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Alfa omega del recuerdo
Amar-te
Amar es un acto irrestricto de libertad. No necesitas autorizaciones ni el visto bueno nadie. Ni siquiera del ser al que decides envolver de embelesos, mimos y pasión. Es, por extraño y paradójico que aparezca, unipersonal. Amas a quien tú decides. Nadie lo impone, ni siquiera se suele sugerir o planear.
El objeto del amor responde a conceptos personalísimos de belleza, honorabilidad, valor y verdad. En cada valor está parte de tu vida y experiencias, personajes que te marcaron, ideas con las que ahora comulgas, todo en lo que crees.
Lo que a alguien le parece absurdo o ilógico para ti puede tener más sentido que lo que para otro resulta contundente. El gusto tiene mil matices pero éstos se incrementan cuando decides amar, ir mucho más allá de si alguien te parece agradable o deseable simplemente… es cuando apuestas por alguien en concreto, cuando todas las partes de la percepción te señalan a ese alguien como la suma de todos tus deseos.
Amar y decidir no son acciones contrapuestas. Incluso son simbióticas. El amor no es errático o loco. Obedece no sólo a emociones sino a un tejido más sólido y veraz que tiene que ver con nuestra conceptualización de lo que creemos racional y fantasiosamente deseable.
De manera tradicional se “pinta” el amor como algo desconcertante, sorprendente e ilógico que irrumpe en nuestra vida. No es así. Siempre atraes a tu vida a personas análogas en valores y aspiraciones, alguien que cree como tú, que se comunica de la misma forma en que lo haces tú, que posee tus mismos poderes y reza a las mismas deidades.
No en vano, encontrarás que las parejas más sólidas poseen rasgos comunes en temas cruciales como el sentido por la vida, Dios, el altruismo, la noción de dicha…
¿A quién amas tú?, ¿quién te gusta?, ¿por quién clamas? Te sorprenderá que esa persona mágica, infinita y milagrosa eres tú mismo: Tú revestido de otra historia o circunstancias, pero tú porque la esencia que comparten es la misma.
Ama a quien quieras. Eres libre, pero pon atención a quien admiras ahora porque eres tú mismo.
Somos pulidos espejos de obsidiana. Lo que en otros admiras-odias ahí estás tú, tanto si amas como si repudias. Por ello, cuando critiques ten la caridad de disculpar y paliar. Lo que de otros dices los dices de ti. Aprende a hablar bien de ti, cuídate, protégete, reconócete: á-ma-te.
Si. Vivimos en una realidad caleidoscópica. No es sólo cómo nos vemos sino qué perseguimos y con qué jugamos y nos enamoramos.