El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
De Octavio Raziel
Defiendo y seguiré defendiendo el único derecho que nos han dejado: la lucidez. Este año cumplo 55 años de haber visto por primera vez mi nombre plasmado en un artículo publicado en el periódico El Nacional, de México.
El recuento se inicia con mis primeras guardias, la edición de cables de UPI y AP sobre la ofensiva del Vietcong contra las tropas estadunidenses en Vietnam; los preparativos para el envío del hombre a la Luna y pequeñas reseñas de mis correrías como explorador de alta montaña, ríos subterráneos y selvas. Todo lo que ha pasado en cinco décadas y un lustro se diluyen en la noche de los tiempos como titularía su novela Rene Barjarel. Me tocaron las revueltas del ’68 y luego las del Jueves de Corpus. Campañas políticas del candidato único (del PRI, por supuesto) a la Presidencia de la República. Los conflictos universitarios que se iniciaron con el ascenso de un rector de izquierda (PGC) y la entronización de uno de derecha (GSA) A partir de ese momento, la Universidad Nacional, bandeaba de derecha a ultraderecha y viceversa. Las universidades que representaban un peligro para esa tendencia pro yanqui –Oaxaca, Narro, Chapingo y Puebla- fueron congeladas mediante grupos de choque disfrazados de estudiantes. Ascenso y asesinato del Papa Juan Pablo I y su sustitución por un cardenal que promovió la derrota del socialismo. Hubo nuevo Papa que renunció y el ascenso del primer latinoamericano al trono de San Pedro. Me tocó asistir al ascenso del sandinismo, que luego fue derrotado por la derecha –apoyada por el Papa- Hubo dictadores de toda calaña que subían y bajaban. Pinochet se encargó de asesinar a Salvador Allende, y con él, un proyecto positivo para la región. Cuba soportó, y sigue soportando, el sitio más largo y cruel de la historia contra un pueblo indefenso, orquestado por los gringos. Cambios en la geografía política del mundo: la Perestroika, la caída del Muro de Berlín, la revolución en los países de la antigua URSS y la de los Balcanes. El triunfo de Mandela. Tiananmen en China. La creación de la Unión Europea para evitar que renaciera el nacionalismo y promover la importación de mano de obra barata. En México aparecieron grupos que aplaudían la entrega del país a los vecinos del norte. Hacían largas filas para entrar a un Mac Donald’s -que son como en Estados Unidos, decían- y nuevos “malls” con tiendas que importaban artículos impensables. La tecnología avanzó a pasos agigantados, hasta donde hoy estamos. Closets repletos de gays y lesbis que de pronto se quedaron vacíos. Ascenso al poder del Partido de Acción Nacional, que era la esperanza para acabar con la rapiña de los priístas; cambio que resultó peor al llegar la corrupción, injusticia e impunidad rampante hasta el momento. Tecnócratas que hablan y piensan en inglés y han dejado al país seco: la energía eléctrica (CFE) en manos españolas; las minas de oro, en las de canadienses; el petróleo y gas en la de los amigos del que les platiqué; las minas de sal para los chinos; el Istmo de Tehuantepec (¿el futuro canal?) para los franceses; el uranio para los rusos y para qué le sigo. Todo ha cambiado para peor.
Uff, qué suerte la mía el haber vivido estos aconteceres mundiales. Ser parte de ellos. Sólo me resta desear a las nuevas generaciones: ¡Suerte! Y yo repetir una vez más: Gracias a la vida.