un lugar deseado y codiciado por las bandas criminales organizadas. Ingenuo y patético resulta creer lo contrario. Tiene dos de los lugares turísticos más bellos y visitados en todo el Mundo: Cancún y Playa del Carmen, además de lo que se ve y disfruta a lo largo de la Rivera Maya. Ahí se ubican hoteles, restaurantes y negocios para satisfacer necesidades de alojamiento, esparcimiento y alimento no sólo del turismo nacional, sino fundamentalmente del internacional. La variedad es amplia y va de las dos estrellas hoteleras hasta el turismo diamante y gran turismo proveniente de los Estados Unidos, Canadá y Europa.
Es pues la joya más valiosa en materia de turismo, la llamada industria sin chimeneas que significa hoy en día el tercer pilar más importante de la economía nacional, en cuanto a la generación de ingresos y empleos directos e indirectos.
Todo ello viene a cuento a propósito de la balacera registrada la madrugada del lunes pasado a las afueras de un discoteca de dicho centro turístico, que año con año realizaba un festival de música pop, tecno pop, o música electrónica, que reunía a los DJ más conocidos del orbe. Durante diez días consecutivos los amantes de dicho género musical –algo muy a discusión el si es un género– se daban cita para disfrutar de su afición favorita, el Festival BPM, además de bebidas etílicas y una enorme variedad de drogas que iban de la cannabis indica, a la cocaína, pasando por metanfetaminas y éxtasis que vendían en calles, baños de antros y hasta en la misma playa, diversos narcomenudistas amparados por un fuerte cártel y la omisión de las autoridades municipales y estatales.
Pero las bandas criminales no sólo vendían sus nocivos productos a los miles de jóvenes que acudían religiosamente año con año, también utilizan (y seguirán utilizando) sus demás artimañas para hacerse de dinero, como es la extorsión y el cobro de piso. El cobro de piso no es nada nuevo en Playa del Carmen, como tampoco lo es en diversos centros turísticos del país como Acapulco, Zihuatanejo, Puerto Vallarta, Mazatlán y demás centros turísticos. Sólo que ahora con la balacera, que dejó un saldo de cinco muertos (tres de ellos extranjeros) y 15 heridos, mucha de la podredumbre saldrá a flote y el destino turístico estará en riesgo.
Hasta el día de hoy, luego de tres días de indagaciones policiacas, las versiones entre lo oficialmente dado a conocer por el gobierno del estado y lo dicho por diversos testigos oculares, dadas a conocer por los medios, difieren totalmente. Para las autoridades judiciales del estado de Quintana Roo, los hechos obedecen a una disputa entre dos particulares que se enfrentaron a tiros, con severos daños colaterales; pero testimonios de observadores del momento apuntan a un solitario asesino que llegó desde la zona de playa y sorpresivamente disparó sobre los encargados de seguridad del antro al grito de: “Ya se los llevó la chingada por no pagar lo acordado”.
Para mí, el móvil y la acción, obedece a un ajuste de cuentas propio de las brandas criminales organizadas que tienen en jaque a Playa del Carmen y buena parte de la Rivera Maya.
De entrada, Cristina Torres Gómez, alcaldesa de Solidaridad, Quintana Roo, hizo pública la determinación que quedarán prohibidos de manera definitiva el festival BPM y todos los eventos de esta índole. La noticia de la muerte de cinco personas, entre estas tres extranjeros y dos mexicanos, a manos de una solo persona que logró darse a la fuga, ya dio la vuelta al mundo y el destino turístico quedó marcado, como quedó en su momento Puerto Vallarta por la balacera en un a disco llamada Kristine, entre sicarios del Güero Palma y los Beltrán Leyva, que se disputaban, a finales de los 90s del siglo pasado, el control de dicho puerto turístico de la costa del Pacífico.
Así, gracias a las balas de sicarios, que mataron a su gallina de los huevos de oro –otra más que muere por estupideces—el festival creado por Craig Pettigrew y Philip Pulitano, y que celebraba este invierno del 2017 su X aniversario, con una reunión global de DJs, productores y profesionales de la industria, considerado ya como: “una necesidad para cualquier amante de la música con un gusto exigente por la música de electrónica de calidad”, fenece de cinco tiros de armas cortas.
El festival BPM, según se desprende de su página del FB, duraba diez días y congregaba a más de 375 artistas. Era para quienes asistían “Un viaje mágico” que se realizaba en ocho bares de Playa del Carmen, de los cuales cuatro operaban durante el día, mientras que los restantes lo hacían por la noche. El Blue Parrot, uno de los establecimientos que alberga dicho festival por la noche, fue el escenario donde se suscitó la balacera y se selló la suerte del festival de música electrónica.
Y bueno, lo dicho arriba. Las autoridades judiciales de aquella paradisiaca entidad indican que una de las líneas de investigación apuntan al narcotráfico, sólo que tratan de minimizar el hecho al señalar que son bandas de narcomenudistas quienes disputan la plaza y no aceptan que ya hay fuerte presencia de las bandas delincuenciales grandes y bien organizadas como son los Zetas y hasta el Cártel del Pacífico Nueva Generación.
Y sino por qué el desafío de atacar instalaciones judiciales en la ciudad joya dorada de Cancún con un comando bien preparado que arribó en motos y autos que pudo enfrentarse a los bien capacitados Marinos y Federales.