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No es cuestión de soberanía, sino de complicidad
EL HORROR DE LAS ARMAS QUÍMICAS
No las ves llegar, comúnmente no tienen olor y cuando se arrojan no te das cuenta. Sin embargo, cuando entras en contacto con ellas, la mayor parte de las veces ya es demasiado tarde, a veces tienes minutos y en ocasiones, segundos, para tratar de descontaminarte. De lo contrario, estás condenado a una muerte inenarrable.
Son las armas químicas, elementos de exterminio utilizadas por gobiernos imperialistas o tiranos y por organizaciones terroristas que las emplean, aun cuando existen prohibiciones internacionales para su almacenamiento y uso.
Bastan 0.5 miligamos para matarte. Primero, cuando lo inhales y luego que entre en contacto con tu piel, sentirás que tienes dificultades para respirar. En pocos minutos, el gas sarín atacará tu sistema nervioso hasta provocarte la muerte.
El gas acelerará la producción de acetilcolina, con lo cual tu salivación será excesiva, al grado de que la gente verá que arrojas espumas por la boca, como si se tratara de un perro con rabia.
El exceso de acetilcolina también propiciará espasmos musculares masivos. No podrás controlar tus esfínteres y defecarás y orinarás de manera involuntaria. Los espasmos harán que la laringe y la garganta se paralicen y que el exceso de saliva pronto te empiece a asfixiar.
También se paralizará el diafragma, con lo cual empezarás a dejar de respirar de manera lenta, pero consistente. Si tienes suerte, te sobrevendrá un coma y perderás el sentido, ante el colapso de tus pulmones y de tu sistema respiratorio en general, pero si eres infortunado estarás perfectamente consciente para darte cuenta de cómo el gas sarín o gas nervioso empieza a provocarte fallas en todo tu organismo, tendrás vómitos y convulsiones hasta que finalmente se paralice tu corazón.
El gas sarín es conocido también como el insecticida humano y tiene el mismo efecto de un veneno en spray sobre una cucaracha. Si tienes suerte de recibir un fuerte chorro de agua sobre tu cuerpo y de que te apliquen una inyección de atropina, podrías salvar tu vida, pero tendrá que ser casi de manera inmediata del momento en que fuiste contaminado. Aunque así fuera, si la afectación de tu cuerpo es importante, sufrirás de por vida daños irreversibles.
Este tipo de gas es el más utilizado en los ataques con elementos químicos que se realizan en diversas regiones del mundo, pero el gas mostaza es otra arma que también es empleada de manera masiva por los ejércitos que cuentan con esta sustancia con su arsenal.
Este tipo de químico no tiene nada que ver con la mostaza común y tomó su nombre sólo de un parecido con el peculiar olor con este alimento y con el color amarillo del mismo, durante los primeros años de su empleo en las guerras. Sin embargo, el avance de la tecnología ha llevado a que este gas sea incoloro e inodoro, lo que hace que no sea percibido por las víctimas afectadas por dicho agente letal.
Si llegaras a ser rociado por gas mostaza, sufrirías los efectos de una sustancia vesicante, es decir, que te causa vesículas o ampollas en el cuerpo, especialmente en las mucosas, las de boca, nariz y ojos, por ejemplo. De manera casi inmediata, resultarían afectadas tus capacidades para ver y respirar y si no fueras atendido de manera inmediata, podrías fallecer por asfixia.
Un tercer elemento que integra el arsenal de las armas químicas es el cloro. Sustancia benéfica para la potabilización del agua y para la desinfección de alimentos, empleado en grandes volúmenes el cloro es mortal.
Si una nube de cloro te envolviera, como si fueras una bacteria, tu sistema respiratorio colapsaría y en pocos minutos te ahogarías, al perder tu capacidad de absorber oxígeno, debido a la inflamación extrema de tus pulmones.
CONTRASENTIDO MUNDIAL
A pesar de que la Convención de Armas Químicas prohíbe la utilización de este tipo de sustancias letales en contra de la población civil, desde 1993 sí permite a los países firmantes tener hasta una tonelada de gas mostaza, como parte de sus sistemas de defensa para enfrentar un ataque indebido de otra nación.
Después de la Primera Guerra Mundial, la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), enfocó todos sus esfuerzos en evitar que en cualquier conflicto armado se emplearan dichas sustancias. Sin embargo, esto sólo ha quedado como una buena intención, pues sobran los casos en los que se desgraciadamente se usan químicos en contra, muchas veces, de población civil.
A todo el mundo escandalizó el reciente ataque con gas sarín ejecutado en contra de habitantes de la localidad siria de Jan Seijun, en donde murieron de manera espantosa 87 personas, de las cuales 31 fueron niños.
La oposición siria y Estados Unidos acusaron al gobierno del presidente Bashar Al Asad de ser el responsable de ese ataque en contra de los habitantes de un poblado controlado por sus enemigos políticos, mientras que el mandatario sostuvo que esa acción militar es un invento de la Casa Blanca para poder justificar un bombardeo sobre posiciones militares de su régimen.
Al Asad señala que su régimen no cuenta con armas químicas desde que estas fueron destruidas en 2013, después de que el 21 de agosto de ese año ocurriera un ataque de gas sarín en el poblado opositor de Guta, del cual también fue acusado el régimen del dictador sirio, que gobierna su país desde hace 17 años.
LA VIDA HUMANA, SIN VALOR
No se determina aún con claridad el origen del ataque químico en Siria, pero es indudable que hubo víctimas, la mayor parte de las cuales fueron sorprendidas por la nube del pesticida humano mientras dormían.
Las armas químicas y las biológicas no son otra cosa más que producto de la perversidad de los gobiernos que hacen la guerra como negocio. Persiguen el objetivo de acabar con la vida humana, pero sin afectar la infraestructura, como edificios, casas, puentes, carreteras, aeropuertos.
Visto de esta manera, para los ejércitos que bombardean con compuestos químicos o biológicos a sus enemigos, la vida humana no tiene mayor valor que las cosas materiales que pueden ser preservadas en una guerra.
La lógica es meramente mercantilista, el ejército que infringe ese crimen de lesa humanidad tiene la esperanza de beneficiarse de la infraestructura de su enemigo, una vez que este sea destruido. Mayor carencia de humanismo no puede haber.