Frente a la guerra/Felipe de J. Monroy
La santa muerte (Dos y fin)
El imaginario mexicano, dice el médico Calderón Ramírez de Aguilar, y nosotros lo corroboramos, no se contiene ante nada. La explicación del porqué sucede esto se da de muy diversas formas, ya que cada quien puede opinar como desee y al final todos van a coincidir en lo fundamental.
Aquí, en la charla, interviene doña Marinita Ravelo de casas y, con sobrada razón nos explica, en forma breve, precisa y concisa:
“La santa muerte no existe, porque Jesús la venció con su resurrección”. Tiene razón al expresar su opinión.
No obstante, la cultura popular es muy limitada en su interpretación de la realidad en razón de que así la ha mantenido el Estado con los planes de estudios insuficientes por causas que son dignas de análisis en otro momento.
En este caso, esta representación de la muerte y su anexo con un halo de religiosidad viene desde la época prehispánica en la que su culto se propagó hasta Centroamérica, sobre todo a Guatemala.
En sus actos religiosos, la muerte siempre fue considerada por los indígenas como una ofrenda a sus dioses, con bellas mitologías dignas de leerse, pero en realidad el culto religioso que la considera como un personaje femenino en estado de santidad es muy reciente y viene de un sincretismo de múltiples circunstancias: la pobreza, la ignorancia, la incultura y la delincuencia.
No es nada difícil que también sea un mecanismo inconsciente de defensa por la agresividad con que el poder maneja estos sucesos, ya que no quiere perder el control político de los mismos, además de una apropiación deficiente de la religión católica y de la pérdida cada vez más acentuada de la fe y del control eclesiástico, que aumenta la laicidad y la unión a otros credos religiosos que aparentemente son más atractivos.
No hay duda de que el culto a la Santa Muerte es consecuencia de lo mismo, ya que al no saber hacia dónde dirigirse, el individuo toma lo que le es más propio para su cultura y sus intereses.
Al parecer, el culto a la muerte del que hablamos se estableció en 1795 cuando los indígenas del centro del país adoraban a un esqueleto al que llamaban muerte.
Cuando en Catemaco, Veracruz, apareció pintada en las tablas de una choza, se le pidió al cura del pueblo que verificara la imagen y la canonizara, pero éste se negó rotundamente y la tachó de satanismo, en lugar de platicar y convencer. El culto se esparció rápidamente de persona a persona.
La Santa Muerte es representada como un esqueleto vestido con ropajes femeninos y lleva el mundo en su huesuda mano derecha y la famosa guadaña con que siega las vidas en la izquierda.
En los estados de la república se le asocia con diversos personajes de la religión católica como por ejemplo con San Pascual Bailón en Chiapas.
Por lo general, la devoción a la Santa Muerte es una práctica clandestina, ya que el respeto a la libertad de cultos no ha sido real, incluso la Secretaría de Gobernación canceló el permiso como asociación religiosa; aun así, por ejemplo, en el famoso Barrio de Tepito de la Ciudad de México existe un santuario público en el que con el tiempo crecen las imágenes, los asistentes y los creyentes.
Se acostumbra vestirla de colores y cada color tiene un significado especial. Sirve para que la Santa Muerte vestida de acuerdo con el color específico se pida en forma pertinente que se le conceda lo que solicita para el amor, para el dinero, para la sanación, para una muerte tranquila o para protección personal y familiar.
El culto se ha extendido enormemente ya que el sincretismo con las imágenes de los santos católicos como, , ha resultado ser muy llamativo y atractivo, por lo que, desde luego, ha sido tomado por los delincuentes.
Tiene gran popularidad en las prisiones. Los diferentes grupos de narcotraficantes lo han hecho suyo y en muchos sitios construyen sitios de adoración, incluso se han hecho imágenes de metal de todos tipos que se llevan en cadenas al cuello como tradicionalmente se usan los símbolos católicos.
Pero la apropiación del culto no para ahí. La estricta verdad es que en forma oculta y secreta lo han tomado las clases sociales media y alta y, sobre todo, la Santa Muerte es popular y esparcida entre los políticos nacionales. Que como ya es costumbre les ayude en su insolencia.