Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Intolerancia y avaricia
Estamos inmersos en problemas sociales complejos, avaricia desmedida y la intolerancia a la diferencia de ideas. Si no piensas así, estás contra un metalenguaje en el que cualquier cultura define sus términos y conceptos.
En cuanto a los sistemas de autoridad, el mejor es la democracia, en teoría. En la práctica es el más complejo. Se necesita tolerancia y respeto. Los grupos exigen derechos y se molestan cuando no son atendidos.
Coincide con nosotros la sicóloga, poeta y escritora doña Rosa Chávez Cárdenas y abunda:
El sistema democrático parece viable para una sociedad tan compleja como la nuestra, no obstante, se ha degradado en una democracia mediatizada que prioriza los intereses de los partidos políticos y viola los derechos de la sociedad.
A la hora de votar, castigan al partido gobernante, en venganza o por ambición se afilian a otro partido.
Recuerda que Alfonso Romo coordinador del proyecto de López Obrador, al respecto de los que se afilian a Moren les dice: “el perro está caliente y pulgas y chinches se le trepan”.
La avaricia, la corrupción y la impunidad son un lastre en nuestro país, la guerra contra las drogas no tiene fin y sufrimos la gran descomposición social.
Es notable en los políticos, que se enferman de poder. Basta observar a Duarte el ex gobernador de Veracruz. No muestra sentimiento de culpa, con esa la sonrisa de enfermo psicótico.
La avaricia se manifiesta en diferentes contextos: en la represión de sentimientos y en la falta de compromiso. En lo material, ya desmedida, entre más tienen más quieren, el fin justifica los medios, es su lema. Se olvidan que el trabajo enaltece y la avaricia embrutece. De la avaricia pocos se libran, empresarios y gente común despiertan el apetito por los bienes, venga de donde venga, al fin que pocos son castigados.
Poder y dinero son seductores, no importa la oferta. La avaricia despierta la voracidad por los negocios ilícitos.
Empresarios que se alían con funcionarios en el gobierno en el pago de sobornos, falsificación de facturas y la obtención de obras públicas, así como el desvío de fondos a empresas particulares.
Inmersos en el consumismo, las tarjetas de crédito son un peligro para el comprador compulsivo y para los fraudes. La avaricia despierta la creatividad, compras con tarjetas clonadas, gastos desmedidos que luego no tienen para pagar.
En los tiempos modernos la consciencia moral se volvió laxa, pocos sufren sentimientos de culpa.
Anteriormente el “pecado” acusaba la responsabilidad del acto, el temor del individuo al castigo. Hoy en día cualquier conducta se encuadra en patologías mentales. Se responsabiliza a una causa más allá del individuo, como si fuera una infección de la que son víctimas y que tratan de mitigar con fármacos.
El individualismo ha restado capital social a la satisfacción de intereses y necesidades colectivas.
El detrimento de la dimensión comunitaria ha provocado desarraigo, pérdida de identidad, egoísmo y ambición.
Se necesita que florezca la solidaridad, la vida en comunidad. Cuidarnos unos a otros, respetar las diferencias, un Estado de Derecho.
Hacer efectivos los derechos humanos no solo en simulación y dispendio.
Nos urge valor y coraje ciudadano para transformar aquello que nos impide recuperar el orden social.