Descomplicado
El atroz reto de la Ballena Azul
A Yulia, su vida ya no le parecía satisfactoria. Apenas tenía 15 años y se sentía vacía. Primero empezó a ver videos de violencia en las madrugadas, después se cortó los brazos con navajas de rasurar y, finalmente, se arrojó desde un edificio. Falleció de manera instantánea.
La chica participaba en un reto a través de las redes sociales, que se encuentra vigente en muchos países del mundo, incluido el nuestro, que lleva a adolescentes y niños a dañarse físicamente, primero y, finalmente, a suicidarse.
A Yulia Konstantinova la idea de un reto, le parecía atractivo. Muchas veces, como cualquier chica de su edad, no le gustaba seguir las reglas de su casa ni de la escuela y encontró en las redes sociales un desfogue a esa parte de rebeldía que crecía en su interior.
Fue así como llegó a un sitio en internet en el que conoció el sistema de retos, conocido como Ballena Azul, que en muy corto la arrastró al suicidio sin que tuviera la voluntad para darse cuenta que había caído en un proceso de auto destrucción irreversible.
La chica rusa, habitante del poblado de Irkrust, platicaba cotidianamente con su amiga Veronika Volkova, de 16 años. Tenían coincidencia en muchas cosas con ella. Las dos mostraban un gran disgusto hacia sus vidas habituales y las reglas establecidas. Sencillamente no estaban conformes con la manera en que las decisiones de los adultos interferían en lo que, pensaban, debía ser una vida más libre.
Yulia comentó con Veronika que seguía un sitio en internet en el que se establecían diversos tipos de retos y convenció a esta a darle seguimiento. Por las madrugadas, alrededor de las 4 horas se levantaban y prendían la computadora para no ser molestadas por sus familiares.
El administrador del sitio les pedía, de manera puntual, seguir 50 tipos de retos para demostrar que tenían agallas para ello. Los llamados retos eran realmente escalofriantes y subían de tono a medida que se avanzaba en ellos.
Las chicas tenían que cumplir un reto por día, Primero, tenían que hacer pequeños cortes en diversas partes de su cuerpo, labios, brazos y piernas, especialmente. Todo ello tendría la finalidad de demostrar a las usuarias que eran capaces de vencer sus propios miedos
La auto mutilación incluía el trazado del dibujo de una ballena con una navaja en el brazo de las chicas, con la leyenda “soy una ballena”. El bosquejo debía quedar al lado de las venas. En otras noches, las adolescentes veían videos de violencia explícita que eran subidos a la red por los administradores del sitio.
Después, el macabro juego, si se le puede considerar así, llevó a las adolescentes rusas a subirse a un puente y pisar lo más cerca del borde del mismo y a escalar una grúa de construcción muy alta para demostrar su valentía. En la mente de las chicas empezaba a incrustarse un gusto malsano por el dolor y el peligro que no habían conocido antes.
En las fotos de su perfil de Face Book, se observaba a Yulia casi siempre con rostro serio. En su bello rostro, de ojos grises, casi verdes, no se vislumbraba todo lo que estaba sucediendo en su vida.
Yulia llegó al final del reto que le ordenaba acabar con su vida y así, casi de manera automática, lo hizo: se lanzó de un edificio de 14 pisos. Oficialmente, nadie sabía las causas hasta ese momento. En su cuenta de Instagram se encontró la foto de una ballena azul con la palabra “Fin”.
Días después, su amiga Veronika se lanzó también de un edificio y falleció a consecuencia de las graves lesiones que recibió. En una de sus redes sociales también se descubrió un mensaje que causó confusión a la policía rusa: “El sentido está perdido… fin”. “Sólo soy un fantasma”.
Los suicidas, ‘materia biodegradable’
La policía rusa detectó que los suicidios de las chicas tenían muchas similitudes y esto lo llevó a descubrir que se percibía el mismo patrón de conducta en por lo menos 130 casos de muchachos que se quitaron la vida en diversas ciudades de Rusia entre 2015 y 2016.
La investigación minuciosa que realizó la Policía Cibernética de Rusa concluyó con la detención del joven de 21 años de edad, Phillipp Budeikin, quien finalmente aceptó ser el administrador del sitio de Internet que era seguido por las dos amigas.
La razón por la cual creó dicho sitio web fue de lo más absurda. “Le quité a la humanidad el efecto negativo de personas como ellas que no querían vivir. Eran como materia biodegradable”, afirmó ante un jurado pasmado por sus declaraciones.
Budeikin consideraba que, mediante su incomprensible reto, les había proporcionado a las chicas lo que no habían tenido en su vida real: comprensión, comunicación y calidez.
Aceptó que durante los más de tres años en que había administrado el sitio web, había recibido la solicitud de miles de niños y jóvenes que no encontraban aliento en su vida y mostraban interés por suicidarse.
Manipulación desde México
El reto de la Ballena Azul continúa en muchos países y, ante ello, la Policía Cibernética de México mantiene alertas para detectar las páginas web con ese contenido.
Las autoridades colombianas detectaron que desde los sitios Secta MOA y Secta 100 tifika se promueven los retos que llevan finalmente al suicidio de quienes participan en ellos, pero detectaron que aún cuando estas cuentas se manejan desde España, son manipuladas técnicamente desde México.
¿Qué lleva a un chico a vincularse a un sitio que lo estimula a que se dañe físicamente hasta que a final de cuentas se suicide? ¿En qué estado mental se encontraban los niños y adolescentes que llegaron a esos extremos?
Quizá no haya una respuesta definitiva a estas preguntas, pero indudablemente que Yulia y Veronika tenían un gran vacío existencial, que sentían no encajar en sus círculos familiar y escolar. También es evidente que sus padres y familiares no detectaron a tiempo esos problemas ni estuvieron cerca de ellas para resolver una situación que, sin duda, podía solucionarse.
Su rebeldía, propia de los adolescentes, fue mal encauzada, por un camino en el que no hubo regreso, en el que la violencia de todo tipo se ve como algo “normal” y hasta digno de alentarse.
Cayeron en manos de un desequilibrado que pensó que lo mejor era deshacerse de “material biodegradable” que era prescindible para la humanidad. Estemos más cerca de esos jóvenes que no encuentran su camino. No permitamos que haya más Yulias y Verónikas en el mundo.