El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Ricos y jodidos
La sociedad mundial vive en carne propia las teorías de Milton Friedman sobre la liberalización de la economía. Las generaciones X y Millenials entraron en una espiral consumista feroz. Los Estados Nación se han convertido en simples administradores sin capacidad rectora ni generadora de equilibrios. El hombre moderno vive entre la obsolescencia programada, la seducción subliminal y la manipulación social; su presencia en la sociedad está determinada por la cantidad y calidad de bienes que posee, alcanzados, incluso, a costa de su tiempo, salud y entorno familiar.
Frente a ese consumismo feroz me pregunto hasta dónde el ciudadano moderno puede sustraerse de esta corriente.
Visité el centro comercial Perisur, en Ciudad de México. No era quincena, era entresemana y con un calor infernal. Sin embargo, las tiendas y estancos más reputados estaban abarrotados. A las salidas se veían a las damas cargando envoltorios con bolsos cuyo precio más bajo sería de unos siete mil pesos; otros clientes con regalos que hacían suponer –como dijo Peñamiento- que la crisis está sólo en la mente de los mexicanos; otros más comprando trajes cuyo precio equivale al de mi auto hondita. Los restaurantes de gran lujo te piden reservación previa y los vehículos del año son miles y abarrotan los estacionamientos. Me parece vivir en Disneylandia, en un mundo paralelo a lo real.
En contraste, más de 55 millones de connacionales viven en condiciones, podría decirse, infrahumanas. Ganan 4 dólares con 19 centavos al día (el salario más bajo del mundo) mientras que la canasta básica les cuesta más, esto es: 4 dólares con 58 centavos. Y con la repatriación de cientos de miles de indocumentados que de alguna manera enviaban remesas a su familia, la crisis será más grave para ese sector.
Hay, también, la clase no tan pobre: empleados que a temprana edad serán los inempleables, desechables, que no alcanzarán la jubilación, los outsourcing; además, el ejército de informales que se harán viejos tras un puesto de baratijas chinas o comida callejera. Todos ellos, esclavos de la televisión, veneno por excelencia, vehículo para la colonización del imaginario.
En el futuro las personas vivirán con más miedo que esperanza.
Frente a eso, hoy me pregunto si necesito realmente todo lo que poseo o lo que deseo poseer. Debo liberar mi tiempo y recursos para vivir una vida más consciente, libre y plena. He aprendido, con la Teología de la Liberación que se debe seguir la filosofía de Jesucristo, buscando librar al ser humano de la pobreza, no en dirección de la riqueza, sino de la justicia social.
Recordar a Fausto cuando Mefistófeles proclama satisfecho: ¡Ah, todo va magníficamente mal allá en la Tierra”!
Quisiera heredar a… ¿a quién? la responsabilidad de acortar la distancia entre quienes tienen todo y los que nada tienen.
Así es México, un Estado fallido; el país que todos perdimos.