Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Neoliberales contra populistas
Los ataques contra Andrés López Obrador
Barak Obama, Enrique Krauze y Dussel
Para Abigail Correa Cisneros por su exitoso examen profesional en la UNAM
En la reciente Convención Nacional Bancaria, efectuada el fin de semana en el puerto de Acapulco, volvió a tocarse el tema del populismo, obligados, el gobierno y los banqueros, por la fuerza política que se le atribuye por tercera ocasión al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, de frente a las elecciones presidenciales del próximo año.
En ocasiones anteriores, como volvió a suceder, Enrique Peña Nieto ha arremetido contra los políticos que son calificados de populistas. Hasta en la Organización de las Naciones Unidas lo hizo el 28 de septiembre de 2015, donde advirtió contra los riesgos de esa práctica que, dijo, aprovecha la frustración social por las crisis económicas. Los nuevos populismos, afirmó, de izquierda y de derecha amenazan el mundo. Recordó que en el siglo XX se sufrió por lo mismo. Las consecuencias de individuos que carentes de entendimiento, responsabilidad y sentido ético optaron por dividir a sus poblaciones.
Más adelante, en la Cumbre de Líderes de América del Norte –junio 2016–, Barack Obama le pidió usar con cuidado la etiqueta de “populista”, porque el mismo presidente de Estados Unidos –en ese momento— podría serlo, pues sólo lucha por la justicia social. Peña Nieto había dicho que los populistas sólo se dedican a “destruir lo que se ha construido”.
A esto siguió el reclamo de Obama: “En el 2008 cuando yo era candidato y el motivo por el cual fui candidato nuevamente, y el motivo por el cual después de dejar el gobierno voy a trabajar en algo en el servicio público es que a mí me interesan las personas, los individuos y quiero que todos los niños en Estados Unidos y América del Norte tengan lo que yo disfruté. Me preocupan los pobres que trabajan muy duro pero que no tienen ninguna oportunidad de poder progresar, me preocupan los trabajadores, para que tengan una voz colectiva en el lugar del trabajo y reciban su parte del pastel. Me quiero asegurar que los niños reciban una buena educación, que una madre trabajadora tenga el cuidado de su niño en el cual pueda confiar”.
“Deberíamos tener un sistema tributario justo y personas como yo, que se han beneficiado de las oportunidades ofrecidas por la sociedad, paguemos para asegurarnos que niños de otros menos afortunados tengan esa misma oportunidad. Pienso que debería haber límites sobre los abusos del sistema financiero para no repetir los errores del 2008. Debería haber transparencia en cómo funcionan nuestros sistemas para que no existan personas que evadan el pago de impuestos estableciendo cuentas extraterritoriales y se aprovechen de situaciones que otros ciudadanos no pueden beneficiarse porque no tienen los abogados o contadores que permitan usar esos trucos. Supongo que se podría decir que yo soy un populista”, remarco Obama.
En Julio de 2016, el polémico historiador Enrique Krauze se refirió al concepto de populismo de Obama, al que calificó en ese momento de estadista extraordinario que pasará a la historia por sus logros y su temple. Sin embargo, lo calificó de ignorante al no conocer el sentido específicamente político de la palabra y del populismo que se ejerce fuera de Estados Unidos. Luego se refirió a ejemplos de personajes que fueron populistas y que en los tiempos actuales, asegura Krauze, no merecen se les mencione así en Europa o en América Latina.
Lázaro Cárdenas, sostiene, se preocupó por el bienestar del pueblo sin ser populista, esto es, dice, no alentaba el culto a su personalidad, no actuaba en contra de las instituciones ni promovía el odio de una parte de la nación contra otra. Resulta obvia la referencia, en el caso concreto de México, a Andrés Manuel López Obrador, al que se le ha acusado de todo ello. Según el historiador que aparece en Televisa: El populista (de derecha o izquierda) es un líder que usa su poder carismático para establecer un vínculo directo con un sector del pueblo y fustigar al “no pueblo”, a los supuestos enemigos, internos y externos.
“El populista, en este sentido, es inminentemente antidemocrático porque subvierte las instituciones. Trump es un cínico y un populista. Chávez también fue populista. Obama, concluye quien ha sido criticado por los propios historiadores académicos mexicanos, es popular, no populista. El populismo es el uso demagógico de la democracia para acabar con ella”.
Enrique Dussel es un académico, filósofo, historiador y teólogo reconocido internacionalmente. En sus Cinco Tesis Sobre el “Populismo”, surgidas por el hecho de que de 2000 a la fecha aparecieron gobiernos latinoamericanos que, a excepción de México y Colombia, escogieron presidentes de centro-izquierda, el maestro Dussel establece que esto ha sido respuesta al neoliberalismo y los efectos negativos entre la población del llamado “Consenso de Washington”. Destaca que el concepto populista es un juicio de los grupos conservadores. Identifica un populismo histórico en América Latina, que surge con la Revolución Mexicana de 1910 y cierra con el Golpe de Estado en Argentina, contra J. Arbenz en 1954, esto es, más de 40 años. Son los tiempos –describe– del nacionalismo, de los movimientos obrero-campesinos y de las nacionalizaciones, como la industria petrolera en México, de la identificación, en la mayoría de los casos, de la clase gobernante con el pueblo.
Dussel explica que aquel fenómeno histórico del siglo XX no puede comparase de ninguna manera con lo que hoy ciertos grupos conservadores y dominantes usan como “populismo”, con lo cual se intenta peyorativamente negar ciertos fenómenos político-sociales en la actual coyuntura del comienzo del siglo XXI. Cuenta que a partir de 1954 los gobiernos así llamados fueron cayendo y sustituidos por los denominados “desarrollistas”, los que poco a poco abrieron sus puertas a las nacientes trasnacionales y que se fueron endeudando, que fracasaron y dieron paso a las dictaduras militares a partir de 1964 en Brasil, hasta el establecimiento de democracias formales en 1983, período en que los populismos fueron derrotados por Golpes de Estado militares planeados desde Estados Unidos o por administraciones neoliberales (cuyos ejemplos prototípicos fueron los gobiernos privatizadores de los bienes públicos como los de Carlos Menem y Carlos Salinas de Gortari).
En ese contexto, Dussel señala que ahora “populismo” significa toda medida o movimiento social o político que se oponga a la tendencia globalizadora, que justifica la privatización de los bienes públicos, la apertura de sus mercados y que niega la priorización de los requerimientos, de las necesidades de la grandes mayorías de la población, aumentadas posteriormente por las decisiones de reformas estructurales dictadas desde los criterios de una economía neoliberal –que en México seguirán siendo las vigentes, constituyendo un anacronismo lamentable, si no suicida-. En medio de esa “noche de la historia” latinoamericana el levantamiento en Chiapas en enero de 1994 significó un rayo auroral en medio de las tinieblas. Es decir, todos los movimientos populares y políticos desde 1999 (por tomar como fecha de referencia la promulgación de la Constitución bolivariana en Venezuela) que se oponen al proyecto neoliberal serán tachados de “populistas”.
En efecto, esos insultos que tachan por igual a los gobiernos de Hugo Chávez, Venezuela; de Evo Morales, Bolivia; de Rafael Correa, Ecuador; y del por tercera vez candidato a la Presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, entre otros, son utilizados por los grupos dominantes para desactivar a las luchas populares que, en el caso boliviano, van para más de 20 años en el poder con resultados favorables a los más desprotegidos, con el agravante, subraya el filósofo, de que Estados Unidos retorna al “proteccionismo”. Esto es, lo que se criticaba en América Latina como “populismo” neo-nacionalista o “radical”, comienza a aplicarse en el país del Norte con el derechista Donald Trump.
Hasta aquí lo comprendido del largo análisis de Enrique Dussel y las referencias expuestas para que cada lector determine con cuál se queda o bien las enriquezca, sobre todo porque en el país son cada vez más patentes las confrontaciones entre los neoliberales y los llamados populistas, o bien contra ambas actitudes que habrán de definirse en las elecciones presidenciales de 2018.