Juego de ojos
Sin rumbo ni amor a la Patria
Por supuesto que hay que cuidar las tradiciones, como nos platica nuestra colega escritora y sicóloga doña Rosa Chávez Cárdenas. No le falta razón.
Nos explica que el alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro, quiere acabar con la tradición de las calandrias, las carretas tiradas por caballos, un símbolo de Guadalajara desde principios del Siglo 20.
Por capricho un regidor de la época las mandó pintar de negro y las ruedas amarillas. Gracias al ingenio del pueblo las bautizaron como “Calandrias” por el parecido con un ave.
Con el argumento de la protección a los caballos, el edil sin una consulta mandó construir una versión de carruaje eléctrico que, dice, pagarán los propietarios de las calandrias.
Pero, los calandrieros no tienen recursos para este capricho. Es un modelo con las características de los primeros carruajes que recorrieron la ciudad.
Acabarán con la costumbre y congestionarán, estos vehículos motorizados, el centro de la ciudad.
Historiadores y amantes de las tradiciones como el Guadalajarólogo Guillermo García Oropeza dice que la tradición se debe de conservar enfocándose en más cuidados a los caballos.
Recuerda doña Rosa que en Nueva York se presentó un debate parecido con los grupos protectores de animales y concluyeron que, los equinos sigan circulando en Central Park.
También hace alusión la escritora a que en Japón conservan una tradición desde 1868. El Rickshaws, un carro de dos ruedas, que en un día recorre unos 30 kilómetros, jalado por una persona atlética. Y el elegido considera un honor ser aceptado para tal labor.
Esta tradición se mantiene como reliquia histórica y atracción turística. El costo del viaje son unos mil 900 pesos por un recorrido de dos horas.
Nadie duda, salvo este presidente municipal, que las tradiciones fortalecen el sentido de pertenencia a la comunidad. Y que la cultura define la visión del entorno que nos rodea y protege la conexión con los ancestros.
El sentido de pertenencia al grupo es una necesidad humana, se expresa a través del cultivo de la herencia étnica, religiosa y cultural.
Las tradiciones, tienen varios elementos: algún tipo de ritual ceremonial. Involucran a personas. Son cuidadas por guardianes como los cronistas, los historiadores que tienen acceso al conocimiento detrás de los rituales sagrados y se encargan de difundirlo.
Una costumbre puede tener un impacto profundo y duradero en la forma en que la persona se ve a sí misma en el futuro. Representan, claro, el conocimiento vivo y existente.
Se considera que son dinámicas pues con el paso del tiempo éstas cambian, aunque en algunos casos, la atención se centra en mantenerlas exactamente como son.
Es importante mantener las usanzas de los pueblos. Transmiten valores compartidos, historias y objetivos de una generación a otra. Motivan a las comunidades a compartir una identidad colectiva, que a su vez da forma a las identidades individuales.
Los seres humanos creamos cultura. Nuestra forma de pensar, sentir, actuar, la lengua que hablamos, las creencias, la comida y el arte, todas son expresiones de erudición.
Cada pueblo ha obtenido sus costumbres, sus usos, con el paso del tiempo y se pasan de una generación a otra. Conservan y modifican las que afectan los derechos humanos y de los animales.
Pero la incongruencia: prohíben los animales en circos y defienden las corridas de toros y las peleas de gallos. Inentendible, palabra.
Esa, añadiríamos, es la cultura desechable, consumista, materialista de los políticos depredadores de las tradiciones. Usos y costumbres .
Si no se cuida el idioma, la comida, nuestros hábitos, las futuras generaciones como la presente quedarán a la deriva, sin rumbo y sin amor a su patria. Concluye la poeta y periodista.