De norte a sur
Desde que asumió la presidencia de Estados Unidos, poco más de un mes, Donald Trump no ha dejado de ser noticia por sus confrontaciones con casi todo el mundo, principalmente por sus actitudes racistas y xenófobas, por lo que no deberá causar sorpresa si en un futuro próximo los medios dan parte de ataques que involucren a supremacistas o, viceversa, a negros y miembros de otras minorías, entre las que se incluye a los migrantes mexicanos. Y es que, resalta un estudio de la Cámara de Diputados, la violencia verbal del millonario no ayuda a subsanar estas divisiones, más aún si su equipo no condena con firmeza las manifestaciones de apoyo de los remanentes del Ku Klux Klan y si uno de sus principales asesores, Steve Bannon, ha sido señalado, incluso por la legisladora demócrata Nancy Pelosi, de tener antecedentes que lo vinculan con grupos xenófobos que promueven el odio racial.
El documento al que nos referimos se titula El Fenómeno Trump: algunas claves para entenderlo. Fue elaborado en este mes por el Centro de Estudios y de Opinión Pública que tiene su sede en San Lázaro y lleva la firma de Luis Ángel Bellota, quien, con base en un minucioso análisis, advierte también que adjudicar la culpa del desempleo en EU –como asegura el mandatario gringo– a los migrantes no sólo es un acto de irresponsabilidad política sino que oculta el verdadero meollo del asunto: que desde hace tiempo la economía estadounidense “ya no genera suficientes empleos bien pagados como para sostener a una clase media estable”. Prueba de ello es que diversos cronistas de la realidad norteamericana han atestiguado que la multiplicación de la pobreza urbana comenzó a ser inocultable a mediados de los ochenta.
La figura del desempleado que sobrevivía precariamente con un subsidio o que estaba en situación de calle introdujo una diferencia notoria en el paisaje urbano de las principales ciudades de Estados Unidos, en comparación con las de Europa y Japón.
Desde 1982, con Ronald Reagan, se empezó a profundizar esa disparidad social que corría en paralelo a la llamada economía de la oferta, lo que auguró que el crecimiento defendido por los ideólogos del nuevo capitalismo americano no se traduciría necesariamente en más puestos de trabajo y que las ganancias provenientes de una mayor productividad serán generadas por tecnología de punta (robots). Desde entonces, añade la investigación, la principal causa del Klan ya no es la lucha contra los derechos civiles de los negros, como fue en los años sesenta, cuando tuvieron una de sus últimas irrupciones públicas más virulentas, sino frenar la migración, según Brent Waller –líder de los United Dixie White Knights de Mississipi (cita del autor, tomada del Financiero). Esto se explica, porque mientras se reduce el porcentaje de blancos en la población, sienten además que su posición social se erosiona. Asustados e inseguros, ven en Trump algo así como una esperanza.
Sobre todo si se considera que, de acuerdo con el estudio, durante el gobierno de Clinton, a pesar del superávit y el crecimiento económico que tuvo, el horizonte de expectativas de la clase trabajadora a finales del siglo XX era deprimente: casi el 50 por ciento de los puestos de trabajo que se generaban eran de baja calidad remunerativa, con sueldos cercanos o inferiores a los límites de la pobreza. Luego, en ocho años, Obama no pudo estrechar las abismales diferencias socioeconómicas que inauguraron el presente siglo en la otrora tierra de las oportunidades. Los millones de puestos laborales que se generaron en esa administración no alcanzaron a subsanar las inequidades de las pasadas tres décadas.
Fue el ocaso de la clase media estadounidense, lo que se demuestra con el hecho de que, por ejemplo, en Nueva York y en el sector servicios, los ejecutivos percibían, hace cinco años, hasta 500 veces más que sus empleados, al grado de que muchos se vieron en la necesidad de solicitar ayuda al programas federal que daba cupones para comida.
Con base en el análisis del CESOP, nada indica que esta tendencia vaya a revertirse en el corto o mediano plazo, especialmente si se repara en la política fiscal regresiva anunciada por Trump. Al menos, en ese aspecto, el magnate no piensa romper con el camino trazado por los últimos cinco presidentes que ignoraron la línea divisoria entre la política y el mundo de los negocios.
“Si nos atrevemos a imaginar sociológicamente el futuro de los Estados Unidos, no es descabellado advertir que en la próxima década, a mediados o finales de la misma, la potencia militar número uno del planeta muestre peligrosas contradicciones que la asemejen a los países subdesarrollados. La clausura de puestos de trabajo por el avance tecnológico, la indigencia urbana a niveles inéditos, las tensiones interclasistas –con su respectivo cariz racial– o el aumento de la delincuencia y otras formas de desorden social serán motivo de preocupación para los sucesores del actual presidente”, se afirma en el texto.
Destaca además que la decadencia social norteamericana no es reciente ni se cocinó en un lustro. Por eso es que las últimas elecciones pusieron en el centro de los debates la cuestión social, superando otros ejes temáticos como la economía, los derechos de las minorías o la política exterior. Ante esta realidad se explica el encono contra los migrantes, más si son mexicanos, y la existencia de neoconservadores –se cita a Fukuyama—que no cuestionan el que un candidato populista como Trump haya ganado las elecciones sino que éste se tardara tanto en haberse manifestado a través de un liderazgo que renovó el discurso conservador y sacó de las sombras una narrativa xenófoba que ignora la complejidad de los problemas que condicionan el futuro del país.
El surgimiento del Tea Party (movimiento de derecha) y la victoria de Trump recuerdan la importancia que juegan los votantes cuya precaria formación educativa, muy receptiva a prejuicios racistas, y anclada en visiones dogmáticas de carácter religioso, determina el triunfo de las elites para las cuales estos sectores son funcionales. Cuando los reaganomics comenzaban a hacer estragos en los años ochenta, en la opinión pública se hablaba de una clase trabajadora afroamericana que vivía en la pobreza y que sobrevivía de forma marginal; en la actualidad, el proletariado blanco “se encuentra prácticamente en la misma situación”. ¿Por qué este último sector de la sociedad, particularmente en los estados sureños, ha votado por los republicanos si ha sido el más favorecido por los programas sociales a los que se opone el Partido Republicano?, se pregunta Fukuyama. Para esa clase de electores el programa de salud “Obamacare”, entre otras políticas, está pensado para beneficiar a otras minorías y no a ellos. El discurso antimigrante se alimenta, precisamente, de ese recelo. “Cómo es posible que si los inmigrantes no desean adaptarse al país, el gobierno les extienda derechos y facilidades que les niega a sus ciudadanos”, habrá pensado el más conspicuo trumpista.
El miedo de las bases sociales conservadoras ante la presencia de inmigrados opaca la verdadera discusión pública sobre la que deberían enfocarse tanto la clase política como la sociedad civil: la adopción de un nuevo contrato social que regule la concentración de la riqueza y que, en consecuencia, neutralice potenciales conflictos de clase. La relevancia que amerita tal debate fue sustituida por la propuesta de levantar un muro en la frontera con México y tomar medidas proteccionistas. Las rispideces sociales provocadas por la llegada de migrantes de los países centrales, si bien no es un fenómeno reciente, resurgió como una preocupación que abrió espacios a opciones políticas que mezclan populismo, xenofobia y nacionalismo. Trump es una de ellas, acaso la de mayor impacto por tratarse de la nación que más influye en todo el orbe.
Conclusión: Sí que va en serio las deportaciones de mexicanos, su persecución en Estados Unidos y la construcción del muro.
DESDE EL CENTRO
Tocó a Gael García Bernal aprovechar la ceremonia de los premios Óscar denunciar: “Como mexicano, como latinoamericano, como trabajador migrante, como ser humano, estoy en contra de cualquier muro que nos quiere separar” y por todas partes brotó la solidaridad…