
Teléfono rojo
Zika: Historia de un virus emergente
En luganda (la principal lengua de Uganda), la palabra «zika» significa «frondoso». El bosque tropical Zika es un cinturón denso y estrecho de vegetación alta pero truncada con arboledas de gran tamaño, que bordea el Lago Victoria, cerca de Entebbe, a unos 25 kilómetros al este de la capital de Uganda, Kampala.
Para estudiar el ciclo silvestre de transmisión del virus de la fiebre amarilla entre simios y mosquitos (en el cual un mosquito se infecta al picar a un simio y luego reinyecta el virus a otro simio), virólogos y entomólogos comenzaron un programa centinela del mono Rhesus en el bosque tropical Zika en 1946. Los mosquitos permanecen arriba de la cubierta forestal cuando cae la noche, los simios permanecen a nivel del suelo durante el día y trepan a los árboles para dormir por la noche.
Al principio del experimento, los simios se mantenían en jaulas en plataformas de madera que tenían 12 a 18 metros de altura en la cubierta de árboles. Sin embargo, cuando los investigadores descubrieron que los mosquitos no entraban fácilmente a las jaulas de los simios, se desenjauló a los simios y se les sujetó a las plataformas de los árboles.
Se capturaron hasta 41,168 mosquitos en 1947, incluidos 1,140 mosquitos de la especie A. africanus. El 19 de abril de 1947, la temperatura de uno de los simios (Rhesus 766) se registró en 40°C. Se llevó al Rhesus 766 al laboratorio para observación, aunque no mostró más anomalías que febrícula.
Se obtuvo una muestra de su sangre al tercer día de la fiebre. El suero de Rhesus 766 se inyectó por vías intracerebral a ratones albinos suizos. Todos los ratones infectados mediante la inoculación intracerebral se enfermaron en el décimo día después de la inoculación. Otro mono (Rhesus 771) fue inoculado con suero del Rhesus 766, pero el Rhesus 771 no tuvo fiebre ni se enfermó durante los 23 días de observación.
Los investigadores George W. Dick, Stuart F. Kitchen y Alexander J. Haddow, lograron aislar un agente transmisible filtrable en los cerebros de los ratones enfermos. A la cepa del virus aislado se le denominó «zika» por el bosque tropical de donde se aisló.
Cuatro años más tarde, en 1952, Dick, Kitchen y Haddow publicaron sus resultados sobre el virus Zika en dos artículos en Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene.
Los primeros tres casos de infección por el virus Zika en humanos, notificados en 1973 y 1975 fueron infecciones relacionadas con el laboratorio. Entre 1947 y 2007 sólo se documentaron 14 infecciones humanas esporádicas por el virus Zika.
¿Entonces que nos ocurrió? Simplemente el ser humano se infiltra en ecosistemas ajenos a él históricamente sin el cuidado debido y viajamos mucho.
Hoy Brasil es el país más afectado con el mayor número de casos de microcefalia (cerebros pequeños) en recién nacidos del mundo, la microcefalia se considera una consecuencia de infección por Zika en mujeres embarazadas.
El problema es de carácter epidémico y endémico en ciertos casos. Las autoridades nacionales brasileñas estiman que desde que comenzó el brote epidémico, han ocurrido entre 440,000 y 1.3 millones de casos de infección por el virus Zika. En 2016 la humanidad empezó a preocuparse seriamente por el contagio de este virus que ya llegó hasta Florida.
Nuestra cuarta galardonada por Nature en su top ten 2016 es Celina María Turchi Martelli que luchó en el frente brasileño a pesar de los juegos olímpicos, los problemas sociales, económicos y políticos de este país hermano durante ese año. Ella luchó contra lo que parecía una epidemia de recién nacidos con microcefalia sin saber inicialmente que detrás de todo ello estaba el virus del Zika sin tener los laboratorios necesarios para enfrentar el problema.
Aun hay mucho por hacer y desgraciadamente tenemos que aceptar que nuestra descuidada invasión ajena al hábitat milenario del ser humano provocó que el Zika llegara para quedarse. Si seguimos así estamos en peligro de infligirnos más daño. La naturaleza tiene sus formas de responder a cambios imprevistos que no podemos controlar.
María nos dió una lección de valentía que no termina de escribirse porque aún no sabemos lo suficiente para entender las consecuencias de lo que provocamos al invadir los bosques tropicales de Zika, en Uganda.